El año 1956, no exageraría si diría que fue un momento bisagra en mi vida; pues, cuando me recibí de maestro en 1955 fui becado por un año, a perfeccionarme en el “Instituto Grinberg” de Jerusalem.
Esta experiencia fue una vivencia inolvidable, que dejó en mí, huellas para el resto de mi vida.
No hay duda que un momento muy especial, fue convivir con todos los acontecimientos que desembocaron en la Guerra del Sinai.
Junto a mi compañero de estudios Efraim Jacubowicz, en esos días nos desempeñamos como bomberos voluntarios, previo haber realizado a tal fin un curso especializado.
Entre mis apuntes registrados en esos días, figura el 17 de octubre de 1956 lo siguiente:
En el discurso que pronunció ayer en la Kneset (Parlamento) el Primer Ministro David Ben Gurion declaró: “Nasser el enemigo número uno del Estado de Israel.” Y como respuesta a esas palabras, hoy escribe el diario egipcio “Al-Adyber” que: “Ben Gurión declaró que nuestro Presidente Nasser es el enemigo Nº 1 de Israel, pues nuestros infiltrados y suicidas (“Fedaiún”) llegaron ya a la puerta de su casa, en Sde Boker.”
El 18 de octubre se difundió un editorial escrito el día anterior en el “New York Times”: “Ben Gurión es un político y patriota de primer nivel, él se encuentra en este momento ante un trascendental dilema, el Medio Oriente se encuentra ante acontecimientos angustiantes y peligrosos. Cualquier deterioro de la situación puede provocar una guerra.”
La operación militar contra el ejército egipcio se produjo. Fue iniciada el 29 de octubre de 1956 y finalizada el 5 de noviembre del mismo año.
La historia en los textos de estudio
El motivo de la Campaña del Sinai (“Mivtza Kadesh”) fue, que: el servicio de inteligencia militar egipcio empezó a enviar “fedaiún” (suicidas), para cometer asesinatos, sabotajes y espionaje en el territorio israelí. Al mismo tiempo, se organizaron actividades políticas y un boicot comercial contra Israel. El Estrecho de Tirán en el Mar Rojo fue bloqueado, clausurando así el puerto meridional de Israel en Eilat. Egipto se preparaba para destruir a Israel: enormes depósitos de armas adquiridas en Europa Oriental fueron concentrados en la península de Sinaí, juntamente con grandes fuerzas militares; se creó un comando pan-arábico, dirigido por Egipto con la participación de Jordania y Siria. Al mismo tiempo, Nasser, presidente de Egipto, nacionalizó el Canal de Suez, lo que motivó que Gran Bretaña y Francia decidieran realizar una operación militar para ocupar el canal, en coordinación con Israel.
La Campaña del Sinai comenzó con el lanzamiento de paracaidistas israelíes en la frontera con Egipto, a los que se unieron tropas que avanzaron desde el sur de Israel. También se tomaron posiciones en la franja de Gaza. En una guerra relámpago fueron conquistadas la franja de Gaza y la península de Sinaí hasta Sharem-A-Sheij. El derrotado ejército egipcio se dio a la fuga dejando un inmenso botín de guerra.
Los británicos y los franceses no cumplieron su objetivo y capturaron sólo la entrada norte del canal. El bloque soviético acudió en ayuda de Egipto e incluso los Estados Unidos exigieron el retiro de los británicos y los franceses y el retroceso de ”Tzáhal” (ejército israelí) a la línea de cese de fuego anterior a la campaña. Al cabo de debates políticos los ejércitos retrocedieron y una fuerza de emergencia de la O.N.U. fue apostada en la franja de Gaza, en el estrecho de Tirán y en la frontera del Sinaí.
En la Campaña del Sinai murieron 170 soldados israelíes y más de 800 fueron heridos. Las bajas egipcias fueron numerosas: miles de soldados muertos y unos 6000 prisioneros.
El General en Jefe de las Fuerzas Armadas Israelíes era el Teniente General Moshé Dayan, el Jefe de Operación en el Sinaí era el General Arik Sharón y el Primer Ministro y Titular de la Cartera de Defensa, David Ben Gurión.
Un aniversario que pasó casi desapercibido
El conflicto internacional que habría de alterar el curso de la política en el mundo en general y en Medio Oriente en particular se desató en el verano de 1956. La “crisis del Canal de Suez” duró en total medio año, pero las consecuencias de dichos acontecimientos se dejan sentir hasta los días presentes. La crisis política en torno al Canal de Suez aceleró la caída definitiva del imperio británico y convirtió a los EE. UU. en un actor central en la región. La crisis contribuyó igualmente a que la Unión Soviética fortaleciera su influencia en el mundo. Esta potencia aprovechó la oportunidad de hacerse con el megaproyecto de la construcción de la represa eléctrica de Asuán, la cual fortaleció a la industria egipcia. En el otoño de 1956, Moscú, astutamente se valió de la situación política favorable, a fin de sofocar la revolución en Hungría, mientras Occidente estaba ocupado en la resolución de la crisis de Suez. Pero el principal ganador fue el agresivo presidente de Egipto, Gamal Abdel Nasser, quien pasó a ser el héroe de todo el “Tercer mundo”.
