Existe en casi toda Latinoamérica una importante discriminación hacia los descendientes de los antiguos pobladores de estas tierras y sus mestizos. En la Argentina se los llama despectivamente negros, gronchos, cabecitas negras. Antaño se apodaban chinas, a las mujeres de ese grupo.
Estas denominaciones no correspondían, en verdad, a los criollos, que eran los hijos de españoles nacidos en América, sino a los indios, y sus mezclas, de ahí que puedan existir diferencias físicas.
Latinoamérica fue colonizada por españoles varones, que se mestizaron (las mujeres eran menos del 10%), a diferencia de Norteamérica que lo fue por familias inglesas enteras.
Esto constituye una diferencia importante. Los descendientes de los indígenas y mestizos, no son únicamente los pocos que quedaron en comunidades alejadas, sino que, después de haber sido diezmados y sometidos durante siglos, se han reproducido…, ahora son millones y, en la Argentina,
una gran parte de ellos vive en el Gran Buenos Aires y en la Capital Federal.
Procedencia de origen asiático, habrían venido del Asia Siberiana, 38.000 años a.C.
En el momento del descubrimiento, salvo raras excepciones, se encontraban casi en la prehistoria, no guardan en su herencia arcaica ningún registro de haber pasado por la Edad Media ni por etapa similar, lo cual les otorga características muy particulares a los procesos regresivos inconscientes, diferentes a las de sus primos asiáticos que han llegado ahora y a las de los descendientes de europeos.
Freud utiliza el concepto de herencia arcaica para referirse a experiencias vividas por nuestros antepasados remotos, que hemos recibido a través de los siglos, vivencias ajenas que tenemos incorporadas en nuestro inconsciente —a través del lenguaje y su estrctura, de las religiones u otros medios—.
La influencia que tiene sobre la identidad de estos compatriotas la falta de registro del Medioevo, en su herencia arcaica, es mucho más fuerte que la del imaginario social, noción con la que el filósofo Castoriadis describe la trama institucional y social que con sus reglas condiciona, de manera inconsciente también, la conducta de las personas, pero sólo a lo largo de sus vidas, constituyendo una articulación entre lo subjetivo y lo social.
Este anacronismo y desfasaje, en relación a la herencia arcaica, es más fácil de comprender si nos imagináramos, como hipótesis, que una civilización, 38.000 años más evolucionada nos colonizara, hoy, a nosotros: nuestros bisnietos y choznos no tratarían tampoco de buscar mayores progresos que los que recibirían de los conquistadores, sino, más bien, por el contrario, sentirían nostalgia por nuestra cultura y desearían recuperarla, suspirarían por un plato de sopa o un churrasco, en lugar tener que aspirar para alimentarse un fluido nutricio y perfumado que les brindarían unos supuestos aparatos electrónicos, por poner un ejemplo, o desearían acostarse en una cama, si algún moderno suministro les hiciera innecesario el dormir cotidiano.
Algo similar es lo que ocurre ahora con gente que mantiene nostalgias y añoranzas inconscientes, antiguas y telúricas. El desconocimiento o negación de este fenómeno nacional constituye una forma de cruel racismo, una discriminación secreta que mantiene a esta gran parte del país fuera de la comprensión, de la cultura, del poder, del bienestar y de la salud o atención médica…, o sea más cerca de la muerte.
Ningún gobierno se ha planteado esto como un problema que trasciende lo económico y lo educativo. Sólo se los tiene en cuenta en el momento de obtener sus votos. Los individuos de la clase alta y media se identifican, en general, con los europeos; en cambio, en los citados perdura la fantasía inconsciente, que los transporta a la época salvaje, primitiva y soberbia de la América precolombina; quizá sienten que los han hecho evolucionar mal, de golpe y demasiado para su capacidad de adaptación.
No sólo habría que mejorarlos económicamente e incluirlos en la cultura, sino, fundamentalmente, esclarecerlos en relación a los mencionados conceptos psicosociales. Como se comprende, esto tendría que llevarse a cabo a través de un verdadero trabajo psicológico, de una elaboración que permitiera la comprensión y la evolución de las personas. Eso llevaría a una real integración nacional.
Todos debemos subir al carro, pues el que no lo haga tirará para atrás… o, sin darse cuenta, hacia fuera, para los que nos engañan con los vidrios de colores. Esto último es de fundamental importancia, pues es justamente lo que obra a favor de las corporaciones y países subdesarrollantes, que crecen, prosperan y viven a costillas de los subdesarrollados… que sobreviven. La fascinación de la toldería Todo esto es algo más complicado, pues también el resto de los individuos mantiene, aunque en zonas más lejanas de su filogenia, huellas de comportamientos y respuestas primitivas.
