Claudio Lifschitz fue introducido en el Juzgado Federal nº 9 a cargo de Juan José Galeano por la Policía Federal, y más precisamente por el comisario Jorge “El Fino” Palacios, quien está siendo ahora juzgado por su participación en el encubrimiento hecho para evitar que se individualizara a los asesinos. Sin embargo, y más allá de lo ordenado, escandalizado por las cosas que vio, termino redactando un libro hoy inhallable con lo que a su juicio eran las mayores aberraciones cometidas por Galeano, libro que tuvo un gran impacto en Cristina Fernández de Kirchner, que integró la Comisión Bicameral de Seguimiento de las Investigaciones de los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA durante toda su existencia, primero como senadora y luego como diputada. Son conocidas las discrepancias que he tenido con Lifschitz, derivadas de que la participación de miembros de la Policía Federal (y de la institución toda luego del relevamiento del jefe Jorge Luis Passero y su plana mayor) en el encubrimiento (y aun en la realización del atentado) fue clamorosa, y supera incluso a la que le cupo a la SIDE. Sin embargo, y a pesar de tantas sospechas (alimentadas además por el hecho de que Lifschitz fue primero abogado de Raúl Martins, el proxeneta de la SIDE, asociado al propio Stiuso… y luego abogado y algo más de su hija Lorena Martins, denunciante de ambos), éstas sospechas fueron cediendo con el paso del tiempo y en la actualidad creo que sus dichos están desprovistos de mala fe e intereses inconfesables. Y es que su participación en las (des) investigación de los bombazos a la mutual judía debió marcar para siempre su existencia, aun más que las cicatrices que le hicieron con navajas en la espalda quienes quisieron amedrentarlo. Es en este contexto es que fue entrevistado por Daniel Schnitman (La Voz y la opinión, Radio Rebelde, domingos a las 13) . Lifschitz Merece ser escuchado, y no sólo porque me enmienda la plana al decir que las horas de grabaciones clandestinas de los teléfonos de la Embajada de Irán ordenadas por Israel y ejecutadas por Jorge Lucas y “Jaime” Stiuso no fueron 30 mil sino más 40 mil (Stiuso dijo en el juicio AMIA, hace más de una década, que le entregó todos los casetes al Mossad sin quedarse con copias), ni porque acusa a Gabriel Levinas de trabajar a las órdenes o asociado a Stiuso, sino, sobre todo, porque narra como al terminar las jornadas, a eso de las 7 de la tarde -o de la noche- el banquero Rubén Beraja, entonces presidente de la DAIA (institución de la que sigue moviendo a pesar de su condición de reo) se juntaba con Galeano a tomar whisky y a armar los titulares de las “noticias” que aparecerían en Clarín y en otros diarios, gracias a la complicidad de los santoros, lejtmans y capiellos (hay unos cuantos mas, pero prefiero concentrarme en los tartufos más notorios) que sólo puede explicarse por la complicidad de sus patrones y empleadores. No por casualidad, los diarios prácticamente no cubren el juicio por el encubrimiento. Por otra parte, Lifschitz recuerda con detalles como Nisman siguió acusando a los policías bonaerenses de haber participado en el atentado a la AMIA sabiendo perfectamente que no habían tenido nada que ver (algunos de los cuales se habían “comido” ya siete años de prisión) lo que es muy revelador de la catadura mora de quien sólo es considerado por un héroe por el fiscal Germán Moldes, un hato de subnormales enceguecidos por el odio a CFK y el gobierno ultraderchista de Israel, que le ha erigido un monumento. Escuchen a Lifschitz y a Schnitman. Les será de provecho. JS http://radiorebelde.com.ar/2017/01/stiusoamia/
NOTA: El acuerdo original fue entre la SIDE (es decir, el gobierno), el juzgado y las direcciones de los diarios. En el caso de Clarín los periodistas que fueron puestos al tanto y aleccionados para que únicamente publicaran noticias emanadas del juzgado fueron Omar Lavieri (que posteriormente se arrepentiría de haber formado parte de semejante estofado) y Jorge Grecco, actual Secretario de Medios Públicos. El acuerdo espúreo se hizo también, entre otros, con La Nación y Página/12, cuyos periodistas se ufanaban de no publicar más noticias que las provenientes del juzgado.
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