“He visto a veces sillas que aun cuando están ocupadas, están vacías. Ocupa la silla en la que te sientes.” (Rabí Najman de Bratzlav)
Ocurre a veces en algunas vidas -no en todas, por cierto - que la vivencia de vacío causada por no estar habitando la propia existencia, acucia. Una vez que esta vivencia es percibida como tal, dicha percepción puede desembocar en una encrucijada existencial donde quien asume la responsabilidad por ese sentir advenido debe enfrentarse a una decisión: o se busca el sitio vital que se desea ocupar, o bien se convive con aquel vacío cercano a la ausencia de sí mismo.
La primera opción implica asumir un viraje; la segunda, lidiar con el permanecer del mismo modo. En ambas algo es seguro, si la vivencia ha advenido, si una pregunta ha surgido, la vida será de allí en más la encarnadura de una elección tomada.
No es dada a todo ser humano la fortaleza para enfrentar la incertidumbre que adviene luego de haber decidido virar el rumbo del propio vivir. Del resquebrajamiento de un vivir anterior y del construir una otra vida sin la certidumbre de qué advendrá pero con el indudable saber de qué se desea, trata la última novela de Silvia Plager, “La rabina” (finalista del Premio Planeta 2005).
Tal como el título presagia, aquello que recorre con pluma magistral la ya célebre escritora es el advenimiento del deseo de una mujer de ser rabina. En clave de novela nos presenta los mundos, las pasiones, las dudas, los pesares, ansiedades y también gratas alegrías de Esther Feinberg a partir del momento en que elige ser rabina. La elección no es sencilla de por sí, y en la presente obra cobra además el valor de ser una decisión tomada luego de haber transitado una vida disímil al nuevo rumbo a seguir.
“Antes era un cúmulo de actos previsibles: la hija obediente, la buena alumna, la novia, y la esposa cuya decencia y habilidad doméstica estaban a la vista...Y de pronto la bisagra, la necesidad del salto (...)”
Esther está arribando a sus veintinueve años. Promediando su vida renunciará al ideal de la “Jewish Princess”. Nacida en la Argentina, se ha radicado hace tiempo con su familia en los Estados Unidos; allí ha iniciado sus estudios en leyes, se ha casado con un rico abogado convirtiéndose así en ¨Misses¨ Stern.
Sin embargo, aun si lo forjado en su vida hasta entonces podría verse como el logro de una vida apacible, Esther siente dentro de sí nacer la irrefrenable voluntad de convertirse en rabina. Dejarse guiar por esta pasión no es sin consecuencias. La joven que hasta aquí ha seguido los clásicos modelos que de ella se esperaban, deberá devenir otra y parte de ese devenir será enfrentar las repercusiones que a su alrededor producirá su ‘necesidad de salto’.
“-Esther, sólo lograrás hacer daño a tu comunidad, a tu familia, a tu matrimonio. Y lo que es peor, arruinarás tu vida. Ninguno de los tuyos tuvo que ser rabino para saber quién era. Les bastaban sus muertos, sus costumbres, sus comidas...”
De este modo se inicia la historia. En una fría noche de invierno, Esther cuenta a su padre su deseo, recibiendo por respuesta estas gélidas palabras cuya raíz probablemente no sea el desamor, sino más bien el temor y la desilusión por ver caer el ideal representado para su hija. De boca de su esposo en cambio, oirá sentencias que rozan la ironía y el sarcasmo. Es entonces cuando Esther, sin abandonar su decisión, se refugia en el silencio al tiempo que realiza lo necesario para convertir en realidad lo anhelado. Retoma sus estudios de hebreo, concluye su carrera universitaria, necesaria para comenzar sus estudios rabínicos y se apronta para viajar a Israel: a Esther no le bastan sus antepasados, las costumbres y las comidas; a Esther la aguijonea un impulso que debe materializar para saber quién es.
