LA VOZ y la opinión


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Diseñó la política internacional
Henry Kissinger

Por Moshé Korin
Vivimos una época de profundos cambios, y entre éstos, de no menor trascendencia son los que hacen al nuevo panorama que se está delineando en el mundo, en particular con la asunción de Barack Obama. Entiendo que justamente, y dado que como hoy ya es reconocido por todos, las capacidades van otorgando forma a las intenciones de las personas y en éstas encontramos asimismo el punto de partida de las políticas, por lo cual es importante echar una mirada al mundo que concluye, siguiendo lo realizado por ciertas personas.

Hegemonía
En este mundo que hoy, quizá, ya esté dando forma a un poder más diluido, los Estados Unidos han tenido un rol preponderante. En los últimos años todos hablan de su poderío hegemónico. Pero ahora tenemos que recordar que antes de la caída de la Unión Soviética al nacer los años ’90, ese poderío lo compartían las dos grandes potencias: los Estados Unidos y la Unión Soviética.
Y, justamente, en años de enfrentamiento que serían a la postre decisivos, los Estados Unidos ejercen un importante liderazgo en gran parte del mundo, a partir de una definida política exterior. Uno de los mayores responsables y artífices del diseño de esa política, fue un judío nacido en Alemania: Henry Kissinger.

Político y diplomático
Por ello esta breve nota está dedicada a pasar revista sobre aspectos de su pensamiento y de su acción, tanto para ver más de cerca algunas de sus opiniones como también para interiorizarnos siquiera mínimamente en los entretelones de la alta política internacional en una época determinada.
Kissinger, el hombre que llevó tan lejos como es posible imaginar el mundo de la diplomacia, ha sido un paladín de las relaciones internacionales; exitoso como pocos en la tan difícil arena de la negociación por la paz mundial, es asimismo uno de los más prestigiosos analistas en Política internacional.

Ciudadano norteamericano
En un hogar judío de Furth (Alemania), hijo de Louis y Paula Kissinger, nace Heinz Alfred Kissinger (su nombre originario) el 27 de mayo de 1923. En 1938, es un jovencito quinceañero, que con su familia huye de la Alemania nazi, arribando a los Estados Unidos. En 1942 obtiene la ciudadanía norteamericana. El joven Heinz pasa a llamarse Henry, participando en la Segunda Guerra Mundial y, luego, es un muy talentoso estudiante de Ciencias Políticas en el Harvard College, doctorándose en 1954 como “Summa cum Laude”.
Se inicia en la política activa, afiliándose al Partido Republicano. En el orden personal, se casa con Nancy —compañera de toda la vida—, y tienen dos hijos: Elizabeth y David.

Convocado
En 1955 siendo Nelson Rockefeller el Asistente Especial para Asuntos de Seguridad Nacional (durante el gobierno de Eisenhower), convoca a Henry Kissinger en carácter de Consejero para Cuestiones de Seguridad. Es el “bautismo de fuego” de Kissinger en la alta política norteamericana. Son los días en que la “Guerra Fría” —entre norteamericanos y soviéticos— es una realidad contundente, y la tarea básica de Kissinger —conjuntamente con la de otros profesores de Harvard que aglutina Rockefeller— es la de asesorar sobre cómo los Estados Unidos pueden tomar la iniciativa en la política internacional, y articular objetivos de largo alcance.

Intoxicación
En su despojado análisis, Kissinger reconocería luego que esta importante función pública significaba mucho para él como para sus colegas. “Estábamos intoxicados por nuestra proximidad al poder, y, me atrevo a decir, a la riqueza”, reconocería. Lo cierto es que para un joven profesor judío nacido hace apenas poco más de treinta años y del otro lado del océano Atlántico, esto ya significa un ascenso más que importante. Formidable es su inserción en ese medio al que había llegado con su familia, siendo menor de edad, y como uno de millones de judíos que huyen del nazismo.
Pero, como recordarán los lectores de más años, disputas internas en el Gabinete de Eisenhower llevan a Rockefeller a renunciar poco antes de finalizar 1955, y con él, también se marcha Kissinger de su importante función estadual.

