Judíos argentinos están de fiesta. “La comunidad judeo-argentina tendrá el honor de recibir, hoy jueves, al Rabino principal de Tzfat, Shmuel Eliahu Shlita, hijo de quien fuera Gran Rabino del Estado de Israel, Harab Hagaon Mordejai Eliahu Shlita (Z’L), en el marco de una visita institucional a la Escuela y Comunidad Talpiot”. El recibimiento será con bombos y platillos pues no se trata de un rabinito cualquiera, sino “que la personalidad del Gran Rabino de Tzfat (Safed) lo ha llevado a involucrarse personalmente como uno de los líderes más importantes del Estado de Israel”. Tampoco se debe dejar de lado uno de sus aspectos más importantes de su foja de servicios: “ser un ferviente defensor de los derechos de los judíos de habitar en la tierra de Israel”[1]. Casi con seguridad que una avalancha de judíos argentinos no se permitirá perder la oportunidad de codearse con semejante personalidad que representa lo más puro del judaísmo religioso. Ni que hablar que se trata de una nueva y gran ocasión de manifestar la solidaridad e incondicional identificación con el Estado Judío como única democracia en el Medio Oriente. Lo que seguramente no se pondrá de manifiesto es la ignorancia orientada que generalmente predomina en la comunidad judía argentina ante los preocupantes síntomas de desviación de normas democráticas que se perfilan claramente en la sociedad israelí y que este digno rabino, al que tanto alaban, en realidad es uno de sus mayores responsables. Este ilustre rabino, que recibe su sueldo del gobierno, entre otras intervenciones problemáticas, tres años atrás dio a conocer un dictamen religioso por el cual se prohíbe a judíos la venta o alquiler de propiedades a ciudadanos israelíes no judíos en general y árabes en particular. Este patriótico acto puramente judío no quedó como un aislado grito en el desierto. De inmediato se acoplaron otros 50 rabinos de importantes ciudades de Israel amenazando que quien transgreda la norma recibirá la pena de ostracismo social [2]. El silencio generalizado del liderazgo judío argentino ante tan aberrantes posiciones de parte de una distinguida representación del más alto nivel del judaísmo israelí necesariamente será interpretado por la sociedad circundante como un ejemplo de hipocresía profesional, fuera de la complicidad inherente a una incondicional identificación con un predominante racismo y discriminación en Israel sin el más mínimo reparo. Antes de sermonear a los argentinos con políticas de exclusión – inclusión, como acostumbra la DAIA, renombrados rabinos e intelectuales judíos locales, una dirección responsable del destino de la colectividad tendría que primero mirarse a sí misma en el espejo para hacer todos los esfuerzos posibles de extirpar este tipo tumor maligno que lamentablemente se expande en el judaísmo. Estos directivos tienen que desprenderse de ese arcaico temor que criticar a Israel, fundamentalmente ante desviaciones tan peligrosas, necesariamente se interpreta de inmediato como una traición. Para abandonar esa vergonzosa función de ser ovejas de un rebaño conducido por un pastor extremista, nada mejor que rememorar la inolvidable sabiduría Nahum Goldman, aquel mitológico líder de las diáspora judía. “Estoy convencido que hoy no hay nada mas imprescindible para Israel y para el pueblo judío que dar a conocer la opinión de los fracasos y fallas para crear las condiciones psicológicas, morales e intelectuales de un cambio básico en ciertos aspectos de la política israelí” [3]. .[1] ”Visitara el país el Rabino principal de Tzfat, Shmuel Eliahu”, I 10-10-2013 [2] ”50 rabinos de ciudades: no alquilar ni vender casas a árabes”, Maariv, 7-12-2010. [3] ”Israel ¿hacia dónde?”, Nahum Goldmann, Editorial Shoken, 1976, pág. 7UN
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