“El Estado Islámico es un grupo diabólico que persigue y mata a todo el mundo, también a los cristianos, en una terrible guerra santa que de tal no tiene nada”, dijo el religioso que dirige el Hogar Niño Dios, en la ciudad de Belén. Gabriel Romanelli, el sacerdote argentino que desde hace veinte años cumple tareas misioneras en Palestina y Medio Oriente, aseguró que el Estado Islámico (EI) es un grupo diabólico que persigue y mata a todo el mundo, también a los cristianos, en una terrible guerra santa que de tal no tiene nada. “En general, en Medio Oriente no hay libertad de elección religiosa, pero nuestra labor está dirigida, justamente, a mantener vivo el espíritu y la tarea de la Iglesia en esa difícil zona del mundo”, señaló Romanelli de paso por Buenos Aires. El religioso dirige el Hogar Niño Dios, en la ciudad de Belén, junto a un grupo de sacerdotes y monjas de distintas nacionalidades, en el que viven y atienden a 25 niños y niñas que padecen distintas discapacidades, huérfanos o abandonados. El sacerdote argentino insistió en alertar sobre las características extremas del EI; también acerca de las atrocidades cometidas en países como Siria e Irak, donde, en su opinión, han transformado la decapitación en una suerte de espantoso deporte. “Tienen armamento pesado y mucho dinero, de algún lugar lo obtienen, alguien los sostiene”, señaló el religioso, que nació hace 46 años en el barrio de Villa Luro. Según Romanelli, los jihadistas del EI presionan a todo el mundo, sin excepción. “Cristianos, musulmanes, los extorsionan pidiéndoles que se unan a ellos o que se vayan de sus casas, de su tierra, de lo contrario, los matan. En otros casos les exigen el pago de impuestos, a lo que algunos acceden y otros no, pero en este caso deben huir de inmediato para no perder su vida y la de sus familiares”, afirmó. Consultado sobre si entre los católicos hubo casos de gente que aceptó esa imposición, el religioso aseguró que mayoritariamente lo rechazaron y se fueron de esos países, como de territorio libio, aunque mencionó el caso de unos padres franciscanos que acordaron pagar. “Es un caso muy especial en Mosul, una ciudad en la que llegaron a vivir más de 120.000 cristianos, que prácticamente quedó huérfana en ese aspecto y se tomó esa decisión porque, de esa manera, se mantiene como el último baluarte cristiano allí”, puntualizó. El padre Romanelli insistió en el valor de la actividad pastoral y el diálogo interreligioso, algo que, aseguró, es vital en ese lugar del mundo. El sacerdote, miembro de la orden del Instituto del Verbo Encarnado, destacó, además, que en el Hogar Niño Dios “hay niños árabes y cristianos, con particularidades diversas, ya que algunos son chicos Down, sufren de esquizofrenia o discapacidades físicas”. Sobre las características de la vida en el hogar, en el epicentro del conflicto palestino-israelí, comentó que no hay enfrentamientos armados, pero se vive una sensación de inquietud permanente, aunque “tratamos de no caer en una especie de psicosis”. En este punto, Romanelli comentó que la sede de la misión está ubicada en la zona de Belén denominada Beit Jalé, conocida como “zona verde”, territorio palestino fronterizo con Israel que Tel Aviv se comprometió a no utilizar para que lo atraviese el muro de separación de casi 12 metros de alto que está construyendo en esa área. “En mayo la Suprema Corte de Justicia de Israel dictaminó que el ejército de ese país no podía atravesar la superficie donde estamos asentados desde hace cerca de diez años y que deberían hacer un atajo”, aseguró. Sin embargo, en julio “la misma Corte Suprema de Israel se desdijo y le dio al ejército el permiso necesario para que, prácticamente, pasemos a estar en territorio israelí”, explicó. Asimismo, el sacerdote misionero manifestó: “Me acabo de enterar de que el lunes pasado los vecinos de Beit Jalé, al levantarse a la mañana, se encontraron con que los soldados israelíes, con topadoras, ya habían cortado cincuenta olivos históricos en la zona: un verdadero ultraje”. “La verdad es que es muy difícil que uno no sufra junto con ellos (los vecinos palestinos del Hogar Niño de Dios), sean árabes, musulmanes, cristianos, no creyentes, eso no tiene ninguna importancia, estamos hablando de otra cosa”, enfatizó. Y describió los esfuerzos que lleva a cabo con sus colegas para solventar el Hogar. “Hay que tener en cuenta, entre otros aspectos, que en la zona donde estamos instalados tenemos agua cada quince días a través de un camión cisterna que nos provee de once metros cúbicos, por los que debemos pagar no menos de 60 dólares por carga.” PAG/12
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