Cuando en el año 135 de la era cristiana, el emperador Vespasiano sofoca los últimos baluartes de la defensa en Judea e Israel, decide escarmentar para siempre a la nación rebelde.
Les negará toda entidad, para ellos deberá destruir sus ciudades, símbolos y nombres.
La ciudad judía de Jerusalem pasará a llamarse Aelia Capitolina en honor del emperador Aelia Trajano y de Júpiter Capitolio.
En el sitio arrasado del gran templo hebreo se construye uno en honor a Júpiter.
En el supuesto sepulcro de Jesús se construye otro templo en honor a Venus.
La puerta de la ciudadela que daba a Beth Lejem (Belén), ostentará la imagen de un cerdo.
El reino de Israel Judáh no existirá como tal y se le adjudica el nombre agraviante de sus enemigos, los filisteos (philisteos), de allí nace por primera vez el término Palestina.
Tal lugar solo tuvo existencia para la corte romana, de hecho nunca existió y los pobladores judíos dispersos en las cercanías y en la Galilea, siguieron mirando hacia Jerusalem, capital eterna del reino de Israel_Judah.
Hago esta disquisición histórica motivado por una serie de patrañas urdidas por un supuesto “embajador palestino” en la Argentina que no tiene ningún empacho en contar la historia de acuerdo a sus fantasías, recurriendo para ello a argumentos que a cualquier historiador serio moverían a risa.
A saber: en aras de proporcionar a los árabes un arraigo histórico, no vacila en hablar del “palestino Abraham”, del “palestino Moisés” o del “palestino Jesús”, ignorando por completo la historia bíblica.
O este señor no leyó ni el viejo ni el nuevo testamento, (no está obligado a hacerlo), o pretende aprovecharse de la ignorancia general al respecto para fundamentar sus argumentos por demás falsos y malintencionados.
Es innegable que aquellos que pretenden reivindicar los derechos árabes sobre la tierra de Israel, buscan demostrar un pasado histórico que acredite su permanencia sobre la misma.
Al carecer de pruebas sobre una permanencia en el tiempo, tratan de falsear datos históricos, buscando crear la sensación que son los sempiternos ocupantes de los territorios desde los albores de la historia humana.
El presunto embajador no puede traer el nombre de un prócer, general, lugar o hecho histórico en que figuren los palestinos, a no ser que mencione a los filisteos, un pueblo invasor desde el mar en la tierra de Israel y sus permanentes batallas a lo largo de los siglos doce y trece antes de la era cristiana.
Es tal la necesidad de buscar hechos históricos que avalen sus derechos, que no vacila en denominar a figuras de la epopeya judeo cristiana con el mote de “palestinos”, cosa sólo posible de concebirse en la mente de un mitómano irrecuperable.
La realidad histórica que no desea asumir este presunto representante diplomático es que “el pueblo palestino” como tal nunca existió ni en la historia ni en la actualidad.
Es una denominación artificial para definir una entelequia sin existencia a nivel de realidad poblacional ni histórica.
Tal vez debiera refrescársele la memoria, haciéndole saber que las masas árabes que ocupaban intermitentemente territorios de Judea, respondían al desmembrarse el imperio turco-otomano a los gobiernos de Egipto, Siria y Trans Jordania, sin exigir para nada un cambio en su statu quo.
En 1948 ante la inminencia de la declaración del Estado de Israel por un puñado de visionarios, los israelíes pidieron a los pobladores árabes que permanezcan junto a ellos cada uno en su casa, granja o viñedo.
Sin embargo, la legión jordana y el ejército egipcio mediante octavillas arrojadas por avión y comunicados radiales los instó a retirarse pues cinco ejércitos árabes (Egipto, Jordania, Siria, Irak y Arabia ) invadirían el territorio a sangre y fuego para echar a los judíos al mar.
Aquellos que se quedaron en el lugar hoy son los árabes israelíes (el nivel más alto en educación de todos los pueblos árabes) y los que decidieron hacer caso a los ejércitos árabes, después de la derrota de estos no pudieron volver.
Ningún país árabe los acogió pese a ser ciudadanos propios y cuando lo hicieron, al poco tiempo decidieron eliminarlos físicamente. (Caso Septiembre de 1970, la matanza que ordenara el rey Hussein de Jordania).
La historia posterior es conocida, aunque se la distorsione para beneficio de algunos intereses.
Los grupos árabes remanentes tuvieron la misma posibilidad que los israelíes de constituir un estado propio, pero no lo hicieron, carecieron del coraje y la visión para concretarlo hasta nuestros días.
Las cuantiosas partidas de dinero recibidas por Arafat y sus esbirros no se usaron para crear instituciones civiles, comunales o de desarrollo, fueron en cambio a engrosar oscuras cuentas bancarias y pago a mercaderes de armas o terroristas internacionales.
Los grupos árabes, rechazados por sus países observan el crecimiento tecnológico de Israel y sus logros en todos los órdenes, por tanto reclaman para sí los beneficios del esfuerzo ajeno, caso contrario amenazan y realizan actos de barbarie a nivel mundial.
Creo que deberían ahora tener el coraje de proclamar un estado en serio, junto al de Israel, no en lugar de y ponerse a trabajar en función de ese objetivo.
Israel duele a todo el mundo árabe, es el único estado democrático en un océano de dictaduras y funciona bien como tal. Es peligroso su ejemplo, no sea que el pueblo árabe de los distintos países se percate que con una democracia, el reparto y las oportunidades serían más equitativas para todos.
Supongo que somos muchos los que aplaudiríamos la existencia de un pueblo árabe organizado y democrático coexistiendo con el de Israel que ya ha avanzado tanto en ese sentido.
Para concretarlo hacen falta líderes con visión de futuro que se animen a crear universidades, municipios, hospitales, obras públicas, infraestructura etc., y que dejen de ocupar sus tiempos profiriendo arengas y amenazas de Apocalipsis.
No es reinventando la historia como se logrará ese objetivo, el futuro pueblo”palestino” o como elija denominarse tiene una oportunidad histórica de ser, depende de ellos y de sus dirigentes que lo concreten.
|
|
|
|
|
|
|
|