Exitoso autor
A partir de 1957 realiza una muy intensa actividad docente, sobre Asuntos Gubernamentales e Internacionales en Harvard. En uno de los Seminarios Internacionales que Kissinger dicta ese año en esta Universidad, entre sus alumnos se encuentra Igal Alón, ex importante jefe de las tropas israelíes, comandante del “Palmaj” (la fuerza de choque).
Kissinger es un autor requerido y pronto sus libros sobre política internacional ganan lectores, al mismo tiempo que se convierten en obligatoria consulta para los estudiosos y los funcionarios públicos. Entre otros libros, Kissinger publica “Armas Nucleares y Política Exterior” y, uno de gran difusión también, es “La Necesidad de Elegir”.

Con Kennedy
Al llegar los años ‘ 60, llega a la Casa Blanca el demócrata, John F. Kennedy, quien vence al republicano Richard Nixon en elecciones que tienen en la campaña el fuerte ingrediente del debate televisado entre los candidatos. Y, aun siendo Kissinger del partido Republicano, John Kennedy lo convoca para cumplir función como Consultor. Con Kennedy —él mismo egresado de Harvard en Ciencias Políticas— por vez primera los intelectuales y profesores de Harvard —entre ellos nuestro Mr. Kissinger— adquieren responsabilidades no sólo en el asesoramiento, sino también en la faz operativa. Kissinger elogiaría la “energía y alada imaginación” del joven presidente, admitiendo: “quedé fascinado por su vitalidad”. Kissinger no cortó sus lazos con Rockefeller, por lo que sólo pasaba uno o dos días a la semana en la Casa Blanca.

Extraña sensación
Tuvo entonces Henry Kissinger una sensación extraña: de un lado, se sentía íntimamente demasiado involucrado para poder mantener cierta distancia o cierto aire misterioso que caracteriza a los hombres en esa función; y, por otra parte, se sentía algo alejado para participar de las decisiones importantes y que exigen rapidez en la actuación. A esto se le suma que tuvo que vérselas con el recelo de McGeorg Bundy, uno de los hombres de confianza del presidente, con el cual nuestro hombre no tuvo el mejor trato imaginable…
Hasta que entiende —y, con admirable capacidad analítica reconoce— que le está ofreciendo a Kennedy asesoramientos indeseados por éste, sobre aspectos en los que el presidente nada puede hacer. Kissinger ve que su tarea le deja un sabor a frustración, y entonces con la honestidad intelectual que lo caracteriza, renuncia al cargo a mediados de 1962.

Visitando Israel
En los años ´60, realiza Kissinger tres muy breves visitas a Israel. En una de ellas se entrevista con el entonces ministro de Educación, Abba Eban. En otra visita, recorre el norte, y, en el Kibutz Guinosar, a orillas del Mar de la Galilea, se reencuentra con su ex alumno, el citado Igal Alón, más tarde ministro de Relaciones Exteriores de Israel y vice primer ministro.

En el Pentágono
A su vez, Kissinger ingresa al Pentágono, iniciando su tarea en la Agencia para el Desarme y el Control de Armas.
Cuando el vicepresidente Lyndon B. Johnson asume la presidencia, por el asesinato de Kennedy, Kissinger es también llamado a colaborar.
En su actividad docente, Henry Kissinger es “Guggenheim Fellow” en 1965/1966, y continúa siendo el autor de enorme número de artículos y de libros sobre Política, Asuntos Internacionales, Estrategia de Defensa. Todos muy requeridos por los especialistas como por el público en general.

