Según un conteo fidedigno, los auténticos refugiados, que siguen hoy con vida, son unos 20.000; no los 5.3 millones que voceo la UNRWA.
Como dice un veterano de Washington, el problema de la Agencia de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas (UNRWA), la agencia de la ONU que se ocupa de los palestinos, siempre es importante pero nunca urgente. Pues bien: se acaba de convertir en urgente. Y es que el presidente Trump ha tuiteado: “Si los palestinos ya no están dispuestos a hablar de paz, ¿por qué íbamos a pagarles todo ese dineral en el futuro?”. Después, la embajadora de EEUU ante Naciones Unidas, Nikki Haley, añadió que el Gobierno de EEUU está dispuesto a recortar los fondos a la UNRWA. Y, según informó Axios, EEUU no efectuó un pago de 125 millones de dólares (aunque esto se negó después)*. Los contribuyentes estadounidenses son el mayor donante de la UNRWA, a la que aportaron 370 millones de dólares en 2016. Pocos gastos se recortarían con más gusto del presupuesto federal, porque la UNRWA tiene un largo historial de conducta indebida: incitación contra Israel, apoyo a ataques violentos contra judíos, corrupción y perpetuación (en vez de atajamiento) del problema de los refugiados. No es de extrañar que en el Congreso se haya intentado muchas veces recortar su financiación. Pero, como documentó Steven J. Rosen al analizar diez iniciativas entre los años 1999 y 2014, todas ellas acabaron fracasando por la oposición del Gobierno israelí. Por qué, se preguntarán. Sí: contra lo que uno esperaría, el Gobierno de Israel quiere que EEUU siga financiando a la UNRWA, por temor a una nueva intifada, el colapso de la Autoridad Palestina (AP) o una nueva guerra con Hamás. Además, Jerusalén ve a la UNRWA como un mal menor frente a receptores alternativos de esos fondos, como la propia AP. ¿Puede que, con el presidente decidido, esta vez sí se cierre el grifo de la financiación? No es probable, porque, como se ha publicado en la prensa israelí, aunque el primer ministro Netanyahu ha apoyado públicamente el recorte estadounidense, entre bastidores está intentando bloquearlo o diferirlo, y por los motivos habituales. De ser así, es difícil imaginar al presidente y a los miembros del Congreso ignorando sus deseos, cosa que hasta ahora no han hecho nunca. Aun si EEUU dejara de financiar a la UNRWA, muchos Gobiernos –incluso particulares– podrían aportar sin problemas esos 370 millones de dólares, y tienen incentivos para hacerlo. Qatar podría consolidarse en su rol de protector de los palestinos. Pekín podría pagarse un papel en la política árabe. Moscú podría resarcir parte del daño que ha provocado al mundo árabe al haberse alineado con Teherán. Carlos Slim, cuya fortuna, según calcula Forbes, está valorada en 67.900 millones de dólares, podría decidir sacar lustre a sus credenciales árabes. Peor aún: si cualquiera de ellos cubriese el vacío, la Administración Trump podría ser vista como aislada y prescindible. E incluso aunque nadie sustituyera las donaciones de EEUU, negar dinero a la UNRWA no va a la raíz del problema, que no son las actividades que patrocina sino cómo perpetúa y expande la población de refugiados palestinos, que lleva a cabo de tres maneras peculiares e incluso extravagantes: permitiendo que el estatus se transfiera sin límites de generación a generación, manteniéndolo después de que los refugiados hayan adquirido una nacionalidad (como la jordana) y asignándolo a los residentes en la Margen Occidental y Gaza, que viven en la pretendida patria palestina. Estos apaños han permitido a la URNWA expandir artificialmente la población de refugiados desde los 600.000 de 1949 a los 5,3 millones de la actualidad. Según un conteo fidedigno, los auténticos refugiados que siguen hoy con vida son unos 20.000. Por lo tanto, aunque suscribo de manera entusiasta los objetivos políticos de Trump, creo que retener los fondos no es la táctica correcta. Sería mejor centrarse en el estatus de refugiado palestino. Negárselo a todos los que no se ajusten a los parámetros habituales que utiliza el Gobierno de EEUU (en este caso, tener al menos 69 años, ser apátrida y no vivir en la Margen Occidental o Gaza) reduce la daga irredentista sobre la garganta de Israel en más del 99%. También pone sobre el tablero la condición de refugiado palestino, permite a millones de palestinos vivir de manera más saludable, va al corazón del antisionismo árabe y contribuye a resolver el conflicto árabe-israelí. En consecuencia, propongo que el presidente ciña la política estadounidense a la cooperación con Jerusalén y siga enviando ayuda a los palestinos, supeditándola a que la inmensa mayoría de los receptores reconozca oficialmente que no son, y nunca han sido, refugiados. El Middle East Forum, que lleva trabajando en esta cuestión desde 2010, ha propuesto medidas legislativas para materializar este cambio. Es tan sencillo como factible, ya que no hace nada más que ajustar las relaciones de Washington con la URNWA a las leyes y la política de EEUU. Ya va siendo hora. * PS: Una fuente del Departamento de Estado me confirma que la transferencia de 125 millones no se efectuó, y que se está debatiendo qué hacer con esos fondos.
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