A pedir perdón y dar luego las gracias
al sacar miel de la colmena.
A bendecir antes de comer las frutas arrancadas
del árbol y agradecer a éste.
A besar un trozo de pan que no iba a comer,
antes de tirarlo.
A cortarme las uñas salteado y no en orden,
pues bajo ellas se junta toda la suciedad y los
5 libros de la Toráh, que son lo más sagrado,
se leen en orden y no se trata igual lo más sucio
que lo más puro.
A pelear y a defenderme.
A buscar a D’s en todas partes y si creyera que no
está, a mirar los ojos de un niño.
A distinguir las espigas de trigo erguidas, brillantes
y vanas, de las opacas y dobladas pero rebosantes
de semillas.
Que maestro del hijo debe ser el padre.
Que cualquiera y toda mujer debe ser tratada como
fino cristal.
Que debo buscar la justicia, aunque para ello deba
recurrir a la violencia.
Que cualquier tierra, si recibe una lágrima y gotas
de sudor trabajado, dará origen a una planta que
nos brindará una flor.
NO me enseñó a vivir sin extrañarlo.
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