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SOY JUDÍO Y NO ME GUSTA...
Por Mario Linovesky
Soy judío y siete años más viejo que el Estado de Israel, razón por la cual puedo ufanarme de haberlo visto nacer, desarrollar y consolidarse. En la medida de mis posibilidades, muy modestas por cierto, también he colaborado con dicho Estado en esas tres fases, ocupando, junto a otros amigos y camaradas, nuestros fines de semana infantiles y adolescentes en recorrer domicilios judíos, para vaciar los "pushkes" (alcancías) del mítico Keren Kayemet; un dinero que aunque mínimo, sirvió para darle un ligero aventón a la escuálida economía del país que recién se formaba. Y si bien esto no representó ningún acto heroico, no obstante tuvo su utilidad en aquellos primeros momentos, y sirvió, además, para apuntalar nuestra incipiente militancia sionista. Y nuestro pequeño esfuerzo se vio bien recompensado, por cuanto quienes de esas generaciones todavía vivimos, tenemos la satisfacción de ver hoy una nación bien plantada, que de no ser por una publicidad contraria, amañada y maligna, constituiría el más claro ejemplo de cómo un pueblo mancomunado tras un mismo ideal puede llegar a realizarse y crecer cada día más.



Y hete aquí el talón de Aquiles del "artificialmente" vilipendiado Israel: su manifiesta inhabilidad para promocionarse en medio de una atmósfera hostil, de suyo prefabricada y, cuando prima el correcto discernimiento entre aquellos a los que va dirigida, también insostenible. Sin embargo, por una cantidad de factores, unos claros y otros más que turbios, ocurre todo lo contrario. Focos judeofóbicos, intereses económicos aviesos, acomodos políticos y diferencias insalvables con el islamismo fundamentalista, se encargan de hundir la imagen israelí en los lóbregos sótanos de la peor fama y frenan en grado sumo una expansión en latencia.



Con todo y dejando a un lado culpas ajenas, será justo reconocer que, en este caso puntual, Israel no queda en absoluto exento de culpa, así como tampoco el "galut" (diáspora) judío. Porque las cosas han cambiado y mucho, en el seno de nuestra colectividad. Quien conserve la memoria de lo que fueron aquellos primeros tiempos del Estado, rescatará un ítem fundamental que hizo a la sobrevivencia del pueblo hebreo desde siempre: su unidad. Factor éste que en el presente se ve bastante descolorido, en razón de que, poco a poco, se va imponiendo un exasperante individualismo entre sus componentes. Y no me refiero a la variedad de gustos políticos, muy importantes y legítimos por cierto, sino a la práctica de la convivencia entre pares. Trataré de aclarar el punto, utilizando para referencia mi persona en representación.



Por motivos meramente casuales, me he visto mezclado en este asunto que llamamos: "hasbará" (esclarecimiento). Todo nació de una simple carta que envié a mis conocidos por e-mail y que por esas cosas inexplicables del destino fue a parar a manos de la directora de una página web a favor de Israel y contra el antisemitismo. Por motivos más inexplicables aún, esa persona consideró que aquella carta mía merecía convertirse en "artículo" y como tal la publicó. Y encima, me pidió más colaboraciones. Y yo, que nunca en mi vida había soñado conque lo mío sirviese para algo más que para expresar una opinión personal acepté el convite y de buenas a primeras me vi convertido en "articulista", al que editaban cantidad de medios. Pero también, y esto es lo que más me duele, vislumbré la dispersión de metas que campea en los círculos dedicados a resaltar las bonanzas de Israel y del Sionismo, que me hacen temer por un endeble futuro para estos últimos, aún más encanijado de lo que está hoy en día.



Soy judío y no me gusta, por ese exceso de individualismo antes mencionado, el rumbo que nuestra comunidad está tomando. Y si bien esta queja proviene de mi propia y exclusiva visión, creo que me asiste, por ser parte actuante, el derecho de señalar las fallas que vislumbro, a los efectos de corregirlas. Y hoy me veo en la obligación de remarcar aquello que considero incorrecto, aunque mi denuncia sea apenas una gota de agua en el mar. Un mar que de cualquier modo y como nadie ignora, está formado por una sumatoria de gotas aisladas y de ahí la importancia de cada una de ellas. No voy a puntualizar desde luego, porque sería una cuenta muy larga, cada falencia en particular de esta empresa propagandística a favor de Israel. Pero si señalar la insuficiencia de la misma, la apatía del gobierno israelí para con este rubro más que significativo y el desperdigamiento de esfuerzos de quienes la han encarado en la diáspora. Y me preocupo en resaltar la importancia de esa publicidad cuasi ausente, puesto que es justamente la propaganda del enemigo la que nos ha puesto en este brete que hoy nos está inmovilizando. Que aunque maliciosa y falsa, consiguió que a nuestro joven país se lo reprenda y sancione en la mayoría de los foros internacionales, que mengüen las exportaciones comerciales, que se reduzca el turismo y que se instale una imagen canibalesca del Estado Judío, por cada acción defensiva que éste emprenda.



Cargo sin embargo con un estigma, que en ciertos sitios hace que se me vea como un leproso: me he confesado partidario de la izquierda, aunque aclarando que no de la dogmatizada y Stalin-añorante; cosa que, pese a tratarse de un atenuante más que válido, de poco y nada me ha servido. De cualquier modo y a tales efectos escribí varios artículos que precisaban mi posición y que fueron leídos por cantidad de personas que me manifestaron su acuerdo y solidaridad. Paralelamente, he sido objeto de las diatribas de los bolsones nazis y de la izquierda fascista, donde me calificaron con epítetos realmente irreproducibles. Quien quiera comprobarlo, no tiene más que ingresar al portal barcelonés: http://barcelona.indymedia.org/newswire/display/168814/index.php y allí verá la reacción de los militantes izquierdistas de ultra derecha (valga el oxímoron) que no se han ahorrado, refiriéndose a mi persona, cuanto insulto chabacano les puso a disposición la lengua española.



