Por Jorge Norberto Elbaum, *docente, investigador y Embajador Argentino ante la "Internacional Holocaust Remembrance Alliance" (IHRA), ex Director ejecutivo de DAIA.
Muchas instituciones suelen pensarse a sí mismas desde la continuidad. Les resulta traumático asumir cambios porque creen que su historia depende de hacer siempre lo mismo. La forma que tienen las instituciones para convencer a los actores (por ejemplo a los dirigentes) para permanecer en un andarivel determinado es una especie de “lavado de cerebro” en el que se empiezan a prohibir comentarios o a censurar formas alternativas de pensar. Quienes han permanecido más tiempo al interior de DAIA han sido los encargados de “transmitir” el dogma temeroso, orientado a limpiar todo vestigio de pensamiento innovador. Alguno de los temas tabú han sido –incluso desde la recuperación de la democracia en 1983--: el rol de la DAIA durante la dictadura militar, la independencia de Palestina, el “lugar” de los judíos de izquierda en la comunidad y la vinculación con los árabes y los islámicos. El primero de ellos, ha sido repetidamente barrido “debajo de la alfombra” en nombre de consideraciones curiosas, en algunos casos, debido a los sutiles vasos comunicantes entre algunos empresarios comunitarios y los socios civiles de la dictadura. En otros casos por el temor intrínseco a ser asociados con algún remanente el judaísmo progresista, capaz de “poner en peligro” a la totalidad de la comunidad. Lo cierto es que 38 años después del fin de la masacre genocida implementada por la dictadura cívico-militar, la DAIA no ha realizado ningún acto oficial para analizar su posición con dicho periodo histórico. Más aún, muchos investigadores sociales que han estudiado la relación entre las instituciones comunitarias y la dictadura solo pueden hipotetizar dichas omisiones por lazos de empatía o por indiferencia frente a lo sucedido.
Dos de los casos más citados para aplicar a la primera acepción remiten a la ex
vicepresidenta de la DAIA. En el primer caso aparece como evidencia grafica la famosa foto divulgada por la propia Polack, en la portada de la revista de la WIZO (entidad de las mujeres judíos argentinas de la que Amalia es presidenta “vitalicia” hasta el día de hoy), en la que se ve confraternizando a la entonces vicepresidenta de la DAIA (Polack) con la Sra. Alicia Raquel Hartridge de Videla, en una actividad de “beneficencia”. Años después, el presidente de facto, General Roberto Viola, la premiaría con un cargo en la función pública. El otro caso paradigmático se relaciona con el empresario salteño, Marcos Levin, referente histórico del quehacer comunitario del noroeste del país. Su connivencia con los poderes facticos de turno lo han llevado –a fines de 2013— a sumarse a la lista de civiles juzgados por la desaparición a la empresa que comandaba, La Veloz del Norte.
Dos de los casos más citados para aplicar a la primera acepción remiten a la ex vicepresidenta de la DAIA. En el primer caso aparece como evidencia grafica la famosa foto divulgada por la propia Polack, en la portada de la revista de la WIZO (entidad de las mujeres judíos argentinas de la que Amalia es presidenta “vitalicia” hasta el día de hoy), en la que se ve confraternizando a la entonces vicepresidenta de la DAIA (Polack) con la Sra. Alicia Raquel Hartridge de Videla, en una actividad de “beneficencia”. Años después, el presidente de facto, General Roberto Viola, la premiaría con un cargo en la función pública. El otro caso paradigmático se relaciona con el empresario salteño, Marcos Levin, referente histórico del quehacer comunitario del noroeste del país. Su connivencia con los poderes facticos de turno lo han llevado –a fines de 2013— a sumarse a la lista de civiles juzgados por la desaparición a la empresa que comandaba, La Veloz del Norte.
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