Ofrecimiento
En 1968 en la Convención Republicana en Miami, previa a las elecciones de ese año, el grupo que lleva la candidatura de Richard Nixon se impone en la disputa interna ante el de Nelson Rockefeller —antiguo adversario de Nixon—. Kissinger es prácticamente uno de los más importantes laderos del candidato derrotado. Y, cuando llegan las elecciones nacionales en noviembre de 1968 el triunfo sonríe a los republicanos, llevando a Richard Nixon a la Presidencia del país.
Pese a haber estado en la Interna del lado de Rockefeller, el vasto conocimiento y el prestigio alcanzado por Henry Kissinger “obligan” en cierto modo al presidente electo, Nixon, a convocarlo. Kissinger que apenas recordaba haberse visto una vez con Nixon en una reunión social, en la mañana del lunes 25 de noviembre sube hasta el piso 39 del neoyorquino “Pierre Hotel” —uno de cuyas entradas da sobre la Quinta Avenida— y allí tiene la conversación con Nixon, a la que sigue otra, un par de días más tarde.

Consultas
Ante el ofrecimiento, Kissinger duda, y, le pide que le dé un par de días para responderle, ya que prefiere consultarlo con su círculo político.
Nixon, consciente de la situación, le dice que lo consulte con quienes él compartió los estudios universitarios, en la Universidad de Duke, y no con los egresados de Harvard. Nixon conocía muy bien que en Harvard no contaba con ninguna estima —igualmente Kissinger, quien hasta entonces era muy receloso de Nixon—. De prisa se marcha el profesor Kissinger para llegar a tiempo a dar su clase de las 16 horas en la Universidad de Harvard en el marco del Seminario sobre Política de Seguridad.

Conjeturas
Y, esa misma noche como también en los días siguientes, Kissinger consulta con la gente que políticamente acompaña a Rockefeller; y todos ellos le dicen que acepte el cargo. Pero con la agudeza psicológica que lo caracteriza, Kissinger advierte que más que nada, esa sugerencia se debe a que ellos conjeturan con que con él en una importante función en el nuevo gobierno, les sería más fácil incidir en las decisiones y tomar parte del poder político.
Kissinger da su consentimiento, y, el 2 de diciembre, el Presidente Richard Nixon en una conferencia de prensa que brinda en el mismo Pierre Hotel de Nueva York, realiza el anuncio oficial del nombramiento de Henry Kissinger como su futuro Consejero para Asuntos de Seguridad Nacional del Gobierno.

Premisa
Nixon que ya había tenido su experiencia como vicepresidente de la nación en la gestión de Eisenhower, desconfía notoriamente del Departamento de Estado y de los funcionarios afectados al Servicio Exterior, inclusive marginando también a la CIA de las decisiones importantes. La idea de Nixon, entonces, es la de dirigir la política exterior norteamericana desde la Casa Blanca.
Kissinger comprende muy pronto que debe olvidarse de sus prejuicios contra Nixon. Y su actividad desmiente las conjeturas de sus aliados de siempre, pues ellos no tienen acceso al poder, como previamente habían supuesto.
Es así, que de aquí en más, Kissinger adopta la premisa de que su objetivo debe ser que las cosas salgan bien para Nixon, con lo cual sería buena su política internacional y se beneficiaría su país.

Equilibrio
Los funcionarios norteamericanos del servicio exterior habían visto enormes oscilaciones en la forma de proceder de diferentes administraciones. Desde los tiempos del riguroso formalismo del gobierno de Eisenhower, se había llegado en el de Johnson a las frecuentes sesiones informales, donde se tomaban las decisiones en los almuerzos de los martes.
Lo que se propone Nixon es lograr un punto de equilibrio entre la rigurosa formalidad y la absoluta informalidad. En otro aspecto, Kissinger —como Nixon— es todavía alguien con mucho reparo en atender con frecuencia las requisitorias de la prensa, algo de lo cual más tarde se mostraría arrepentido.

