Son demagogia los cadáveres que se le imputan al ejército de Israel por sus labores de defensa de estos días. Primero porque mientras los Estados civilizados y libres protegen a sus ciudadanos, las tribus bárbaras los usan de escudos humanos para poder presumir luego de muertos, que es lo único que saben hacer los palestinos. Lo único que han hecho durante todo este tiempo. Por supuesto que la guerra entre Israel y Palestina no es una guerra entre iguales. Primero porque Israel siempre ha defendido la construcción de un Estado para los palestinos, una vez que la seguridad de Israel estuviera garantizada por el compromiso pacífico de los palestinos. En los textos fundacionales de Hamas no se reclama ni una sola vez el Estado palestino y, en cambio, hasta en siete ocasiones se llama a acabar con Israel y a lanzar a los judíos al mar. No es una guerra entre iguales, pero no porque los israelís tengan tanques y los palestinos sólo tengan piedras, sino porque el proyecto de Israel es de vida y el de Palestina es de muerte. Sólo hay que ver cómo cada comunidad cuida de su tierra. Sólo hay que ver cómo Israel protege a sus ciudadanos y Palestina los expone para salir ganadora en el recuento de cadáveres. Sólo hay que ver cómo Israel entierra con recogimiento y con dolor a sus muertos y Palestina los exhibe entre fanáticos y tiroteos como si fueran medallas. Si Palestina se comprometiera a no atacar nunca más a Israel, Israel no tendría ninguna necesidad de defenderse y desocuparía los territorios ocupados, y ella misma derribaría el muro -que no es un muro, es un biombo- porque ya no tendría que protegerse de los cohetes de los terroristas palestinos. A Palestina no le interesa la paz porque no sabría qué hacer con ella, porque jamás alrededor del Islam ha florecido una sociedad democrática, próspera y libre. A Palestina no le interesa un Estado porque su única obsesión es eliminar Israel. Arafat no era la solución, era el problema. Los cadáveres son los que los palestinos quieren que haya, la guerra durará mientras Palestina quiera que dure, y mientras Palestina use de carnaza a sus ciudadanos no puede quejarse cuando luego consigue sus objetivos. A Israel no se le puede negar el derecho de defenderse porque sería negarle su derecho a existir. No es una guerra de religiones, ni de territorios, ni de hermanos que se odian. Es una guerra entre vida y muerte, entre la civilización y la selva, entre Occidente y la destrucción de Occidente. Es una guerra entre tu estilo de vida libre y sus dictaduras terroristas. Es una guerra entre el bien y el mal. Israel es nuestro dique de contención contra la barbarie. Y ya que están aguantando por todos nosotros, aguantándonos la vida y la libertad, lo mínimo que podríamos hacer es dejarles de insultar. *El Mundo/España
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