Las alarmas se han disparado nuevamente entre quienes siguen de cerca el fenómeno fundamentalista, desde que el conflicto en Siria ha situado en primera línea la capacidad de reclutamiento de europeos para combatir en la yihad. El ministro francés Manuel Valls denunció que la cifra de europeos reclutados podía superar los 2.000, y que el proceso se había acelerado en los últimos tiempos. Los países con más flujo son Inglaterra. Francia, Alemania, Bélgica y Holanda, aparte de Chechenia. Lo más llamativo y grave es que la absoluta mayoría de estas personas no se incorporan a la oposición moderada del Ejército Sirio Libre, cada día con más debilidad numérica y logística. Al contrario, su viaje al infierno se hace de la mano del Frente AlNusra, la rama de Al Qaeda que opera en Siria, o al Estado Islámico de Siria y Levante, su brazo iraquí. Económicamente bien nutridos por grandes magnates del petrodólar, y seducidos por los cantos heroicos de la yihad, inician un viaje hacia el sueño de una Siria islámica con la charia como ley, y son una mayoría los que mueren. Ignacio Cembrero explicaba hace unos días, en un espléndido y documentado artículo, el caso brutal de Ahmed al Sharaa, un padre de cincuenta años que se ha llevado a sus cinco hijos a la yihad, incluyendo al pequeño Osama de 13 años. Y aunque este sea el caso más trágico, otros conocidos impresionan de igual manera. Cembrero citaba al investigador australiano David Kilcullen, que afirmó en un coloquio de la Fundación Jamestown que "en Siria hay 45.000 yihadistas, el doble de los combatientes que los talibanes pudieron alinear en Afganistán". Nadie sabe qué ocurrirá en un conflicto que enfrenta a islamistas chiíes contra islamistas suníes, pero es evidente que Al Qaeda está consiguiendo dinero, armas y experiencia militar para sus seguidores gracias a la guerra en Siria, lo cual implica un nuevo santuario para el terrorismo, como en su momento lo fue Afganistán y Sudán. Además, según el Welt am Sonntag alemán, la fusión entre yihadistas magrebíes y sirios ya se habría producido en una reunión secreta en Bengasi. Es decir, pólvora al fuego. Respecto a España, las cifras son menores pero significativas: el Real Instituto Elcano habla de 45 jóvenes que han partido rumbo a Siria, aunque el flujo no para. Es decir, a pesar de vivir o incluso haber nacido en Europa, una parte de esta población tiene su mente puesta en el siglo VIII y por ello apuntan a un siglo XXI yihadista. Siria es la última estación de un viaje fanático que será largo, trágico, peligroso y que estamos lejos de poder vencer. Pero la cuestión es si hacemos los deberes en nuestra propia casa porque detrás de esos miles de europeos enrolados en la locura yihadista, primero han existido unas mezquitas y unos imanes que les han lavado el cerebro. O actuamos contra la raíz, o nos explotará en la cara.
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