Pues bien, aclarado que no soy lo que se dice escritor, que soy de izquierda y que soy un francotirador que dirige sus dardos exclusivamente contra los enemigos del judaísmo y de Israel, me duele y mucho, el maltrato que estoy recibiendo de mis propios camaradas. Fundamentalmente la censura por motivos ideológicos, algo que se viene repitiendo con alarmante frecuencia. Y también los ataques personales desmesurados, de gente que se supone pelea de mi mismo lado. O la jugada poco limpia por parte de aquellos que anteponen su poder como editores, a nuestra causa común. Porque cada página web y cada periódico que se editan con intenciones de "hasbará" responde a alguna tendencia, preponderando las/los que no coinciden con mi filosofía política. Yo, desde luego, no tengo nada contra ellas/os, pues considero que cada cual es dueño legítimo de pensar como quiera. Así las/los hay del Jabad que defienden a Israel y también, entre otras muchas, de derecha y ultra derecha con idénticos objetivos. Pero todas/os ostentan un proceder similar: o son Jabad e Israel, o derecha y ultra derecha e Israel. Siempre la tendencia particular primero, cuando debería ser al revés, v.gr.: Israel y luego Jabad, Israel y luego la derecha o ultra derecha. Como, insisto, debería primar el pluralismo, que es lo que hace a nuestra esencia judía. Del mismo modo como yo no tengo problema en colaborar con ellos ni con nadie, así ellos no tendrían que poner trabas en publicarme, aun cuando no coincidan conmigo en los aspectos económicos, religiosos o políticos. Y proponernos, todos juntos, bregar por un objetivo coincidente posponiendo las diferencias que tenemos, las que podremos dirimir cuando haya pasado la borrasca y la paz nos permita ocuparnos de tales menesteres.



Porque es inadmisible el ataque que he recibido por parte de un locutor de la radio judía de Miami, un anciano con un sí que oscuro pasado (según reza el curriculum que él mismo me hizo llegar solicitándome que no lo divulgue), quien se ocupó de agredirme soez y gratuitamente en el portal www.gentiuno.com a raíz de no haber entendido él (confesión posterior suya, aunque tardía y traicionera) mi artículo ¿Chiste o Tragedia?, referido a la aparición de células nazis dentro de Israel. Siendo que a causa de este ataque del energúmeno de marras, aquella página web me ha cerrado sus puertas definitivamente. Así como también es inadmisible que el más importante sitio de la red en Sudamérica ignore en forma sistemática los artículos que les envío personalmente y luego los tome subrepticiamente de otros portales y los publique lo más orondo.



Aquí pido disculpas a los lectores por haber personalizado de tal manera esta queja, pero siendo el mío el caso que mejor conozco, no tenía otra alternativa. De cualquier modo me agradaría disipar cualquier sospecha sobre arrogancia, petulancia, soberbia, o culto a la personalidad de mi parte. Si bien todos portamos una pizca de vanidad en nuestra mochila, esto no tiene nada que ver con mis intenciones, ya que a mi edad ello para nada sirve. Por el contrario, a lo que apunto es a la necesidad de que cada uno aporte lo suyo, pero en la consecución de un logro en conjunto. Que es la defensa a ultranza de nuestra supervivencia como pueblo y como Estado independiente con fronteras bien definidas y seguras. Que yo desaparezca de escena, no cambiará para nada el panorama y por lo tanto le quito toda importancia. Pero ¿qué pasará - me pregunto - si son muchos los que se cansan de este tipo de situaciones y dejan de aportar lo suyo? Tengamos en cuenta que hasta el momento Israel ha logrado frenar con éxito los embates del enemigo, al que siempre ha hecho morder el polvo de la derrota, pero aun así y para quien se maneja desapasionadamente, no dejará de verlo como vencedor, es cierto, pero excesiva y lamentablemente abundoso en victorias pírricas[1]; una situación que con el transcurrir del tiempo, se tornará más y más insostenible. Y esto es lo que tenemos que revertir entre todos. Para ello, es muy poco lo que pido: tan sólo democracia, pluralismo, justicia y unidad en la acción, entre todos los que, sin tener la responsabilidad de decidir, apoyamos y aportamos a la causa sionista. O al decir de Benedetti, que: "en la calle y codo a codo, seamos muchos más que dos". Porque jamás, si es que queremos perdurar como pueblo, podemos anteponer nuestros intereses individuales a los del conjunto. Convendría pensarlo. Y repasar nuestra larguísima historia, donde descubriremos lo que no es más que una verdad de Perogrullo: que cada vez que estuvimos en situaciones críticas y padecimos lo por todos conocido (persecuciones, pogromos, Shoá, entre otros muchos flagelos), se debió única y exclusivamente a nuestros desacuerdos y falta de solidaridad de los unos con los otros.



Am Ejad (Un Pueblo), (hoy casualmente defendiéndose de Ajmadenijad) según reza nuestra tradición milenaria, o “los hermanos sean unidos”[2], como recomienda el Martín Fierro.



[1] Victorias pírricas: así se conocen las dos guerras ganadas por el rey Pirro de Epiro en el siglo III (AEC), en las cuales, pese a haber salido vencedor, sufrió gravísimas pérdidas humanas en sus propias filas, las que quedaron totalmente diezmadas.



[2] "Los hermanos sean unidos,

pues esa es la ley primera,

tengan unión verdadera,

en cualquier tiempo que sea,

porque si entre ellos se pelean,

los devoran los de afuera"


Febrero - Marzo 2008/ Adar I - Adar II 5768
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