Aún nos llegan ecos del juicio de Nüremberg, iniciado en noviembre de 1945, cuando los Aliados propusieron un ajuste de cuentas de las democracias, contra los nazis criminales de guerra. Las acusaciones se basaron en atroces violaciones de los derechos humanos, al ius ad e in bello de gente indefensa, sujeta a torturas y destrucción mortal. Una consecuencia fue que en 1948, NU proclamó la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”. El juicio, desplegó su decisión lastrada por un dogma jurídico: nullum crime sine lege (no castigar el crimen retroactivo). Sin embargo, la carga de terror y muerte cernidos sobre Europa por los verdugos fascistas; fue barrida no sólo por la sed de justicia de las víctimas, sino también por el clamor del resto de la Humanidad ofendida. Alemania, al igual que la “Entente del Eje de Acero” (Roma-Berlín-Tokyo) y sus cómplices, terminaron echados al basurero local. Resultó desastroso, el recorrer las escabrocid ades del camino de la II Guerra Mundial, iniciada en 1938.
El General Dwight D. Eisenhower, en calidad de Comandante en Jefe de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas, emitió la “Proclama No. 1" dirigida al pueblo alemán. Por la misma, se prohibió en los territorios ocupados por los Aliados: el Partido Nazi (Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei o NSDAP), el Cuerpo de sus Líderes (Reichsleiter), la Policía Secreta del Estado (Geheime Staats Polizei o GESTAPO, las camisas negras), el Servicio de Seguridad SD (Sicherheitsdienst, las camisas pardas), Tribunal Popular (Volkstümlich Gerichtshof) y el resto de sus mecanismos de represión, gobierno, influencia política o económica. Se incluyó la simbología y atributos nazis, como son los estandartes, logotipos sellos, marcas y timbres con la cruz gamada (Swastika), entre otros. También el himno del partido nazi “La canción de Horst Vessel” (< EM>Horst Wessel Lied). Esa maffia de totalitaristas profesionales de las tinieblas, comenzó a hacer de las suyas en enero 30 de 1933, cuando Hitler fue nombrado Canciller a instancias del presidente Paul von Hindenburg. Ahí arrancó un pandemónium que perduró hasta la derrota nazi en mayo de 1945. Los árboles del paseo Unter den Linden berlinés y las tardías flores invernales en las laderas del Devin bratislavense, retoñaron al descanso tras la batalla. Los judíos, vislumbraron su Patria Nueva en la Palestina británica, cumpliendo así con el llamado del rey Saúl.
Al principal promotor de esa conspiración de lesa humanidad, Adolph Hitler (el apellido es una corrupción de otras voces germánicas, cuyo padre modificó), le adornaban cualidades extremas de entre las malas artes del carácter inhumano, tal sucede hoy con algunas antiguallas precolombinas que nos gastamos por acá, en América. Surgió como un espejismo camuflado con corrimiento haci a el rojo einsteniano, y que Hitler convirtió al roji-pardo, tanto por su talaje tramposo como lobuno. El Führer, Máximo Líder de los nazis –de igual connotación al de los comunistas cubanos–, es auto denominación del canciller alemán. Recordemos que en los totalitarismos ni los nombretes, aunque non sanctus, corren en voz baja o alta sin la anuencia del líder. Es factible que Hitler reajustara el manual represivo de alta eficacia de la CHEKA rusa, cosmetizándolo a la realidad teutona. Castro, como buen pícaro, embadurnó su paranoia (manía parapsicótica) con los aciertos represivos de los peores totalitarismos de alas sinistrorsas. En casi todos los casos contemporáneos, el juego republicano entre los movimientos populares radicales, pos la I GM, en el fenómeno alemán los völkisch, necesitaron vectores político-militares a merced de un partido único totalitario y de un líder implacable, omnisciente, omnipotente e infalible, y con algo tenebroso enquistado en la subcortical.
