Las líneas que siguen versan sobre una mujer amada y odiada tanto mientras vivía como en el presente. Las líneas que siguen intentan ilustrar los hechos de infancia que marcaron a una mujer que cambió la historia argentina. Indudable es que María Eva Duarte de Perón o Evita, rompió el molde y modificó el curso de la historia para que otros no tuvieran que sufrir las injusticias que ella padeció de pequeña.
Los orígenes
María Eva Duarte de Perón nació un 7 de mayo de 1919 en la provincia de Buenos Aires. La historia la conocería como Evita y la pondría una y otra vez en el centro de las polémicas políticas. Nació bajo el nombre de Eva María Ibarguren; su padre, Juan Duarte tenía dos familias. Su “esposa legítima” era Estela Grisolia con quien tenía hijos, pero a la vez había formado otra familia en secreto junto a Juana Ibarguren, la madre de Eva. El destino quiso que el secreto se revelara dolorosamente para todos cuando Juan Duarte murió en un accidente de tránsito. Fue entonces que Juana tomó a sus cinco hijos de la mano, vistiendo todos de luto y enfrentó la verdad al intentar presentarse para despedir los restos del padre de sus hijos en casa de la “esposa legítima”. Terrible debe de haber sido experimentar el rechazo porque les fue prohibido entrar en la casa y tuvieron que soportar insultos por parte de la “esposa legal” de Juan. La pequeña Eva tenía sólo siete años pero jamás lo olvidaría. Este como tantos padecimientos sufridos en carne propia, dejaría una marca indeleble en la pequeña Eva, quien luego al devenir Evita impulsaría la sanción legal del reconocimiento de los hijos antes llamados “ilegítimos” y de las madres solteras.
Con sus pequeños hijos a cuestas, Juana debió abandonar el campo y con la venta de su alianza pudo alquilar una vivienda de dos ambientes, luego alquiló una vivienda de dos ambientes, muy precaria, situada en la localidad de General Viamonte, donde debieron vivir todos hacinados. Pero aún si bien debía pasar el día entero doblada sobre una máquina de coser, logró que a sus pequeños no les faltara la comida y tampoco el afecto familiar. Ya de niña, “chola” como llamaban a Eva mostró su espíritu solidario cuando iba a visitar a su vecina paralítica para alegrarla un poco en medio de la soledad y la pobreza que padecía la señora postrada en su cama. Con el tiempo la “payasita” recordaría los sufrimientos de aquella mujer y ayudaría a los discapacitados de todo su país. Otro de los hechos de su infancia que la marcarían y que luego en el poder influiría para hacer cambios en beneficio de todos, fue un episodio en vísperas de Reyes, cuando escribió una carta pidiendo una muñeca. A la mañana siguiente fue a la ventana donde había dejado la carta en sus zapatitos y encontró una gran muñeca, hermosísima pero que tenía una pierna rota. La mamá Juana no le dijo que fue todo lo que pudo pagar en la juguetería, sino que le inventó la bella historia de que se les había caído del camello a los Reyes. La niña Eva compungida por esto le hizo un vestidito larguísimo a la muñeca para que no se viera que tenía una pierna rota. Años después se dedicó a regalar juguetes de primera calidad a todos los niños pobres y asegurarles atención médica digna de reyes en cualquier hospital público.
En Buenos Aires
La leyenda cuenta que Eva llegó a Buenos Aires siguiendo al cantor Agustin Magaldi, sin embargo los biógrafos comprobaron que el cantante famoso por aquel entonces nunca actuó cerca de General Viamonte. Lo más creíble y veraz fue que Eva llegó a la capital a sus quince años junto a su madre, después de que el director del colegio convenciera a Juana de que ayudara a su hija que quería por todos los medios intentar una carrera artística, a tal punto que prohibía que la llamaran por su nombre habiéndolo cambiado por el de Norma Shearer, una gran diva del Hollywood de entonces.
Pero la vida no era fácil y la madre debió volver al pueblo y dejar en la capital a la empedernida adolescente Eva, quien no se resignaba fácilmente. La joven sufrió necesidades mientras deambulaba sin suerte por las radios y estudios de cine, vivió en conventillos y cuartos de pensión y trabajó como costurera. Finalmente consiguió su primer trabajo en el medio artístico en un programa en radio Belgrano que se llamaba “Mujeres célebres”, en el cual prestaba su voz a heroínas de la historia. Luego hizo algunas giras teatrales que le daban muy poca ganancia a tal punto que una de sus compañeras de entonces Pierina Dealessi contó después que Eva solía cenar mate y ella le agregaba un poco de leche “porque la veía muy flaquita”. Uno de sus amores de entonces fue el director de “Sintonía” quien la ayudó a hacerse un lugar en el arte y llegar a ser tapa de la famosa revista. Luego Eva mostró su talento actoral y realizó sus primeros trabajos en el cine. Primero en una película de Sandrini con un papel secundario, después en “La cabalgata” y como protagonista en “La pródiga”. Así fue que dejó de lado la miseria y puso su firma para comprar un departamento en la calle Posadas.