Valor de la carambola
Kissinger lleva permanentemente su “Diario”, que luego vuelca en sus “Memorias”. Es, además de un hábil analista político, un hombre muy sagaz para sintetizar los aspectos que hacen a la psicología de las personas. Y afirma entonces en sus “Memorias” que pronto llegó a comprender que para Nixon las palabras “eran como bolas de billar: lo que importa no es el impacto inicial, sino la carambola”.
Asimismo, al hablar de este período de su relación con Nixon reconoce Kissinger: “Quedé impresionado por su perceptividad y conocimiento, tan opuestos a mi previa imagen de él”. A lo que nosotros podemos agregar, que muy posiblemente la presencia de Kissinger vigorizaba a Nixon y le permitía dibujar un mejor perfil en su actuación política.

Principios básicos
Kissinger entiende que son necesarios una coherencia y una precisión originales. Y, explica a Nixon que “el problema principal es liberar nuestra política exterior de sus violentas fluctuaciones históricas entre euforia y pánico”. Kissinger entonces comienza el diseño de la política exterior norteamericana en función de lo que considera los principios básicos del interés nacional, que trascienden a cualquier administración y que pueden ser conservados aun con cambios en los gobiernos.
Kissinger asevera que los criterios de prueba del liderazgo lo constituyen el coraje y la visión. Lo concreto es que el tándem Nixon-Kissinger comienza a tejer la política exterior norteamericana con singular relieve, constituyéndose en referente clave para entender hacia dónde va el mundo de esos días.

Medio Oriente
Es interesante la perspectiva que Kissinger brinda –en su Diario primero, en sus “Memorias” después— acerca del conflicto del Medio Oriente entre Israel y los países árabes. Remite su primera interiorización seria en el tema a una cena de la que participa en febrero de 1969 en la embajada británica en Washington. Allí oye por vez primera hablar de la Resolución 242 que fue adoptada por las Naciones Unidas el 22 de noviembre de 1967 —posterior a la Guerra de los Seis Días, librada entre el 5 y el 11 de junio de ese año—. La primera impresión fue el impacto que le causa un lenguaje que considera “casi sacramental”. Expresiones que hablaban de “una paz justa y duradera” y de “fronteras seguras y reconocidas” le resultaban demasiado ampulosas para el estilo de la diplomacia que hasta allí él había conocido.
Tan es así que afirma: “La palabra era la realidad; la forma y la sustancia se habían diluido”. Como vemos, Kissinger debe ser hoy considerado como uno de los primeros en desarrollar el Análisis Conversacional, método de investigación actualmente tan en boga en algunas disciplinas sociales.

Imaginativa geografía
Cuando Kissinger comienza sus periplos a la región mesooriental, afirma que allí la geografía no pone límites a la imaginación. Es que en esa franja del orbe nacen las tres más grandes religiones monoteístas que el mundo de nuestros días conoce. La apasionada retórica lo sorprende, hasta lo conmueve… la “realidad empírica” de la que como típico exponente de la sociedad occidental Kissinger abreva como guía, allí cede frente a “la exégesis talmúdica de los israelíes” y la tendencia de los árabes “hacia la poesía épica”. Y recurre incluso a las reminiscencias de las que habla Platón en el ejemplo de la caverna, para explicar la amalgama de los sueños con las convicciones y los resentimientos de las partes en pugna.
Las posturas formales de los contendientes, las percibe “como las sombras en la caverna de Platón: reflejos de una trascendente realidad casi imposible de encerrar en los áridos legalismos de un proceso de negociaciones”.

Contradictorio
Kissinger señala que el Estado de Israel está obligado a llevar a cabo una política exterior que casi no tiene margen de diferenciación de la política de defensa nacional, en una geografía que llega a tener un ancho máximo de quince kilómetros en la región central. Enfatiza que Israel lucha por el territorio, y también por el reconocimiento de los países limítrofes. Pero advierte que éstos son conceptos contradictorios, para los países que lo rodean, que sólo podrían reconocerlo despojado de los nuevos territorios ganados en la Guerra de los Seis Días.

