Hoy es Kipur, soy el más alejado de Tu presencia y sin embargo acudo a Tí, he manchado mis manos con sangre y no vengo arrepentido.
No fui justo según Tus mandamientos y perseveraré en mi conducta, no cambiaré mis hábitos que seguramente me alejan de tu Espíritu Divino y sin embargo, vengo a testimoniarte.
No estoy solo, somos un grupo de brigadistas judíos (*), estamos en lo que alguna vez fue tierra de tus seguidores más conspicuos, entre ellos mis abuelos, padres y hermanos, ya no están ni los míos ni los de mis Javerim (compañeros), venidos conmigo desde la lejana tierra que prometiste a nuestros antepasados.
Estamos ahora en lo que fue nuestro antiguo terruño pero nada queda de él; por eso en este Kipur no estamos para pedirte perdón sino razones.
¿Qué pasó con todos aquellos que hacia tu magnificencia se dirigían? ¿Qué pasó con sus ruegos elevados a Vos desde el hambre y la degradación? ¿Donde están ahora? .
Los busco en las viejas casas, en la nieve y en el viento, pero nada encuentro ¿Deberé embolsar el viento en un recipiente para recobrar sus ruidos y cantares? ¿Deberé juntar tierra en una caja, pues quizás ésta tiene restos de sus risas o sus miradas? ¿Donde están ellos ahora?
Te he confesado que nuestras manos están llenas de sangre y no sentimos culpa, porque desde que recorremos este gran sepulcro, donde pululan vencedores y vencidos, encontramos por doquier a los que se enorgullecen de lo perpetrado con mis hermanos. Para ellos no tenemos Tu piedad pero tampoco ellos la tuvieron, igual la muerte es poco castigo y nuestro corazón judío no se contenta con la venganza.
Queremos más, queremos saber por qué los que te pedían “Al taslijeini be Ziknai” (No me descartes en mi vejez), fueron descartados de la vida antes de tiempo y con deshonor. Queremos saber qué fue lo que cerró los corazones de todos aquellos que pudieron ayudar y no lo hicieron ¿Acaso no eran también estos tus hijos y testimonios de tu gloria?
Es difícil para nosotros creer en tu perdón y hasta en tu atención.
Sin embargo, hoy es Kipur y todos estamos contritos y angustiados, recordando la santidad de los días en los que nos reuníamos a santificar Tu Nombre. En los que padres y abuelos derramaban lágrimas de amor por Vos, pidiéndote que los inscribas en el Libro de la Vida. Eran sinceros D”s mío, pedían por ellos y por nosotros, para que no fuésemos seres perdidos, con un vacío espiritual desesperados en Tu búsqueda y ¿qué ocurrió?.
Somos seres totalmente vacíos y ya ni siquiera la sangre de nuestros enemigos podría llenar el hueco que Tu indiferencia provocó.
Sabemos que hoy, en algún lugar, todavía hay quienes se reúnen a loar tu Santo Nombre, nosotros no lo hacemos, tenemos una misión más terrenal y concreta.
Cobrarnos justicia y llevar a Israel a los que quedan de nuestros hermanos, para que restañen sus heridas y tengan una patria que no los expulse como hizo ésta y no los ponga, con el menor pretexto, en las manos de sus asesinos.
Mientras sin ganas ingiero mi almuerzo, necesitado de llevar la contra a las conductas de mis antepasados, trato de entender cual fue el error de mis hermanos inmolados.
Quizás el no poder aceptar los hechos por impensables, quizás confiar en que no los abandonarías hasta el final, o tal vez creer que a último momento harías aparecer un salvador divino; no lo sé ni lo sabré, solo puedo pensar que no merecían lo ocurrido, ni ellos ni nadie Sin embargo, envidio a aquellos sobrevivientes que pese a todo, hoy están en un Templo rezando y volviendo a creer en Tu grandeza.
Donde está D”s mío y de mis padres, la voz suave y susurrante que me demuestre que estoy equivocado?.
Aún suenan en mis oídos ayes de dolor y gritos de tormento; la arena, el viento, la lluvia y el rocío, me traen recuerdos de rostros amados, pero ellos ya no están en esta tierra maldita. Te pido que te manifiestes para poder volver a creer en Vos, pues si no ¿En quien debo creer? ¿Acaso en el D”s de las bestias asesinas? ¿Acaso en mi finitud humana como último destino?
Te pido angustiosamente, soy un soldado hebreo que desnuda su angustia y su debilidad para lograr un atisbo de Tu presencia, reniego de Ti pero te necesito, no golpearé mi pecho pidiendo perdón, ni aseguraré una actitud de penitente arrepentido, pero sí pediré una manifestación de Tu presencia que justifique que todo lo ocurrido en esta tierra, tuvo algún sentido trascendente, de otro modo, seguiré reprochándote en cada Kipur por tu ausencia.
