Conocí a Gustavo Arribas en el año 1995, en una circunstancia muy particular, vinculada a la censura impuesta por los esbirros de Rubén Beraja en la señal de TV Alef Network en la que Marcos Doño y yo dirigíamos el departamento de noticias. En aquél momento, el poderoso era Beraja, y Arribas un escribano más de la zona de Tribunales que aceptaba hacer constataciones a domicilio.
Hacia fines de 1995 el canal llevaba unos pocos meses de emisiones (la primera producción local del canal la realizamos con un programa especial en julio de 1995, justo para el primer aniversario del atentado a la AMIA, con una posición muy crítica hacia las investigaciones y las autoridades nacionales). Pese a la llamativa falta de apoyo de los principales socios inversionistas capitaneados por el titular del Banco Mayo, el equipo periodístico avanzaba en la dirección correcta, con planteos que ahora, 23 años después, se están discutiendo en el juicio oral . La reacción negativa de Beraja y sus acólitos no fue explicitada argumentalmente. Pero de inmediato se implementó en el canal una política de hostigamiento y persecución contra el departamento de noticias, con despidos y corte de provisión de servicios, con el propósito de eliminarlo. Preferentemente, a través de mandaderos, y sin dar explicaciones, como hacen los poderosos. El 15 de diciembre de 1995 decidimos con Doño documentar la censura y otras anomalías que ocurrían en el canal y en el Banco Mayo, para lo que decidimos buscar algún escribano que aceptara concurrir con nosotros al canal y levantar un acta notarial. El consultado por razones de vecindad fue Gustavo Arribas, quien tenía sus oficinas en el mismo edificio de la calle Viamonte al 1300 que el estudio jurídico de mi padre, en la cuadra de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Concurrimos los tres al canal Alef Network, que por entonces funcionaba en un piso de la sede porteña del Club Náutico Hacoaj en el barrio de Almagro, y comenzamos la constatación, volcada al acta de puño y letra del escribano Arribas. Promediando la misma, el “director general” de facto y vocero de Beraja, Pablo Perel, irrumpió, y tras ir a consultar telefónicamente con Beraja -según quedó asentado- llamó a un policía federal y a guardia privada para impedir la continuación del acto. Tal como consta en la parte del acta que sigue a continuación, finalizada en la vereda del canal y con la firma del nuevo titular de la Agencia Federal de Inteligencia. Por estos días, en el juicio por encubrimiento, el procesado Beraja se declara una víctima inocente, “ajeno” al gigantesco engaño judicial y mediático del que formó parte. La historia completa de cómo el titular de la DAIA censuró la información sobre la causa AMIA, en el link de abajo:
http://lacausamia.blogspot.com.ar/2016/10/la-censura-que-derribo-un-canal.html
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