En estos días donde la cibernética, computación y medios de comunicación nos recluyen de nuestra esencia, se enciende una luz de vida, de esperanza. Esa es la llama que tenemos dentro nuestro, de nuestras raíces judías, de nuestro yo verdadero y esa es la luz que encendemos de januca. Es también para que la gente vea el milagro de habernos superado frente a la asimilación. Es una llama interior que nos dice: nosotros podemos ser libres de la sociedad que nos fagocita de percepciones externas que nos dañan y nos convierten en seres no pensantes, en autómatas de hacer nuestras tareas sin reflexionar y sin saber hacia donde nos dirigimos. Esa energía que poseemos y no utilizamos es la llave de nuestro crecimiento espiritual. El milagro de januca, hoy en día es mostrar que aunque los valores se perdieron (llámese respeto, dedicación al prójimo, estudio de tora, mitzvot (buenas acciones)) nosotros no estamos vencidos, tenemos una luz en el corazón que nos dice: somos judíos, no nos dejemos derrotar. Ejercitemos nuestros músculos espirituales dormidos, aun hay esperanza. No importa si los demás nos burlan, o si nos ven ridículos. Nosotros bien sabemos que es, nuestra mejor receta para seguir adelante. En januca un poco de aceite puro duro ocho días, nuestro aceite son aproximadamente ochenta años. Ellos lo encendieron y se dieron esa posibilidad que parecía imposible. En nosotros ocurre lo mismo. ¿Quién dijo que estamos perdidos? Encendamos el aceite que tenemos dentro para iluminarnos e iluminar a los demás con esas fuerzas que existencia nuestra vida.
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