Pose de Nasser
En cuanto al inicio de ese conflicto bélico, Kissinger entiende que los soviéticos informaron a Nasser —dictador nacionalista de Egipto— que Israel planeaba atacar a Siria. Esto era falso a todas luces, aunque no sabe si los soviéticos obraron de mala fe para obtener algún rédito, o bien lo creyeron por ineptitud de sus servicios de inteligencia.
Lo cierto es que esa jugada lleva a Nasser a solicitarle al secretario general de las Naciones Unidas, U Thant a retirar de la frontera internacional de Egipto e Israel a las Fuerzas de Emergencia de la UN, que se hallaban entre los ejércitos de ambos países. Acá Kissinger entiende que bien Nasser “quizás quisiera solamente adoptar una pose heroica”. Para Kissinger “es dudoso que Nasser buscara una definición militar” pese a estar envalentonado como estaba por el armamento y la ayuda que recibía de la Unión Soviética. Pero demasiado velozmente U Thant vehiculizó el pedido del dictador egipcio, por lo que este último cierra el Estrecho de Tirán (desmilitarizado desde la triunfal Campaña del Sinaí que emprendiera Israel en octubre de 1956). “A veces los hechos —escribe Kissinger—, burlando las intenciones de los actores, corren fuera de control”.
Lo concreto es que las fuerzas de las Naciones Unidas son reemplazadas por el ejército enemigo de Israel, y al Estado judío no le queda más alternativa que movilizarse, en particular cuando ya vienen de lejos las amenazas e intimidaciones de Nasser, que promete “echar al mar a todos los judíos”.

Radicalización árabe
Como sabemos, entre los efectos posteriores a la Guerra de los Seis Días, a fines de agosto de 1967 se celebra la reunión de los países árabes en Kartoun, y allí resuelven adoptar una postura muy radicalizada, sintetizada en los tres “No”: “No a la paz con Israel”; “No a las negociaciones con Israel”; “No al reconocimiento al Estado de Israel”. Es decir, se registra un endurecimiento de la situación, y se consolida una permanente política que intenta la destrucción del Estado judío.
La realidad de estos días muestra a una cantidad de países árabes, bien sea ganados por el radicalismo islámico, o bien por el nacionalismo exacerbante y el apoyo soviético y del bloque comunista. A todo lo cual se irían sumando los atentados terroristas de la OLP, como también de los fedayines del Líbano y otros grupos.

Diversas interpretaciones
La Resolución 242, la que como señalamos más arriba, le impactó por su lenguaje desde la primera oportunidad que la conoció, daría —asegura Kissinger— margen para múltiples interpretaciones en los distintos países mesoorientales. E incluso posibilitaría que cada parte la considerase a su favor. Así acontecía con expresiones como: “una paz justa y duradera”; “fronteras seguras y reconocidas”, teniendo como consecuencia la imposibilidad crónica de arribar a una negociación efectiva entre los países contendientes.
La Resolución, asimismo, contempla la designación de un representante para conversar con las partes en conflicto. Y a tales efectos, U Thant designa para ello al embajador sueco ante la Unión Soviética, Gunnar Jarring. Pero cuando éste visita la conflictiva región, comprueba personalmente que las posiciones en pugna eran aun más incompatibles que las declaraciones públicas.

Diferencias y mediación
En cuanto al gobierno norteamericano, en principio Nixon deja para su Secretario de Estado, Rogers la misión de encabezar las negociaciones. Pero el siempre sagaz Kissinger llega a un par de interesantes conclusiones al respecto: de un lado, Nixon entiende que cualquier política activa de parte de los Estados Unidos en la región estaría condenada al fracaso, por lo que considera prioritario quitar a la Casa Blanca de “la línea de fuego”; y, del otro, en lo que hace al empleo de Rogers, ya por entonces Kissinger sabe que lo que Nixon “da con una mano, lo quita con la otra”.
Por ello no se extraña tanto cuando a partir de fines de 1971, Nixon le encomienda a él, a Henry Kissinger, que sea precisamente quien dirija la política exterior en el Medio Oriente, en la cual su único antecedente oficial fue su intervención en la aguda crisis desatada por la invasión de Siria a Jordania en septiembre de 1970.
Las diferencias entre Kissinger y el citado Rogers irían “in crescendo”. Y sólo el muy imaginativo Joseph (“Joe”) Sisco (promovido por Dean Rusk) pudo mediar exitosamente entre ambos. Sisco pasa casi tanto tiempo mediando entre Rogers y Kissinger como el que debió pasar entre árabes e israelíes... (¡)