En los aspectos ideológicos, sensibles a gomígrafos históricos entre los cabecillas nazis y los cubanos (y también los socialistas de medio pelo, de Venezuela, Bolivia y Ecuador), acusan un denominador común: estar bautizados en la pila sátrapa, hipnotizados con el guión de la “sincronización” (Gleichschaltung). Este, es un tropo articulado por el gobierno nazi; como definitorio del conjunto de dogmas represivos, síquicos y corporales; de un proceso –quizás kafkiano– tan absurdo como el teatro de Ionesco. Tasluce una osmosis ineluctable, con la cual los torquemadas, sellan el algoritmo del terror (al-jwarizmi). Deviene tesis de control absoluto sobre el individuo, aislado. Implica la clásica transparencia umbilical, coincidente, entre nazismo y comunismo.
La ideología nefasta del Eje, operó premisas alucinantes desde los años 20s. La terminología propia del diagrama de flujo organizativo piramidal (circa 1938) del partido nazi, dejó en cueros los objetivos mediáticos de plagiar desde 1930, el gobierno de la República de Weimar (1918-1933). Parangonar la terminología represiva nazi con la castrista, no es difícil. Veamos.
Der Führer (o el Líder máximo del Partido Comunista de Cuba, el PCC), Reichsleiter (Consejo de Estado y Ministros), Gauleiter (Primeros Secretarios Provinciales del PCC), Kreisleiter (Ídem, municipales), Ortsgruppenleiter (Ídem, zonales), Zellenleiter (célula de barrio o Delegados del PCC), Blockleiter (Delegados de manzana) y Mitgleiter (Presidentes de los Comites de Defensa de la Revolución o CDR, por cuadra). Esta última instancia represiva, estaba obligada -y está, en Cuba- a mantener un Archivo Personalizado (Haushaltskarten), que evaluará las actitudes de cada ciudadano hacia el Par tido y el Estado Nazi. Es la sensualoide aceptación del síndrome de Stockholm, de facto, como anti clímax de histerias colectivas de masas adamadas ante el macho represivo, de jure.
El espacio vital (Lebensraum) proclamado por Hitler como solución del hábitat expansionista, guarda similitudes con otroras aspiraciones castristas. Tales fueron las fracasadas anexiones (Anschluss) de Angola, Etiopía y Yemen, pretendidas provincias cubanas de ultramar. No sorprende que en pleno siglo XXI, subsistan iguales proyectos con la creación de una monstruosa República Bolivariana de la Gran Colombia, a manos de malhechores nativos amasadores de ritos precolombinos.
Eisenhower, resultó incisivo en su proclama de marras, cuando destacó entre los crímenes nazis, la infidencia, como actividades criminales punibles. Se estipula, en el Epígrafe No. 4 “La vigilancia llevada a cabo de manera sist emática por parte de sus miembros (del partido nazi) contra la población civil, detallados en reportes que luego pasarían a la GESTAPO, sobre la conducta y visión política de los miembros de cada comunidad”. Es sin dudas, un patético corte transversal de la atormentada Cuba actual.
Los ecos del Nüremberg justiciero, validan ajustarles también las cuentas a los comunistas, por diseminar el crimen cubano a escala mundial. Son los supermachos teatrales y sus pérfidas amazonas, esas siervas maléficas del serrallo mayimbe. Aquellos desalmados y desalmadas que denuncian a sus familias, colegas de trabajo, amigos, conciudadanos desafectos; apoyando a los demoníacos serafines del terror, son los colimados por la insoslayable espada del pueblo ofendido. El mismo pueblo cubano, que chorrea iras contra estos inverecundos sincronizados del castrismo agonizante.
Una hermosa semblanza contrapuesta a estos horrores, “El Ángel Azul” (Sternberg, 1930), nos recuerda la estampa de Marie Magdalene von Losch. Fue aquella deslumbrante alemana de trompas excepcionales, que cantó (en más de 500 presentaciones) su “Lily Marlene” en los frentes de batalla, donde los Aliados batían a los nazis. Alguien le preguntó, el por qué arriesgó su vida, anteponiendo sus piernas a la boca de los Máusers nazis. Marlene Dietrich, contestó con vibrante simpleza: “aus Anstand” (por decencia). Quizás las tigresas castristas, “le fleurs du mal” de Baudelaire, cierren de una vez y por todas sus bochornosos vientres, repudiados bajo los gritos de la Historia.
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