“Así los vio Etl la primera vez que ella, todavía nueva en el ´Patio´, se arrimó a la puerta abierta del comedor que salía al patio de adelante, donde se encontraba la pieza y la cocina de la madre. (…) A medida que los calores avanzaban con el mes de diciembre –la madre se burlaba del país a más no poder- ´¿Habráse visto que Año Nuevo se celebre con calor?´- el aire se hacía más pesado y sofocante en el estrecho ´patio´ encajonado. Los techos de lata de las cocinas, recalentadas durante el día, devolvían al atardecer todos los olores de frituras, de ajos y cebollas que habían absorbido en la jornada. Y las habitaciones altas, abiertas de par en par, les respondían los olores de ropa de cama nunca ventilada, de chicos recién nacidos, creciendo, mamando, llorando; siempre alguna mujer que pasaba por el patio llevando consigo el peso de un vientre preñado; siempre algún chico aprendía a caminar y se caía llorando en las resbalosas baldosas del patio, siempre el hijo de alguien profería estridentes sollozos por retorcijones, allá en la cuna húmeda, acompañado por el melancólico y monótono cantar de una melodía cansina, italiana, española, judía, o quizás una canción sin palabras, un lamento prolongado…que el crujido de la cuna serruchaba en pedazos.” (Mimi Pinzon, “Alfonsina”). Tal como nos pinta exquisitamente Pinzon con su pluma, el “patio” era un mosaico del conglomerado de inmigrantes que convivían en la Buenos Aires de 1900. Cada uno con sus costumbres, españoles, italianos y judíos se entremezclaban, así como lo hacían sus comidas típicas y sus canciones. Todos venían de un mismo lugar subjetivo: el desarraigo. Todos iban en busca del mismo sitio: un futuro diferente.
La gran y prometedora Buenos Aires los recibía en esas casonas enormes donde cada familia alquilaba un cuarto, compartían la cocina, el baño y el patio que estaba en el centro.
De este entrelazamiento inmigrante en Buenos Aires da cuenta la literatura urbana en ídish. Aunque nuestra comunidad preservó sus lazos internos, esta convivencia ´codo a codo´ con otras colectividades inmigrantes, es un rasgo omnipresente en el género literario urbano de aquel entonces. Los escritores exponentes de aquellas vivencias hablaban y versaban su pluma en lengua ídish y por ello es indudable que relataban para los judíos, pero al hacerlo no podían no dar cuenta de este entrelazamiento cuasi comunitario en el que vivían. Por lo tanto, su pertenencia a lo argentino estaba dada por su intercambio diario con otros inmigrantes como ellos más que por una asimilación con la Argentina propiamente dicha.
Ya que la Argentina y más precisamente Buenos Aires se les ofrecía a través de la interacción con otros inmigrantes de la cual quedaba prácticamente excluido el intercambio con criollos.
Por lo que acabamos de decir, la literatura urbana en ídish configura sus rasgos especiales alrededor, no sólo de un escenario común que son aquellas casonas en las que se vivía, sino también por un entrecruzamiento identitario cuyo símbolo es “el patio”.
Cabe señalar que por entrecruzamiento identitario entendemos la interacción que se da al establecer puntos de contacto con otros grupos, es decir, similitudes y a la vez diferencias con otros. El hecho de que estos grupos sean verdaderamente significativos, más allá de que se los perciba conscientemente así, se evidencia en el hecho de que son ineludibles al momento de dar testimonio de las propias vivencias.
Nostalgias Otra característica que creemos emblemática de la literatura urbana en ídish, es el tono afectivo de los relatos. La emoción predominante es la nostalgia.
Aunque venían en busca de un porvenir mejor para sí y para las futuras generaciones, a pesar de que venían de tierras que los expulsaban por ser judíos, añoraban lo dejado atrás. Por esto, los relatos de aquella generación suelen ser tristes. De manera implícita o explícita, siempre está presente el dolor y el sinsabor de haber tenido que partir del hogar.
La melancolía de sentirse extranjero la hallamos entonces por doquier. Y no es de extrañar entonces que esto los haya aunado, además del hábitat, a los demás inmigrantes.
La ciudad de Buenos Aires
“¿Cómo se les podía ocurrir a Isaac que, para alquilar una vivienda, su mami jamás debía confesar cuántos hijos tenía realmente, puesto que con muchos niños no se puede conseguir una habitación? Como pordioseros que deambulan de puerta en puerta, así golpeaban a cada una pidiendo, mendigando por favor, que les sea permitido alquilar una habitación, un rinconcito: ´Buena gente, otórguenos un lugarcito para poner ahí ese poquito de nuestra pobreza.´ Claro está que Isaac no comprende, aún muchas cosas: ¿Para qué todas esas búsquedas? Uno debe entrar a vivir ahí, donde se está cómodo, donde está lindo ¡terminado el asunto! ¡Tantos edificios hay en esta ciudad!” (Wasertzug Zalmen. “Se alquila”).
Buenos Aires está vivenciada por esta generación de escritores como la gran urbe que los sofoca al discriminarlos. Si la representación de Buenos Aires fue antes de arribar a estas tierras, la esperanza de que a aquí se abrieran las puertas de par en par para “todo aquel que quiera habitar el suelo argentino” (como reza la Constitución Nacional), la situación en el día a día de Buenos Aires para los inmigrantes judíos fue otra. La gran ciudad tenía innumerables lugares , pero no disponibles para las familias inmigrantes pobres. Buenos Aires era a la vez gigante y diminuta. Enorme para los otros y pequeña para nosotros.
Por ello, no es superfluo decir que los lugares que hemos ganado han sido fruto del enorme tesón, así como de vencer las resistencias que se nos oponían, sin desfallecer en el intento.
Para concluir, quisiera aclarar que hemos tomado citas de algunos autores porque consideramos que son palabras que ilustran sublimemente las características sobresalientes de este particular género que es la literatura urbana en ídish, pero esto no quita que los escritores que representan y pertenecen a este conjunto literario sean sólo los que aquí mencionamos. Dejo entonces al lector la hermosa tarea de encontrar y deleitarse con otros autores de esa generación, como por ejemplo: Simje Freilaj, Moishe Goldstein, Berl Grinberg, Samuel Rollansky, Izy Schafer, Pinie Wald, Noiaj Vital.
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