Por Gaby Weber (@GabyWeberArg).*Periodista, historiadora, escritora.
Cuando presenté mi último libro “Los Expedientes Eichmann” (Ed. Sudamericana) en Noviembre pasado en la Biblioteca Nacional, estaba en el público el historiador del Museo del Holocausto, Abraham Zylbermann. Él ya había leído mi libro anterior sobre el lavado de dinero nazi, “la conexión alemana” y me felicitó por mi trabajo nuevo sobre el criminal de guerra nazi. Al finalizar la presentación, me preguntó si yo podría dar una conferencia en el Museo del Holocausto sobre mis investigaciones – yo hice un juicio contra el Estado alemán por la des-clasificación de los expedientes de su servicio de inteligencia BND sobre Eichmann y lo gané. Me tuvieron que entregar unos 4 mil páginas – los pocos documentos oficiales que existen sobre el caso, porque el Mossad, la CIA y el KGB mantienen sus documentos sobre Eichmann secretos. Como se sabe, el Mossad cuenta desde los años setenta en todo el mundo como él “heroicamente” buscó y secuestró al criminal Eichmann desde Argentina. Una versión que, según los documentos nuevos, es producto de su fantasía. Es una mentira. El gobierno del ministro presidente israelí David Ben Gurión nunca buscó nazis y mantuvo estrechas relaciones con Hans Globke, autor del comentario de las Leyes Raciales de Núremberg y en 1960 mano derecha del canciller alemán Konrad Adenauer. Acepté con mucho gusto la invitación de Zylbermann, un historiador destacado, y la dirección del Museo me invitó oficialmente, con el pedido de un pequeño resumen de mi trabajo para publicarlo en el programa. Cuando vieron que tengo una visión crítica respecto a la versión del Mossad, la dirigencia me des-invitó. No me dieron razones. Yo sé que el Museo del Holocausto es dirigido por Claudio Avruj, secretario de derechos humanos de Macri y militante del PRO. Pregunté varias veces al Museo porqué se molesta el PRO o el Sr. Avruj escuchar una opinión diferente a la historia oficial. Se puede discutir opiniones diferentes, interpretar los documentos nuevos con un método o con otro – pero la época de quemar libros o científicos ya pasó. Al menos para mí. Por supuesto, no dudan de mi capacidad como historiadora: hice me doctorado en la Universidad Libre de Berlín sobre la emigración alemana hacia América Latina, entre ella, la emigración nazi (“la línea de las ratas”). Escribí libros sobre el lavado de dinero nazi, violaciones de los DD.HH. con la participación de empresas alemanas como la Mercedes-Benz y soy querellante en varias causas por DD.HH. Logré la apertura de expedientes secretos sobre un criminal de guerra y me gustaría compartir con el Museo los nuevos papeles para integrarlos a la exposición. Pero no fue así. Mantienen el silencio. Mis emails, preguntando por las razones de la des-invitación, no fueron contestados y tampoco contestaron a mi editorial, Sudamericana. Simplemente, el Sr. Avruj se calló la boca. Y el historiador Zylbermann, el pobre, dice que la decisión del Museo no es de su responsabilidad. A él, le creo. Historiadores buscan la verdad, aunque muchas veces nos duele. Los políticos negocian y mientan, todos los políticos, no solamente los del PRO. Por eso, no se trata de cambiar un funcionario político por otro en la dirección del Museo del Holocausto en Buenos Aires sino de colocar un historiador o un luchador por los derechos humanos en ese lugar. Espero que los organismos judíos no permitan que señores como Avruj y compañía sigan escondiendo opiniones diferentes a la historia oficial. Una buena amiga me explicó que los judíos lo llaman “Tikun Aolam”: la necesidad de sanar al mundo a través de la verdad. ¡Que la escuchen en el Museo!
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