Junto a Perón
Fue un día de enero de 1944 cuando durante un acto solidario en el Luna Park ,a beneficio de las víctimas de un terremoto en San Juan, que Eva conoció a Perón. Fue Libertad Lamarque quien los presentó y cuando le tocó el turno de subirse al escenario, Eva se sentó junto al Coronel. A partir de entonces nunca se separaron. El era viudo y tenía 48 años, ella 24. Días después Perón se instaló en su departamento de la calle Posadas cuyas paredes fueron testigo de muchos sucesos que cambiarían el rumbo de la Argentina. Fue allí donde lo detuvieron a Perón en 1945 y Eva movilizó a los obreros que poblaron por primera vez la Plaza de mayo el 17 de octubre, consiguiendo su liberación de la Isla Martín García.
Desde su confinamiento Perón le escribió:
“Haré lo posible por regresar a Buenos Aires, nos casaremos al día siguiente y nos iremos a vivir a Chubut. Amor mío, tengo en mi cuarto aquellas pequeñas fotos tuyas y las contemplo todo el día con los ojos húmedos. Que no te pase nada o de lo contrario mi vida habrá acabado. Cuidate mucho y no te preocupes por mí, pero quiéreme mucho porque necesito tu amor más que nunca.” El 18 de octubre se casaron en el departamento de la calle Posadas por civil y el 10 de diciembre de 1945 lo hicieron en la Iglesia San Francisco en la ciudad de La Plata, en compañía de unos pocos familiares. En aquel entonces, Perón ya era candidato a Presidente de la República y cuando luego él ganó la presidencia con el 54 por ciento de los votos, estaba ya claro que Eva sería su mano derecha más que la clásica primera dama que sólo se muestra para los eventos protocolares. Afirmó claramente: “prefiero ser Evita a ser la mujer del Presidente de la República”. Y así fue que pasó a la historia. Construyó hogares para ancianos, hospitales para niños, miles de escuelas y jardines maternales, viviendas. Se encargaba personalmente de las personas que venían a diario a verla a la Fundación Eva Perón. Una de las tantas mujeres carenciadas que la visitó recuerda que al terminar de escuchar el relato de su situación dijo: “Le dan a la señora un trabajo y una vivienda para su familia, ¡hoy! Y tome esto, póngase linda, una mujer debe estar siempre arreglada, aunque sea pobre, con más razón.” Impulsó decenas de leyes a favor de los derechos sociales, tal vez la que más trascendió fue la conquista del voto femenino. Depositó su primer voto desde una cama de un hospital, ya enferma de cáncer de útero. Después del diagnóstico siguió trabajando durante dos años más. Murió con tan sólo 33 años de edad, el 26 de julio de 1952. Evita ha sido y seguramente lo seguirá siendo, centro de polémicas políticas, algunos a favor y otros en contra, lo cierto es que nadie puede dudar la importancia de aquellos cambios que realizó al otorgarles derechos a los más desfavorecidos y a los trabajadores. Y más allá de la polémica también es indiscutible que siendo de origen muy
humilde, habiendo sufrido de pequeña necesidades económicas, injusticias, quedando desamparada por la ley que marginaba y excluía a los hijos llamados “ilegítimos” por ser extramatrimoniales, una vez alcanzado el poder se dedicó a revertir sus padecimientos de pequeña. A diferencia de la mayoría, una vez alcanzada la cima no se olvidó de sus orígenes, sino todo lo contrario: se dedicó a que otros no tuvieran que padecer lo mismo que ella. Y para finalizar esta reseña, quisiera hacerlo con palabras de la poetisa Maria Elena Walsh, quien fuera la mujer que le dedicó un poema al coraje irreverente de Eva Perón:
Eva (fragmento) “ No descanses en paz, alza los brazos no para el día del renunciamiento sino para juntarte a las mujeres con tu bandera redentora lavada en pólvora, resucitando. No sé quién fuiste, pero te jugaste. Torciste el Riachuelo a Plaza de Mayo, metiste a las mujeres en la historia de prepo, arrebatando los micrófonos, repartiendo venganzas y limosnas. Bruta como un diamante en un chiquero ¿Quién va a tirarte la última piedra? Quizás un día nos juntemos para invocar tu insólito coraje. Todas, las contreras, las idólatras, las madres incesantes, las rameras, las que te amaron, las que te maldijeron, las que obedientes tiran hijos a la basura de la guerra, todas las que ahora en el mundo fraternizan sublevándose contra la aniquilación. Cuando los buitres te dejen tranquila y huyas de las estampas y el ultraje empezaremos a saber quién fuiste. Con látigo y sumisa, pasiva y compasiva, única reina que tuvimos, que arrebató el poder a los soldados. Cuando juntas las reas y las monjas y las violadas en los teleteatros y las que callan pero no consienten arrebatemos la liberación para no naufragar en espejitos ni bañarnos para los ejecutivos. Cuando hagamos escándalo y justicia el tiempo habrá pasado en limpio tu prepotencia y tu martirio, hermana. Tener agallas, como vos tuviste, fanática, leal, desenfrenada en el candor de la beneficencia pero la única que se dio el lujo de coronarse por los sumergidos. Agallas para hacer de nuevo el mundo. Tener agallas para gritar ¡basta! Aunque nos amordacen con cañones”.
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