Han pasado ya quince años desde el luctuoso atentado, toda una generación desconoce el detalle de los hechos y los posteriores sucesos que dieron pie a una de las verguenzas mayores de este vapuleado país.
No abundaré en palabras, demasiado se han dicho ya, seguramente quienes quieran saber sobre el tema, recurrirán a diarios e Internet para conocer los desatinos cometidos alrededor de este tema que se cobró en principio, ochentay cinco víctimas directas y el honor de las instituciones oficiales del país.
En lo personal, siento una enorme vergüenza, ya que al momento del atentado, aseguré a mis hijos, entonces niños, que se castigaría ejemplarmente a los culpables, sin saber la maraña policial, judicial y conspirativa que prosiguió a los hechos.
En función de esa vergüenza es que debo pedir perdón a mis hijos y a la generación que representan, pues nosotros, los adultos, no supimos, no quisimos o no pudimos lograr se aprese y castigue a los culpables.
Quien podía saber que se moverían intereses tan grandes, afectando a gobernantes, jueces y tal vez, hasta a propios miembros de la comunidad para apañar y o esconder la verdad de los hechos y con ello a los culpables de tamaña barbarie?.
Muy poca gente hizo honor a su cargo en este confrontar de palabras, sólo los familiares de las víctimas fueron coherentes con su reclamo y también a ellos les llegó la división y el interés partidario .
Se legitimaron unos y deslegitimaron otros en enfrentamientos estériles propios de su ansiedad y de ver naufragar todo intento serio de dilucidar los hechos.
Me vienen a la memoria infinidad de nombres asociados al atentado, unos por omitir, otros por engañar, algunos por figurar, a tal punto que, cada año, el gobierno de turno, previa a la fecha de conmemoración, hacía algún anuncio rimbombante que preanunciaba el fin exitoso de las investigaciones, para terminar en un fiasco posterior , que a todos nos dejara sabor amargo .
Se ocultaron detalles, se taparon pruebas, se interfirió con la justicia y se arrastró la poca dignidad que quedaba para investigar seriamente.
Aparentemente el fiscal Nisman y su equipo han sido más eficientes, pero se encuentran con un fárrago de expedientes inútiles y con el hecho incontrovertible que los autores materiales e intelectuales del atentado ,hace tiempo que están lejos del alcance de la justicia argentina.
Que nos queda por hacer?, solo insistir con el reclamo de justicia, no sólo porque debemos hacerlo en honor a los asesinados , sino porque está en juego nuestra dignidad como pueblo y aunque ahora, para los gentiles esto fue un tema de los judíos, sabemos que no fue así, la ignominia nos salpica a todos por igual seamos judíos , cristianos o de otra fe religiosa.
Se lo debemos a nuestros hijos, a esos a los que les aseguramos que este hecho no quedaría impune, sin saber que les mentíamos, se lo debemos a los ochenta y cinco muertos y se lo debemos a sus familiares, que son quienes a diario siguen llorando las víctimas de este asesinato masivo ocurrido en nuestro país.
Seguramente la historia recordará el caso AMIA como un hecho menor en el devenir histórico, pero lo que no podrá evitarse es conocer la maraña de engaños perpetrados a todo nivel para no dilucidar los hechos, enlodando gravemente al sistema judicial argentino y a sus representantes. Más conspicuos.
Como otros años, pido a la gente que concurra a las puertas de la AMIA el día del acto, se que después del mismo, nos iremos con las manos vacías y la frustración encima, pero debemos hacerlo, alguien tiene que tomar la posta y seguir reclamando para que la justicia argentina de muestras de su existencia y quizás alguna vez, también de su eficiencia.
Si dejamos de exigir justicia, volvemos a matar a las víctimas, no tenemos derecho a ello.
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