Ciudad de Buenos Aires, 3 de octubre de 2005.
Tato: En tu último artículo en Página/12, para demostrar la complicidad de los burgueses con las dictaduras, decís que "un alemán" te contó que, durante el nazismo, los judíos que no se metían con el gobierno "podían vivir bien". Ese notable hallazgo histórico trajo a mi memoria la visita que hice hace varios años al Museo del Holocausto, en Jerusalén, y allí y entre otras, a la sala que recuerda a los chicos judíos asesinados por los nazis: un millón, por lo menos, sólo contando a los identificados. Ingresé así a una rampa que desciende abruptamente -para que se tome conciencia que se baja al infierno-, a cuyo final se llega a un gran recinto oscuro en el que sólo se ven lucecitas que aparentan flotar en el espacio multiplicando la llama de una vela, etéreas luminarias que representan el alma de los bebés, los chicos y los adolescentes masacrados por los alemanes y sus colaboradores, ante el ominoso silencio de todo el mundo. Alguien me dijo: “Recuerde el primer nombre que oiga.” A poco, lo escuché: "Marietta Friedberg, un año, 1942, Auschwitz". Luego, cada treinta segundos, otro nombre, otro año, otro campo de exterminio. Al salir, mi acompañante me hizo notar que al terminar la lista la grabación vuelve a comenzar por el primer nombre, que el Museo está abierto ocho horas por día, todos los días hábiles, todo el año. Y me preguntó cuál fue el primero que oí; se lo dije y me aleccionó -Si quiere volver a escuchar ese nombre, vuelva dentro de tres años. Según tu artículo, se trata de los chicos de jardín y de primaria que se metieron con el gobierno nazi y, por tanto, ya no pudieron "vivir bien"; y, si no y como tantos pregonan, ha de ser que el Holocausto es apenas un invento de la propaganda sionista. Que lo sigan diciendo los paleo y neonazis da asco; que coincida con ellos y lo publique un intelectual del prestigio e influencia de Eduardo Pavlovsky, genera, entre otros sentimientos y pensamientos, tristísima decepción. Dado que la difundiré tanto como pueda entre todas mis relaciones, podés considerar a la presente como carta abierta. Y como a mí la editorial difícilmente me preste atención, agradeceré la hagas publicar en Página/12.
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