Bibi Netanyahu, capitán en retiro de una unidad elite del ejército israelí, sabe muy bien que sufrir una derrota no implica perder la guerra. Por ese motivo, hoy, después que las potencias del mundo firmaron el acuerdo de Viena con Irán, Netanyahu moviliza todas sus huestes de correligionarios, simpatizantes y servidores para lanzarse a una dramática contraofensiva sobre Obama en los pasillos del Capitolio. La punta de lanza de las fuerzas Netanyahnas en terreno estadounidense se alistó de inmediato. AIPAC (Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos – Israel, por sus siglas en inglés), el poderosísimo lobby pro Israel de ciudadanos judíos estadounidenses, ordenó a sus soldados cancelar de inmediato sus planes de vacaciones de este verano para ponerse a disposición inmediata del comando operativo de la institución. A sus mayores contribuyentes financieros les trasmitió la directiva de meter las manos en sus bolsillos para respaldar una millonaria campaña mediática en contra del acuerdo (“su costo fácilmente puede sobrepasar varias decenas de millones de dólares”).[1] En una circular dirigida a sus miembros, AIPAC habla por boca de Netanyahu cuando afirma: “El Congreso estadounidense debe rechazar este acuerdo para obligar a su Ejecutivo a trabajar con nuestros aliados para continuar con la presión económica sobre Irán y paralelamente proponer un arreglo mucho mejor que bloquee toda posibilidad de desarrollar armamento nuclear en ese país”[2]. La historia de las últimas décadas nos detalla el gigantesco poder de injerencia de este grupo de ciudadanos judíos-estadounidenses en la toma de decisiones de la administración de su país para favorecer intereses de un país extranjero, Israel en este caso. Las expectativas vaticinan un duro enfrentamiento entre Netanyahu – AIPAC frente a Obama. Una derrota para el lobby judío puede tener nefastas consecuencias en el futuro de la organización. Aparte de movilizar automáticamente a todos los senadores republicanos, identificados con Netanyahu al mejor estilo del verticalismo prusiano, la iniciativa israelí requiere el apoyo de otros 13 demócratas para tirar por el suelo todo intento de un veto presidencial. Bajo esta constelación, “en AIPAC valoran la posibilidad del uso del arma del día del juicio final: intervenir enérgicamente para lograr la destitución de parlamentarios demócratas que se atrevan a votar en favor del acuerdo. En el pasado, este lobby arremangó las mangas en contra de aquellos catalogados como “anti-israelíes” y varios de ellos perdieron su banca en la década previa”[3]. Para demostrar que el intervencionismo de instituciones judías en la política exterior de EE.UU no es prerrogativa única del ala intransigente allegada a Netanyahu y los sectores israelíes de derecha, como es el caso de AIPAC, en los últimos años se sumó el sector transigente identificado con la izquierda israelí que en este conflicto activa enérgicamente para apoyar la aprobación del acuerdo con Irán.J-STREET (del inglés: calle judía), es una institución de judíos estadounidenses que se asumen como Pro-Israel y Pro-Paz trabajando en los pasillos gubernamentales para promover la solución de dos estados para dos pueblos en el conflicto israelí-palestino. Salvo su visión ideológica dentro del judaísmo que condiciona la orientación de sus políticas enfrentadas a las de Netanyahu, prácticamente no hay diferencias básicas en el modo de accionar de este nuevo grupo a favor de Israel en relación con el de AIPAC. En palabras de su fundador, Jeremy Ben-Ami, “crecimos para ser el grupo pro-israelí más grande de EE.UU. Nosotros, por ejemplo, aportamos dinero a políticos pro-israelíes”[4]. Tanto la dirección política de Israel, como las instituciones judías dispersas en el mundo, se relacionan con mucha naturalidad a esta conducta que, por afinidad étnica, da luz verde a ciudadanos de un país a adjudicar preferencia a intereses de otro extranjero. Lamentablemente no prestan suficiente atención que se trata de una grosera transgresión a normas democráticas, una clara manifestación de doble o deslealtad al Estado que le otorgó ciudadanía, y para no pocos, una probable traición. El gobierno del Estado Judío está en todo su derecho cuando considera al acuerdo con Irán un error histórico y un serio peligro existencial para Israel. También está en todo su derecho actuar y presionar a quien considere relevante en todo escenario importante del mundo. Para este accionar se dispone de mecanismos democráticos internacionalmente aceptados: Gobierno, Cancillería, Embajada y enviados especiales. Basarse en el poder de influencia interna de judíos que disponen de ciudadanía de otro país, y tal vez, de significativa capacidad financiera, es una grosera transgresión a normas de conductas internacionalmente admitidas. Si es que no le asignaron la suficiente reflexión, el insolente abuso de reglas de juego democrático de EE.UU por parte de ciudadanos judíos tiene fecha de caducidad. Toda persona informada de las tendencias demográficas del país del norte tiene claro que solo restan de dos a tres décadas, como máximo. Por el bien del futuro de judaísmo, hoy hay que frenar a AIPAC y J-STREET. [1] “La campaña contra el acuerdo con Irán: AIPAC sopesa desenfundar el arma del día del juicio final”, Walla, 18-7-22015 [2] “Movilización de AIPAC en la guerra contra Obama”, Haaretz, 17-7-15. [3] “La campaña contra el acuerdo con Irán: AIPAC sopesa… Idem [4] “Flanqueo por la izquierda: el lobby que nació en contra de AIPAC”, NRG, 14-6-13.
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