Esto predispone a cierto mimetismo con el grupo descrito anteriormente, que genera una tendencia regresiva también en otros compatriotas.
El cristiano que se refugiaba en las aldeas indias, al poco tiempo, se volvía más agreste y salvaje que los mismos indios; fenómeno al que se denominó: "La fascinación de la toldería". Relataba el ingeniero A. Ebelot en su libro sobre las pampas, que el cristiano que se refugiaba en las aldeas indias, al poco tiempo, se volvía más agreste y salvaje que los mismos indios; fenómeno al que se denominó: "La fascinación de la toldería".
Todo este conjunto de elementos inconscientes psicosociales, que incide sobre una gran parte de la población, constituye el núcleo de los problemas del país, al cual núcleo se van agregando otros males, que son los que más se ven y se denuncian, en general de índole económica.
Psicología política
El poder trabajar psicológica y socialmente, sobre esas causas centrales, posibilitaría una mejoría global, aunque los factores externos y más visibles serían quizás, a la postre, elementos que se opondrían de distinta manera al desarrollo y al alcance de las metas ambicionadas.
No hay que dejar de tener en cuenta que, aparte de la elaboración psicológica que sería necesario llevar a cabo, como hemos establecido, también sería imprescindible hacer, desde luego, que estos grupos discriminados mejoraran económica y culturalmente; tal empeño, en su conjunto, produciría un progreso de todo el país. Dicho sea de paso, la psicología mejoraría, también, el funcionamiento de cualquier gobierno de Europa y del primer mundo; podrían dejar de gastar sus energías y capitales en luchas vanas y desatinados emprendimientos tendientes a mantener una preeminencia narcisista, y una hegemonía sobre el tercer mundo y utilizar todos sus recursos, por poner un ejemplo, en mejorar la salud y enfrentar enfermedades propias de nuestra época que nos vienen jaqueando y derrotando, y en algunas otras metas más convenientes y enriquecedoras.
Además, así como en Latinoamérica las clases ilustradas se beneficiarían con el progreso cultural y la maduración psicológica de los sectores de la población a los que nos venimos refiriendo; del mismo modo, el primer mundo adelantaría con la salida del estancamiento de los países del sur: habría un florecimiento global. Por ahora estas metas se presentan distantes y utópicas. La psicología está difundida ampliamente como ciencia terapéutica, también es utilizada cada vez más, en las áreas laborales e institucionales; sin embargo, no se tiene en cuenta a la hora de gobernar, ni para los fines antedichos ni para ninguna otra aplicación.
En las empresas y en muy diversas instituciones privadas, verbigracia, se hace un estudio psicotécnico y de aptitud de los candidatos a desempeñarse en distintas áreas ocupacionales, pues se ha comprendido lo favorable de estos estudios, y se usa la psicología y otros recursos para la capacitación de las personas; no obstante, no se adoptan medidas semejantes para la elección e ilustración de funcionarios y autoridades que asumen la responsabilidad de regir el destino del pueblo.
Esta omisión, que nos cuesta cara, es una muestra, y habla de por sí, de la inutilidad, por el momento, de esperar que la psicología pueda tener un lugar en las esferas gubernamentales, y que sus beneficios alcancen a mejorar al país en su conjunto.
Es considerada como especialidad terapéutica en las empresas de medicina prepaga e incluso, en ese mismo sentido, es tenida en cuenta en los servicios de psicopatología de los hospitales que dependen del Ministerio de Salud Publica y en los peritajes judiciales; pero no se contempla la importancia de sus aplicaciones en lo social y político.
Mientras tanto, se mantiene en los países una idea despectiva hacia aquellas personas, mencionadas al principio, algunos hacen como si no existieran; menosprecio rayano en la indiferencia…, desdén sólo comparable al que sienten en Europa hacia los latinoamericanos.
Sería interesante analizar el efecto psicosocial, que el triunfo de Evo Morales puede llegar a producir; no sólo en Bolivia, sino en el resto de los países.
Al mismo tiempo, hay que considerar que no es el primer presidente —según su acepción— indígena... indios han sido todos los gobernantes anteriores a la colonización.
Alejandro Sicardi
Médico - Docente de Salud Mental Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires www.sicardialejandro.com
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