Vereda de ausencia
AMIA 14 años ya
Otra vez mis pasos en la misma acera,
Me llevan y me traen, ida y vuelta sin razón.
Un manto negro con albas letras pintadas,
Me retrotrae al grito y al dolor.
Mientras tanto, en mi mente, un atrio aparece,
Es muy amplio, un templo, quizás.
Poblado por seres a quienes desconozco,
Mas ellos parecen conocerme a mi.
Son hombres, mujeres, infantes y ancianos,
Cada uno, difuso en el espacio espectral.
De pronto se ordenan cual tácito rito,
En fila y de a uno, pasan frente a mi.
Me miran de frente, sin odio ni alegría,
Pero con mirada de hondo estupor.
Desfile macabro de ignotas figuras,
Que sin acusarme, me traen culpa igual.
Los cuento, inconsciente, tal vez sin pensarlo,
Son tantos como ciento setenta, los ojos que me han visto,
Me han buscado, clamado y alterado al fin.
Mas cuando mis ojos, los propios, descienden un palmo,
Borrando las miradas que no puedo sostener,
Veo que un alma sensible escribió en el muro
¡presentes!, queriendo a aquellos, ausentes traer.
Termino la cuadra con la mente confusa.
Mis pasos se vuelven al imán de la pared,
En la que quiero escribir la verdad, ignorando ilusiones.
Aquella que grita ¡Ausencia!, y no está escrita.
El templo mental se vacía de a poco,
Los feligreses se retiran sin dejar de mirarme,
¡ausencia!, !recuerda!, no hay otra palabra ni reemplazo.
El pizarrón negro va quedando atrás,
La negrura quedó en mi y el atrio vacío, esfumado en el tiempo.
Solo la palabra repica en mi mente con dolor y angustia,
¡Ausencia!, ¡ausencia!, ¡ausentes!.
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