Para casi todos viajará para realizar sus estudios para ¨mora¨ (maestra), tan sólo unos pocos saben que su camino no se detendrá allí, sino que es un eslabón que la conducirá a su futura ordenación.
La primer parte versa sobre la bisagra. Las inquietudes, los temores y la soledad acompañan su nuevo andar, que a pesar de los confusos sentimientos se mantiene firme en la elección.
Plager ilustra con maestría este tiempo de transición poniendo palabras al convulsionado interior de Esther.
La presente novela posee claramente un estilo introspectivo en el cual el tiempo del no saber y de la duda, aquel en el que los ropajes anteriores no se han todavía quitado y los nuevos aún no se vislumbran, nos es brindado a través de una prosa que recorre los intersticios más remotos y profundos del alma humana y femenina.
En el segundo tramo de la obra, una vez atravesada la aspereza de la transición, asistimos a la mutación de Esther quien en Israel será primero ¨mora¨, luego rabina; se convertirá en compañera del amor que allí ha hallado, y será madre.
Reflexiones sobre la mujer y el judaísmo contemporáneo
La novela se yergue sobre dos tópicos entrelazados en los cuales la historia se desarrolla: el lugar otorgado a la mujer en el siglo XX y los diversos modos contemporáneos de sentir el judaísmo.
En clave literaria, Silvia Plager nos ofrece una profunda reflexión cuya indudable base es la investigación, tal como dejan entrever los datos históricos que aquí nos proporciona. Con la mirada crítica que caracteriza el escribir de Plager, a través de los pensamientos y la búsqueda que emprende Esther en Israel, la autora nos conduce a interrogarnos sobre la problemática histórica del judaísmo en general, y en particular el lugar dado a la mujer.
El lector atento encontrará en los personajes, diversos arquetipos femeninos que van desde la quietud de la tradicional hija y esposa ortodoxa, hasta el ímpetu innovador de la mujer que lucha para que nuevos espacios le sean otorgados dentro de la práctica religiosa. En esta última vía se halla el cauce que elegirá Esther para guiar su apasionada búsqueda religiosa. Como reflejo e inspiración perteneciente al pasado, Esther toma la historia de Regina Jonas como emblema.
Regina Jonas ha sido la primera rabina mujer. Su afán por inaugurar dicho sitio dentro de la comunidad le ha valido no pocos sinsabores que sin embargo, su convicción ha sabido sortear. Su final se ha teñido del sombrío destino de muchos: sus días culminaron en Auschwitz. Pero aún allí en el lugar más sórdido inimaginable, la rabina continúa siendo guía y sostén de otros.
Los arquetipos, las distintas formas de vivir, sentir y practicar el judaísmo -desglosamos aquí los términos a sabiendas que no son uno sin el otro-, tanto en el presente como en el pasado, conforman un abanico de perspectivas que a veces en tensión, otras en diálogo abordan la temática judía en su intríseca multiplicidad.
Tanto la trama, como la caracterización de su personaje principal y de aquellos que giran en torno de Esther, así como los evocados históricamente, no constituyen un intento de delimitación dicotómico entre lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo. La reflexión constante, los errores y temores están permanentemente presentes en el discurrir de la escritura de Plager a la hora de tratar problemáticas en torno no sólo de la identidad judía sino del humano vivir. Tal vez sea por ello que la metáfora basada en lo luminoso y lo oscuro está presente por doquier en la novela, dando cuenta de que ambas facetas son frecuentemente indiscernibles. Pareciera que la sabia pluma de Plager busca aquí exhortarnos a dejar de lado las oposiciones simplistas ´a priori¨, al tiempo que nos conduce a adentrarnos en los senderos de lo complejo.
En pocas palabras, ‘La rabina’ es una obra que pone en tela de juicio los dogmas en pos de la humana búsqueda marcada por claroscuros. Y en ello radica una de las cualidades que la hacen exquisita para todo lector
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