Significativo Informe
Luego de participar en conversaciones con los soviéticos por el tema del Medio Oriente, con los imaginables entretelones y la siempre frecuente carga de visicitudes, Kissinger elabora un Informe que envía al Presidente Nixon a fines de marzo de 1969. Allí plantea que hasta el momento la delegación norteamericana consigue desarrollar una posición de principios que pone fin a la improvisación de la época anterior. Pero advierte que aún existe el riesgo de que caiga sobre ella el mayor peso de las propuestas para persuadir a Israel de despojarse de los territorios ganados en 1967. Kissinger entiende que su país deberá sumar la ayuda de los soviéticos, para que éstos también compartan la responsabilidad de forzar una solución que podría ser desagradable para las partes en pugna.

Tensiones y claves
Kissinger consigue sacar a los Estados Unidos de esa política apática en el Medio Oriente que caracterizó los tiempos de Lyndon B. Johnson.
Es un tiempo en el que Charles De Gaulle inicia un viraje, manifestando una decidida postura pro-árabe. Esta Francia que exhibe ahora posiciones muy contemplativas con los árabes, propone el 16 de junio de 1969 consultas entre las cuatro potencias: los Estados Unidos, la Unión Soviética, Gran Bretaña y la propia Francia.
El Departamento de Estado quiere el acuerdo entre las partes con la intervención de Jarring. Pero, en particular, los otros países entienden que son los Estados Unidos quienes tienen la clave del acuerdo. Y los Estados Unidos se sienten obligados a responder a la expectativa.
Para ello le proponen un acuerdo de paz a la Unión Soviética, ya que este país rival parece ganar políticamente cuando la tensión se acrecienta en la región. Si no se logra la firma de Moscú, esto revelaría sus verdaderas intenciones. De todas maneras, tal como evita el enfrentamiento con el veterano líder político francés, Kissinger asimismo se esmera en sus reuniones con Dobrynin, en no desairar a la Unión Soviética, dada la necesidad de comprometerla también en lograr el cese de la tensión bélica en la región del Levante.

Itzjak Rabin
Es interesante conocer las opiniones de Kissinger sobre los hombres de la diplomacia israelí que conoció y trató, generalmente en marcos de negociaciones y duras controversias. El 4 de marzo de 1969, poco antes de la visita del canciller israelí (Abba Eban), Kissinger se reúne en la capital estadounidense con el embajador israelí en Washington, que no es otro que nuestro admirado Itzjak Rabin.
Kissinger recuerda que ése es todavía un tiempo en el que él mismo se sentía incómodo por las intrascendentes conversaciones que deben emprender los hombres de la diplomacia; pero esta aversión radical por todo cuanto podría parecer una conversación informal o superficial, era algo definitorio en el embajador israelí.
Define a Rabin como “arquitecto de la victoria en la Guerra de los Seis Días”, y sin los atributos de la diplomacia, ya que “la gente repetitiva le aburre y los lugares comunes le ofenden”, al tiempo que reconoce que “su integridad y su brillo analítico para llegar a la médula del problema eran sorprendentes”.