La crisis estalló cuando Nasser decidiera nacionalizar el Canal de Suez y expulsar de allí a la administración franco-británica. Tanto Gran Bretaña como Francia lo tomaron como una bofetada y secretamente hicieron causa común con Israel, quien desde hacía tiempo venía padeciendo las provocaciones militares de parte de Egipto, que controlaba por aquel entonces la superficie en torno a Gaza. La acción de Nasser significó, que el canal estaría cerrado a todo barco vinculado con Israel. Inglaterra temía que Nasser pudiera con sus acciones interrumpir las relaciones que ella mantenía con las colonias. Francia estaba inquieta ante la influencia de Egipto sobre la guerra en Argelia.
La operación militar y derrota política
La operación militar contra Egipto comenzó con una incursión relámpago de tropas israelíes, con Ariel Sharon a la cabeza, en el Desierto de Sinaí. De acuerdo con un plan secreto, tanto Gran Bretaña como Francia desplegaron a continuación a sus militares bajo la excusa de que era necesario proteger el tráfico marítimo a través del canal. El plan secreto era prácticamente conocido por todos, y el presidente norteamericano Eisenhower, quien no había sido informado acerca de él, se puso sumamente furioso. Exigió el inmediato retiro de Egipto. Los EE. UU. amenazaron a Gran Bretaña con bloquear el crédito del Fondo Monetario Internacional, y esto obligó al premier británico Anthony Eden a cancelar el operativo.
La derrota política en Suez fue un duro golpe para todo el Imperio Británico. Había quedado en evidencia que las claves de la política inglesa se encontraban en Washington. A partir de entonces, Gran Bretaña nunca más intentó actuar en forma independiente de Norteamérica. Incluso los EE. UU. no estaban en condiciones de controlar la nueva situación, creada tras la victoria de Nasser. El sistema político de éste, se había convertido en un ejemplo para la totalidad del mundo árabe. Su modelo de gobierno autoritario, laico y nacionalista posteriormente habría de ser implementado en Siria, Irak, Libia y otros países. Mientras Nasser permaneció vivo, el 23 de diciembre, día en el cual el último soldado británico abandonó Port Said, se celebró como gran fiesta patria de Egipto. Tras la muerte de Nasser, dicho feriado fue discretamente olvidado, ya que los nuevos gobernantes tenían sus celebraciones propias. Obviamente, tanto en Gran Bretaña como en Francia igualmente se echó un manto de olvido sobre la derrota de Suez.
El interés por la historia
El interés por la historia siempre está ligado a los problemas actuales de la política contemporánea, y el 50 aniversario de la crisis de Suez, no es la excepción. Los periodistas advierten toda una serie de paralelismos entre aquella oportunidad y la actualidad. Naturalmente, esa comparación no resulta demasiado favorable para los EE. UU. e Israel; mas la historia de la crisis de Suez enseña a sacar otra conclusión histórica de índole diferente: los paralelismos históricos pueden ser engañosos. La reacción contundente de los gobiernos británico y francés a la acción de Nasser tenía sus raíces en la historia de la Segunda Guerra Mundial. Anthony Eden había hecho hincapié en que Nasser era un nuevo Hitler a quien había que quitar del medio, a fin de no permitir un nuevo “pacto de Munich”. La conducción francesa socialista estaba cautivada por la heroica historia de la resistencia a los nazis, y soñaba con una victoria sobre un “nuevo Hitler”. Pero la verdad es que Nasser, tanto como Saddam Hussein - e incluso Bin Laden-, son diferentes a Hitler. Los paralelismos históricos pueden ser peligrosos cuando se los toma literalmente y no en forma metafórica.
No deja de sorprendernos cuánto cambió el mundo desde 1956. En aquel entonces Francia era el amigo más fiel del Estado de Israel, mientras que los EE. UU. mostraban frialdad ante el Estado hebreo. La postura de Gran Bretaña era ambigua: por un lado el Estado Mayor británico había elaborado planes de ataque contra Israel en caso de una guerra hipotética entre éste y Jordania. La alianza militar entre Gran Bretaña, Francia e Israel no era del gusto ni de los diplomáticos ni de los generales británicos. Los políticos árabes en Irak y Jordania, quienes temían los efectos de la propaganda nasserista en sus países, provocaron a Gran Bretaña para que castigara al presidente egipcio por su insolencia con la acción del Canal de Suez. Ellos estaban en lo correcto. Pronto Irak habría de optar por la vía egipcia. Francia sacó sus conclusiones de la derrota de Suez: de común acuerdo con Alemania, Francia emprendió la construcción de una nueva unidad europea, a modo de contrapeso a los EE. UU. Gran Bretaña no fue invitada a la nueva mesa europea.
La lección histórica de la Guerra de Suez consiste seguramente en que se debe considerar la situación en forma desapasionada y objetiva; no dejarse conducir por ensoñaciones ideológicas y políticas, e incluir en el análisis tanto los intereses y posibilidades propios como los ajenos.
¡Por la Paz!
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