Nueva York (CJL-OJI) – La primera luminaria en honor de la festividad de Janucá se enciende este año en el anochecer del viernes 15 de diciembre (24 de kislev), y así sucesivamente hasta la octava, al anochecer del sábado 23 de diciembre (2 de tevet).
Seguidamente se incluye la traducción al español, elaborada por OJI, de un artículo redactado por el rabino Irving Greenberg, presidente de la Jewish National Network, y tomado del sitio en Internet “My Jewish Learning”.
Advertencia preliminar: los “jasidim” (”devotos”) a los que se refiere este estudio fueron un grupo de judíos que, en tiempos de los Macabeos, eran conocidos por su lealtad al judaísmo tradicional despojado de helenismo. No tuvieron relación directa con los “jasidim” que surgieron en Europa durante la segunda mitad del siglo XVIII de la era general.
Janucá es un arquetipo de la relación que hay entre aculturación y asimilación.
La victoria final lograda por Janucá fue motorizada por la resistencia antepuesta por los elementos más tradicionalistas, muchos de ellos campesinos carentes de refinamiento intelectual. De muchas formas, estos rebeldes estaban en mayor conflicto con sus conciudadanos judíos helenizantes que constituían una mayoría asimilacionista, que con los helenos mismos. El universalismo arrogante del helenismo exigía que, en aras de la convivencia general, los judíos abandonaran sus enfoques religiosos distintivos. Muchos judíos así procedieron, pero no los devotos.
Janucá resalta la fuerza positiva que tuvo la devoción, la lealtad incondicional, que aquellos jasidim sentían por el judaísmo. Aquella resistencia constituye un desafío para los judíos modernos, tan atraídos a una aceptación fácil de los valores cosmopolitas, que consideran que la cultura sofisticada de la sociedad abierta tiene prioridad al sentimiento y a la “pertenencia tribal” de ser judíos. Janucá renueva continuamente la opción de si, consciente o inconscientemente, los judíos modernos somos parte de la mayoría asimilada al helenismo. Como sucedió mucho después con la crisis de la Shoá y las amenazas a Israel, el pueblo judío se ve forzado a enfrentar el asunto: ¿Somos o no, definitivamente judíos? Si se produce una crisis final de identidad, ¿uno está dispuesto a preferir la supervivencia judía?
Hay judíos que jamás consideran enviar a sus hijos a una escuela judía. Los judíos que se sienten más desdichados si su hijo o hija se casa con un judío ortodoxo que si contrajere matrimonio con una persona no judía, realmente ya optaron por cuál es su opción primaria. Ahora bien, la lección que recibimos en Janucá, conduce a que adoptar enérgicamente al judaísmo como prioridad de vida, es la llave para concretar opciones genuinas que tengan proyección a la continuidad de la historia judía. A veces, no cabe cavilar. Debe haber una voluntad para considerar al judaísmo como lo prioritario, u optar en la defensa de la supervivencia de Israel. Ponerse a razonar los motivos y la disposición a negociar ciertos aspectos, viene apenas en un segundo plano.
Al mismo tiempo, no hay que cerrar la mente ni ignorar la cultura que nos rodea. Esta táctica sólo funciona cuando los judíos son aislados. No funcionó en las grandes ciudades de Judea del siglo II de la era general, y con toda seguridad tampoco nos va a ser útil en la cultura y la sociedad de hoy en día.
Los jasidim de aquellos tiempos no hubieran podido ganar la batalla ellos solos. Cuando estalló el conflicto muchos judíos helenizantes decidieron ponerse del lado de sus hermanos judíos antes que de los gentiles. La victoria de Janucá fue ganada por una coalición: los tradicionalistas unidos con los judíos aculturados que había decidido sostener a la parte judía. Incluso si bien pelearon su batalla cultural, los macabeos, y después de ellos los fariseos, no rechazaron totalmente al helenismo. Se sintieron profundamente motivados por su individualismo, sus métodos de análisis, su retórica literaria y sus conceptos teológicos. Sí, es verdad, absorbieron mucho del helenismo, pero dieron un molde distintivamente judío a las ideas venidas de afuera, y rechazaron muchas otras.
El paradigma del modo judío implica atravesar una cantidad de situaciones históricas y culturales en el camino a la redención. La comunidad judía siempre puede delinear una adaptación propia. Pero en general, el modo judío implica la necesidad y voluntad de sumergirse en muchas otras culturas, participando, aprendiendo, seleccionando, incorporando, evolucionando. Exposición e integración son las llaves, aunque la exposición exagerada a lo que no es esencialmente nuestro, puede conducir a la nada.
Los rabinos profundizaron en el judaísmo para hacer frente a una civilización dinámica, que disponía de modelos culturales más intensamente desarrollados. Al lanzarse a la búsqueda de respuestas, el judaísmo ascendió a nuevas alturas de idoneidad y desarrolló la habilidad de navegar en el mar del helenismo. La cultura actual que rodea a los judíos es incluso más desarrollada, atractiva y desafiante. Los judíos y el judaísmo tendrán que desempeñarse con destreza en este campo de competencia. La aculturación – o sea, la modernización – constituye una alternativa a la asimilación. Puesto que ningún grupo es capaz de ofrecer respuestas a todas las situaciones de la vida, ni satisfacer todas las opciones abiertas en la sociedad, se torna sumamente importante formar coaliciones para cubrir el campo, para apoyarnos mutuamente, para otorgarle al pueblo judío la fortaleza propia de la variedad y del número.
La siguiente lección que nos imparte Janucá (al igual que Purim), es no expulsar a los judíos asimilantes. En una situación perentoria (como sucedió en 1967 y 1973), muchos más judíos de los que aparecen en la superficie, generarán la supervivencia judía. Una coalición entre judíos tradicionales, aculturados y asimilados gestó el milagro macabeo. Lo que se necesita es una alianza, una simbiosis, de judíos tradicionalistas, judíos modernizantes y aquellos judíos asimilantes que todavía pueden ser motivados. El objetivo real es comenzar una lucha que “destete” a nuestra gente de permanecer excesivamente absorbidos por el statu quo, y liberarlos para una existencia judía auténtica.
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