Abba Eban
A su vez, a mediados de marzo Kissinger se encuentra con el ministro de relaciones exteriores israelí, Abba Eban, a quien —como vimos— conoció en otros tiempos en Israel. Kissinger tiene expresiones muy admirativas acerca de Abba Eban, porque a su locuacidad y contundentes razonamientos, éste le agrega un dominio excepcional del idioma inglés.
Con Eban le pasa a Kissinger lo que no le había ocurrido con ningún político norteamericano o inglés: recuerda que el idioma inglés es para él una lengua adquirida —como vimos, al llegar de Alemania ya era un joven quinceañero—. Afirma asimismo que a su facilidad de expresión, Eban unía “una inteligencia de primera clase y un dominio completamente profesional de la diplomacia”. Y subraya que la máxima de Eban era que lo que no sea un acuerdo ciento por ciento igual al que formula Israel, evidenciaría falta de objetividad: “aun la posición más comprensiva, digamos, noventa por ciento, era lamentada como una erosión, un debilitamiento, o pérdida de valor”, por Eban, sostiene Kissinger.

Guerras y negociaciones
Como Secretario de Estado Henry Kissinger juega también un muy importante papel en las relaciones con la otra gran potencia mundial de entonces, la Unión Soviética, participando activamente y elaborando la propuesta de su país en la primera negociación SALT (control de armas estratégicas). En 1970/1971 es muy activo en dos situaciones de crisis: la invasión de Siria a Jordania y la guerra indo-paquistaní, respectivamente.
En 1971 viaja a la República Popular China, elaborando con los dirigentes de ese país el reconocimiento diplomático de los Estados Unidos al régimen marxista de Mao Tse Tung, y señalando el camino para el viaje del presidente Richard Nixon a Pekín en 1972.

Al alcance de la mano
Es todavía muy recordada aquella conferencia de prensa donde a modo de primicia para todas las rotativas del mundo, afirma Henry Kissinger que en Vietnam, “La paz está al alcance de la mano”. Luego se interrumpen las conversaciones, y hay incluso bombardeos en el sagrado día de la Navidad, de 1972. Pero Henry Kissinger es uno de los máximos artífices del Tratado de Paz que se firma en París, en 1973 y pone punto final a la Guerra de Vietnam (que todavía se extendería hasta 1975).

Diseño de un nuevo marco
El formidable desempeño de Kissinger como Asesor en Asuntos de Seguridad Interior, llevan al reelecto Richard Nixon a nombrarlo en 1973 como su Secretario de Estado (lo que sería para nosotros un Ministro de Relaciones Exteriores). Cargo que desempeña, tanto bajo el gobierno de Richard Nixon, como luego, en 1974, ante la renuncia de éste como consecuencia del escándalo del Watergate, y ahora bajo la presidencia de Henry Ford (hasta allí, vicepresidente).
A tal punto valora Kissinger al ya mencionado “Joe” Sisco, que cuando el primero es nombrado Secretario de Estado, designa al segundo como Subsecretario de Estado para Asuntos Políticos. Sisco se convertiría en indispensable colaborador y confidente de Henry Kissinger.
En estos cuatros años en los que Henry Kissinger es el conductor de la política exterior norteamericana, diseña una nueva línea y hasta determina en gran medida un nuevo marco internacional. De un lado, —en la Conferencia de Helsinki en 1975— reconoce a la Unión Soviética como interlocutora y partícipe de la hegemonía mundial; y por el otro, es el factor más importante en la distensión internacional al renunciar los Estados Unidos a la intervención militar global.

Premio Nobel
Tanto en Vietnam como en Medio Oriente, dos puntos “hiper sensibles” del mundo de esos días, Kissinger vuelca sus mayores esfuerzos. El de 1973 es un año clave en ambos frentes, porque en el caso del Vietnam es Kissinger quien negocia el fin de la guerra y la retirada de las tropas norteamericanas. Y es también mediador para poner fin a la Guerra de Iom Kipur entre los países árabes e Israel, que es atacada sorpresivamente en noviembre de 1973.
Por sus servicios públicos e internacionales es muchas veces distinguido y premiado. Y es justamente en 1973 cuando se le otorga el Premio Nobel de la Paz (junto a Le Duc Tho, quien no lo acepta porque la guerra aún continúa).
Entre 1973 y 1975, Kissinger es el eje por el que pasan casi todos los intentos de negociación entre Israel y los países árabes.
En el África, Kissinger tiene una muy exitosa intervención en Rhodesia (actualmente son dos repúblicas: Zambia y Zimbabwe), al contribuir a poner fin a la guerra civil y al consiguiente llamado a elecciones libres, las que en 1976 otorgarían el poder político a la mayoría negra.

