A medida que pasa el tiempo, me resulta más difícil escribir lo que leeré en alguno de los actos de los 18 de cada mes.
Quizás les resulte difícil de entender que a una persona le falten palabras para referirse al atentado en la AMIA.
Muchas veces siento miedo de resultar aburrido en mis conceptos, pero aquí estamos hablando de 85 muertos, de 85 personas que fueron masacradas impunemente, de 85 seres humanos que aun no pueden descansar en paz, por lo que no me importa si resulto aburrido.
Siento frustración por repetir casi siempre los mismos comentarios o reclamos a lo largo de estos 147 meses desde que se produjera la masacre.
Uno siempre trata de volcar en el papel nuevos hechos que nos ayuden e intensifiquen a hacer crecer esa pequeña ilusión que todos tenemos, en cuanto a que la VERDAD salga a la luz y los culpables sean castigados.
Pero les debo confesar que cada vez me cuesta más hacerlo, el motivo quizás no les sorprenda, pero es la dura realidad, y esta es en pocas palabras que: nada nuevo ha ocurrido, no hay ninguna novedad para comentar.
¿O acaso, es una novedad decir que la bomba aun sigue estallando debido a la ausencia de hechos contundentes, que nos demuestren que existe una firme decisión desde las instituciones que conforman el Estado, en cuanto a castigar a TODOS los responsables del atentado a la AMIA?
Y cuando digo TODOS, me refiero no solo a los autores materiales del hecho, sino a todos aquellos que encubrieron, a todos los que hicieron posible que el atentado se produjera, en definitiva, a todos los que el Estado argentino reconoció como responsables ante la Secretaria de Derechos Humanos de la OEA.
¿Acaso, es una novedad decir que la bomba aun sigue estallando, y que lo único que obtuvimos en definitiva son palabras y promesas, pero no hechos concretos que nos señalen y castiguen definitivamente a los culpables y a sus cómplices?
¿Acaso, es una novedad decir que los siguen matando, cuando observamos con vergüenza ajena, con impotencia, que el Consejo de la Magistratura archivó la denuncia contra el juez federal Claudio Bonadío?
Este juez federal, estaba acusado de no investigar las irregularidades cometidas por su colega Juan José Galeano en la investigación de la causa por el atentado a la AMIA y a algunos funcionarios menemistas, entre los que se encontraba su amigo Carlos Corach.
¿Acaso, es una novedad decir que la bomba aun sigue estallando, cuando esta causa contra Bonadío, se archivó por 12 votos a favor y tres en contra?
Entre quienes votaron a favor fueron el senador oficialista Pichetto y la mayoría de los consejeros kirchneristas, incluido el representante del Ejecutivo, Joaquín Da Rocha.
¿Acaso es una novedad decir que aun los siguen matando, cuando el juez Lijo que reemplazó Bonadío, en poco tiempo procesó a Galeano, a Anzorreguy, a Telleldín, a su defensor Víctor Estinfale, al ex titular de la DAIA Rubén Beraja y a los fiscales de la causa AMIA entre otros?
¿Acaso, es una novedad decir que aun los siguen matando, cuando entre los procesados por el juez Lijo, no se encuentran el ex ministro Carlos Corach y menos aun el máximo responsable por las irregularidades, el ex presidente Menem?
¿Acaso, es una novedad decir que la bomba aun sigue estallando, cuando vemos que el juez Bonadío, tampoco recibirá castigo alguno por las irregularidades por el cometidas?
¿Acaso, es una novedad decir que la bomba aun sigue estallando, cuando hechos de esta naturaleza no hacen mas que aumentar esa tan mencionada VERGÜENZA NACIONAL, como lo es la no resolución de los dos atentados sufridos en nuestro país hace ya más de una década?
¿Acaso, es una novedad entonces decir que hoy, y así como están las cosas, la bomba sigue estallando cada día más, de bronca, de dolor, de impotencia?
Me gustaría citar unas palabras del Mahatma Gandhi, que dijo:
“Más que los actos de los malos, me horroriza la indiferencia de los buenos”.
El domingo fue otro de esos días en que el dolor y el vacío fueron protagonistas en muchos de nuestros hogares. Fue el día de la madre.
Ese día que antes vivíamos llenos de amor y esperanza, a partir del 18 de julio de 1994 se transformó en un día de angustia, de soledad, dejándonos sólo la posibilidad de besar una foto, de poner una flor en una tumba.
Otro año más en el que Sebastián no pudo despertar a Rosa y vivir juntos ese hermoso momento, como tampoco Fabián le dio ese beso y abrazo que tanto esperaba Graciela.
El Domingo Olga sintió la ausencia de las caricias y los mimos de Cristian.
Mariano y Romina solo pudieron mirar al cielo intentando encontrar a Rita, su mama, para abrazarla y besarla y poder decirle aquel dulce, Feliz día mamá.
El domingo pasado 85 familias lloramos en silencio. Buscamos en soledad. Recordamos íntimamente lo que nos arrancaron, lo que podría haber sido y no fue, los sueños y las ilusiones truncadas.
Y aun aquí estoy como ven, papel en mano, sin poder decirles nada nuevo, nada que ya no hayan escuchado.
Somos padres, esposos, hijos, hermanos, amigos, unidos en una sola voz y de pie frente al dolor.
Un dolor que llegó a nuestras vidas y se instaló para siempre como un integrante más en la familia, sin que podamos luchar contra él.
Porque el dolor no se vence, es imposible. De a poco, uno aprende a convivir con él, y a partir de él fortalecerse y llorar peleando.
Porque no hubo ni habrá tregua, nos resistimos a sentarnos a llorar la ausencia.
Porque lejos de eso, y desde el vacío, elegimos unirnos en un solo y potente grito en reclamo de justicia.
Sólo me resta por decirles a quienes fueron arrancados de nuestro lado, que esta lucha no nos doblega, todo lo contrario. La adversidad no nos mata, aunque a veces falte el aliento.
Que nos aferramos a la vida y esperamos. Porque sus vidas y las nuestras, se encontrarán algún día, en el instante que no muere.
Y allí podremos decirles sin bajar la mirada, que estuvimos siempre de pie, persiguiendo la justicia, y fieles guardianes de la memoria.
A ustedes, solo me resta preguntarles:
¿Acaso entonces, me comprenden cuando les digo que hoy nada nuevo tengo para decirles?
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