En su sexta visita a la región, Mario Vargas Llosa ha recogido material para contribuir a la publicación, el año que viene, de un libro coral que denunciará la ocupación de los territorios palestinos. Al término de un periplo de cinco días por Palestina, el premio nobel ha advertido que la deriva de Israel es peligrosa para el propio Israel y para la región.
Por Eugenio García Gascóni
JERUSALÉN – Los idilios de Mario Vargas Llosa no son solo terrenales. Su devoción por Israel empezó cuando visitó el país por primera vez en los años sesenta alojándose en el kibutz Hulda y reuniéndose con Amos Oz. En aquella época los kibutz eran lugares de peregrinación obligados para la gente de izquierdas, y para los intelectuales occidentales en general, que después regresaba a sus propios países deshaciéndose en elogios.
Esta semana el premio nobel de Literatura ha visitado Israel por sexta vez, aunque para ser precisos lo que ha visitado ha sido Palestina. Ha estado cinco días viajando de un lugar a otro, regresando a Hebrón, la ciudad cisjordana dividida que en ocasiones anteriores le causó una profunda impresión, y también se ha reunido con colonos judíos de los asentamientos ilegales que proliferan por los territorios ocupados.
Al término de la gira concedió una rueda de prensa en el hotel Ambassador, situado en el sector ocupado de Jerusalén, donde resumió su experiencia. “Israel está orientado en una dirección que no puede traer nada bueno ni a Israel ni a la región”, declaró con preocupación. Durante los veinte minutos escasos en que se dirigió a la prensa, mencionó en varias ocasiones el nacionalismo y la religión como los vectores más alarmantes de este país que ahora es “más conservador y reaccionario”. “El fanatismo me espanta y el fanatismo religioso me produce repugnancia tanto si es israelí como si es palestino como si es ruso”. “Es muy preocupante el nacionalismo que se observa en Israel. La presión de los nacionalistas israelíes no es preocupante únicamente para los palestinos sino también para el futuro de Israel. Es un ejemplo de cómo un país se puede deteriorar”. “No se puede negar que hay una ocupación que puede ser peligrosa para Israel”, insiste el premio nobel, “pero hemos vivido épocas recientes en las que hemos visto cosas inverosímiles, de manera que también es posible que Israel cambie sus políticas”. “Lo que siempre he admirado en Israel lo sigo admirando: es una democracia para los israelíes y también el proceso de integración de gentes tan diversas, pero se ha convertido en un país colonial y durante esta estancia he observado un empequeñecimiento de la izquierda”. Vargas Llosa forma parte de un grupo de 26 escritores internacionales, israelíes y palestinos, que han visitado o van a visitar la región para preparar textos sobre temas específicos de la ocupación con los que se editará un libro el año que viene coincidiendo con el 50 aniversario de la guerra de 1967 y el inicio de la ocupación. Vargas Llosa insistió en que está en contra del boicot a Israel pero no ofreció ninguna alternativa para acabar con la ocupación. Durante los cinco días que ha estado en Palestina, Israel ha anunciado varios proyectos para expandir las colonias en los territorios ocupados, e incluso ha anunciado nuevas medidas contra los israelíes que critican la ocupación. El premio nobel argumenta que la campaña internacional de BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) es contraproducente. “Estoy totalmente en contra porque significa penalizar a la cultura, que es penalizar a quienes más en contra están de la ocupación”. Sin embargo, precisamente durante el periplo de Vargas Llosa, el ministerio de Cultura ha anunciado que para otorgar subvenciones preguntará a cualquier solicitante si boicotea las colonias de los territorios ocupados, una medida contra la que los artistas carecen de defensa y que profundiza aún más la normalización de la ocupación. El boicot, no obstante, puede ser el arma menos negativa y dañina que tiene en sus manos la comunidad internacional para aplicar las leyes internacionales. Hace unos años un funcionario israelí de Exteriores recordó que lo que en la Sudáfrica del apartheid no consiguieron décadas de lu
cha armada y de lucha pacífica, lo consiguió el boicot en apenas dos años. El daño que el boicot haría a Israel sería mínimo, como ocurrió en Sudáfrica, y sus ventajas serían, por el contrario, enormes. Ni Vargas Llosa ni nadie han indicado una alternativa al boicot. El BDS es probablemente la única manera razonable y sin consecuencias negativas que existe para acabar con una ocupación que dura medio siglo y que está causando infinitos problemas de todo tipo a millones de civiles palestinos. “Son los israelíes los que deben cambiar las políticas de Israel. Existen ONGs e intelectuales dispuestos a enfrentarse a esta situación”, señaló Vargas Llosa. Sin embargo, estas ONGs son marginales y su peso en la política israelí es nulo, igual que ocurre con los escasos intelectuales que se atreven a abrir la boca y denunciar la ocupación. Además, el argumento de Vargas Llosa también podía haberse aplicado a la Sudáfrica del apartheid, donde había intelectuales, muchos de ellos judíos, que se oponían al apartheid pero que no lograron su objetivo hasta que la comunidad internacional dio un paso adelante y decretó el boicot. La diferencia con Sudáfrica es que en el caso de Israel la campaña del BDS tiene una importante base popular pero es rechazada por los gobiernos occidentales, que son los primeros responsables de que se mantenga la ocupación. El hecho de que Vargas Llosa se haya sumado al proyecto de escribir un libro contra la ocupación tiene un gran significado, especialmente porque Vargas Llosa no es un intelectual de izquierdas sino un liberal, y los liberales en general rehúyen la tragedia de los palestinos.
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