En el Asia
Son muchas las controversias por la política norteamericana en el sudeste asiático, que incide en los cambios en Indochina. En particular, una de las acusaciones más frecuentes es que Kissinger ordena los bombardeos en Laos, sin haber obtenido previamente la aprobación del Congreso norteamericano. Intervino activamente en el derrocamiento del Príncipe Sihanouk de Camboya, pero el resultado es que toman el poder los crueles “Kmer” Rojos, a quienes se atribuye el posterior asesinato de más de dos millones de personas.
En Indonesia, la política de Kissinger se basa en el apoyo al régimen del general Suharto, acusado más tarde de genocidio contra la población de Timor Oriental.

En América latina
En cuanto a la política exterior norteamericana para América latina de las últimas cuatro a cinco décadas, hay quienes acusan a Kissinger de ser uno de los cerebros en la acción de inteligencia que los norteamericanos desarrollan para quitar a los gobiernos de izquierda en el continente, como en Chile o Nicaragua, y apoyar los golpes militares.
Asimismo, también hay quienes lo vinculan a los golpes militares del Uruguay y de la Argentina.
Cuando se inmiscuye en tantas geografías, es comprensible que no todas las acciones sean luego producto de reconocimientos. Y además hay distintas posturas políticas, algunas de las cuales son visceralmente opuestas a los Estados Unidos —coincidiendo también en su odio visceral a Israel—.

Rechazo
El Departamento de Estado de los Estados Unidos recientemente rechazó a la Comisión de Derechos Humanos que envió el juez español Baltasar Garzón y que incriminaba a Kissinger.
A su vez, desde una derecha menos contemplativa del pragmatismo en la política internacional, también circula un voluminoso libro de un autor que acusa a Kissinger de ser “el hombre que ha terminado con un Imperio”.
Como se ve, críticos y detractores de Henry Kissinger ocupan un amplio abanico en el espectro ideológico: desde la izquierda a la derecha.

Escritor y conferenciante
En 1977 con el ascenso de Jimmy Carter (del Partido Demócrata), Henry Kissinger deja su alta función en la política exterior de su país, que queda a cargo de Zbigniew Brzezinski y la Trilateral Commission. Ese mismo año, 1977, se le otorga a Kissinger la Medalla Presidencial de la Libertad.
En enero de 1979, Kissinger siente un duro golpe con la muerte de Nelson Rockefeller.
Celebrado conferencista internacional, comentarista de política exterior, autor de importantes libros, narrando su experiencia o bien comentando asuntos de la Política Internacional, las tribunas y los estudios televisivos lo tienen de protagonista en diferentes escenarios del mundo.

Con Reagan
Es durante el gobierno de Ronald Reagan, exactamente a partir de 1983 que Kissinger vuelve a la alta política, ahora al ser designado Presidente de la Comisión Nacional sobre Asuntos de América Central.
En 1986 retoma la actividad privada, fundando y dirigiendo la Compañía de Asesoría Política Kissinger Associates, que por supuesto, tiene mucho trabajo, atendiendo asuntos de diferentes latitudes.

El Canciller
Podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que sólo el hecho de no haber nacido en los Estados Unidos le ha cerrado a Henry Kissinger —quien en mayo de 2009 cumplió 86 años de edad— la posibilidad de ser candidato a la presidencia de los Estados Unidos.
El nombre de Kissinger está hoy indudablemente asociado a la política exterior norteamericana. Ha sido el canciller privilegiado de varias administraciones, en ocasiones con la designación en esa cartera, y en otras como consejero y asesor. En cualquier caso, su elevado protagonismo es de suma importancia para entender el complejo tablero de ajedrez de la política internacional del siglo veinte.



Julio 2009 - Tammuz - Av 5769
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