Me ha vencido el cansancio y he dormido un par de horas, es bueno dormir pero los sueños suelen ser tortuosos, hoy he tenido uno en el que me vi leyendo la Haftará de Kipur frente a mis padres y hermanos. Fue hace toda una eternidad que eso realmente ocurrió. Recuerdo las prácticas previas y qué empeño ponía para que las palabras de Isaías sonaran claras y melodiosas.
Aún puedo recordar fragmentos: “Allanad, allanad, quitad tropiezos de la senda de mi pueblo” ¿Qué ocurrió con el anuncio de tu profeta máximo ?¿O era un impostor? ¿O quisiste desacreditarlo?.
“Yo crearé palabras nuevas para sus labios y paz, paz al lejano y al cercano” y pienso cuan penoso habrá sido el recordar estas frases para mis hermanos transformados en humo.
“Mi D”s dice que no hay paz para los impíos” ¿A quien le diré esto ?¿A los asesinos sueltos que pululan por doquier en esta maldita tierra?.
No quiero seguir recordando y sin embargo, vuelven a mí las imágenes de esa niñez feliz pese a las estrecheces, aún siento el roce de la barba blanca de mi Zeide contra mi rostro infantil.
La Bobe mostrándome a sus amigas, quienes pese a ser un día de congoja y sufrimiento, me brindaban gestos de amor dibujados en sus rostros buenos. ¿Cómo puedo recordar y no añorar? ¿Cómo puedo remembrar y no sufrir?.
Y hoy aquí, a tantos años luz de aquellos Kipurim, estoy comiendo treif, sentado en el suelo, con mi uniforme sucio de tierra, sudor y sangre.
De repente, recorriendo mi indumentaria, choca mi vista con la estrella de David prendida en mi charretera, es mi orgullo pues soy un soldado judío y de a poco voy entreviendo un futuro.
Nada devolverá de la muerte a los míos y nada justificará su escarnio, pero pese a todo, el Altísimo (de quien reniego) nos mostró una salida difícil y costosa, pero salida al fin.
Está naciendo un nuevo judío que quizás no hubiese surgido en otras condiciones, quizás este nuevo ejemplar que puede matar y hacer justicia por propia mano, también era necesario en el devenir histórico de nuestro pueblo; puede que los designios del Creador sean insondables para mí, pero que tengan un sentido último, porque si no, todo sería obra del azar y pese a mi enojo con D”s, me resisto a creerlo
Veo a lo lejos una polvareda, seguramente son polacos con ansias de turismo hacia el lugar donde tantos hombres se hicieron humo.
Se acerca un vehículo militar inglés, están bajando unos pocos soldados y con ellos vienen hombres y mujeres de civil, se acercan a nuestro grupo y nos hablan en idish.
Son sobrevivientes que miran las paredes destruidas y los restos de las chimeneas, prorrumpen en llanto ante nuestro silencio.
De repente, una anciana de blancos cabellos con cierto parecido a mi bobe, mira mi Maguen David, se me acerca, mira mi rostro con amor, se aferra a mi brazo y me dice en idish “Nu...Haint is Iom Kipur un me darf davenen” (Y...hoy es Iom Kipur y hay que orar).
Junto a los otros sobrevivientes, que a su vez se aferraron a mis javerim, comenzaron a cantar viejas letanías, primero en desorden y luego coincidiendo con el anciano que oficiaba con su viejo Majzor (libro de oraciones), parado frente al firmamento infinito.
Los javerim de la Brigada Judía, permanecimos callados pese a lo emotivo del momento y de pronto pensé: estos humanos vienen del infierno, han sufrido lo que yo no puedo ni imaginar y sin embargo, conservan su fe.
Pues sienten la necesidad infinita de creer en una instancia superior que sea un D”s de amor hacia los hombres, pues entonces ¿quien soy yo para negarlo? ¿qué soberbia me anima para negarlo? ¿qué me queda si El no existe?.
De a poco me integro a la oración colectiva y mis javerim paulatinamente hacen lo mismo; ahora somos un grupo de judíos reunidos en un lugar sagrado, celebrando el día más sagrado del año.
Todos rezamos y todos lloramos, todos nos hemos hundido en las peores miserias humanas y todos elevamos nuestras miradas hacia las alturas.
El oficiante toma el shofar pero no tiene fuerza para expeler un sonido, me lo acerca a mí, lo tomo con la fuerza de mi brazo joven, lo llevo a mi boca y emito un rugido poderoso que se oirá a la distancia. Lo oirán los presentes y los ausentes que nos acompañan con sus ojos clavados en nosotros desde nuestra memoria; estoy nuevamente con los míos, nuevamente con mi Creador, sin paz pero en armonía, con el shofar milenario y canto junto a mis dolientes hermanos:
Felices los que residen en Tu morada
Ellos te alaban eternamente
Feliz el pueblo que cree en Ti
Feliz es el pueblo para el que Adonai es su D”s
(*) Brigadista: miembro de la Brigada Judía, perteneciente al ejército británico durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial y en la inmediata pos guerra, fueron el embrión del futuro Tzahal.
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