Para cada circunstancia de la vida, el judío devoto recita una bendición apropiada. Cuando sale de viaje y cuando regresa a su hogar; cuando estrena un traje y cuando inaugura una casa; cuando toma un vaso de agua o cuando contrae enlace; cuando se sienta a merendar y al terminar su refrigerio; cuando come una fruta o cuando celebra algún acontecimiento, pronuncia una bendición distinta para cada circunstancia.
Con más razón, tiene una bendición apropiada cuando lee la Torá. Hay un texto hermoso con el que bendice al ascender al púlpito antes de leer un fragmento de la ley de Moisés; luego recita otra bendición adicional de elevación espiritual, cuando termina tal lectura. Esta última dice así: “ Bendito seas Tú, que nos diste la Torá y vida eterna sembraste en nuestro seno” (Jaié olam natá betojeinu)...
Una de las particularidades más distintivas del pueblo judío es “jaié olam”-Vida Eterna, lo que le brinda la singularidad de ser “Am Olam”-Pueblo Eterno. De allí deriva el acuciante dilema de la supervivencia judía.
Muchos historiadores e investigadores del desarrollo de la sociedad humana, no se explican el misterio de la continuidad del pueblo judío, a través de todas las vicisitudes tremendas que lo acosaron, las que hicieron sucumbir definitivamente a otras naciones en similares condiciones; lo que pareciera desafiar las leyes establecidas por la historia.
RESURGIMIENTO
Una y otra vez, dio la sensación que el pueblo judío, había sido abatido definitivamente. Pero otras tantas veces, se produjo su surgimiento, sobre el tablado de la historia, en el orden político, cultural, social y económico. Ello corrobora precisamente el concepto de “Am Olam”, tan arraigado en la tradición y en la esencia judía.
Una particularidad notable de la historia judía, es la naturaleza de su desarrollo cíclico, que muta con espectaculares altibajos; mucho más pronunciados que en otros pueblos.
Siempre después de descender hasta su perigeo, luego de ser perseguido, martirizado, envilecido y masacrado, se produce un gran repunte, en apariencia milagroso, el que se debe, sin duda alguna, a las fuerzas inmanentes acumuladas en su seno, al dinamismo y empuje de su vocación de pueblo. Esto también se debe, seguramente, a la conciencia de su destino histórico, a su determinación de seguir existiendo, en desafío, frente a todas las fuerzas que se han confabulado para exterminarlo.
DÍA DE LA INDEPENDENCIA
Uno de estos repuntes gloriosos se produjo sesenta y tres años atrás, un 5 del mes de Iyar, al proclamarse el Estado de Israel: en realidad el tercer Estado Judío, en la trayectoria de cuatro veces milenaria de este pueblo.
Por eso, precisamente, la fiesta de la Independencia de Israel, no se limita a serlo tan sólo, de los más de cinco millones de judíos israelíes y de los más de un millón de ciudadanos no judíos de Israel, que habitan la Tierra Prometida.
Es también, la fiesta de todo aquél, que pertenece al “Am Olam” (Pueblo Eterno), pues representa la culminación de sus sueños milenarios, de las profecías de redención de sus visionarios, de sus generosos sacrificios, de sus inagotables esperanzas, de sus lides, de su eterno optimismo, de su vocación de libertad.
LUCHAS
¿Cuál es el mecanismo que hace del pueblo judío “Am Olam”?
Si analizáramos sus luchas por la independencia, desde tiempos remotos, desde el mismo Éxodo de Egipto, el pueblo judío, es el único que desafió con arrojo, casi suicida, a las potencias más poderosas de la tierra, en defensa de su independencia.
Enfrentó a Nabucodonosor, amo del mundo; a Antíoco Epifano, comandante del ejército griego; a Vespasiano y Tito; acometió en Masada; enfrentó a Adriano, a Torquemada, al mismo Hitler, y por fin salió a la lid, contra siete Estados Árabes, hace más de seis décadas.
En todas estas oportunidades, Israel contaba con innumerables posibilidades de sucumbir y las más de las veces, fue diezmado y masacrado. No obstante, no se rindió, no se dio por vencido, y por eso persistió. Ésta es la razón de su existencia.
Supo defender la dignidad de la vida humana, porque cuando fue necesario, sus hijos, fueron con dignidad al encuentro de los mayores riesgos, superando los miedos y las vacilaciones, pues estuvieron siempre dispuestos a sacrificarlo todo, incluso la vida misma. Se aferraron en forma inquebrantable a su patrimonio espiritual, por ello el pueblo judío, fue, es y será: “Am Olam”.
Esta fue en su propia perennidad como pueblo; y la conciencia del deber de defender tal eternidad a toda costa, deriva de la cosmovisión judía que está colocada, en la vanguardia de la historia universal.
ENSEÑANZAS
Encíclicas y esquemas ecuménicos de justicia social, que aparentan de novedosa patente, están inspirados en el Levítico, el Deuteronomio, Isaías, Jeremías, Amós y muchas más creaciones judías. Ellas están enraizadas en las enseñanzas judías de antiguo abolengo. Se legislaron e irradiaron por todo el universo a través del pueblo judío, sin necesidad de discurrir en demasía y en forma espectacular, como se lo suele hacer en las últimas décadas, cuando se habla en exceso, mientras se mezquina la acción concreta.
Cuanto menos treinta siglos atrás, los moldes de la justicia social; el imperativo del amor al prójimo; de la convivencia entre los pueblos; de la equidad hacia el extranjero; de la protección a la viuda, al huérfano y al menesteroso, habían sido estatuidos en la sociedad judía, con inoculta aspiración de universalizar tales nobles premisas.
Recién en nuestros días, parece prevalecer una sed, una nostalgia cósmica de judaísmo auténtico, a través de sus enseñanzas éticas en toda la humanidad, aunque a menudo se empeñan por revestir este impulso legítimo, de ropajes prestados o de imitaciones, no siempre logradas.
FUENTES ORIGINARIAS
Por ignorancia o por despreocupación frente a los originales y primigénios manantiales del judaísmo, no son pocos los judíos, en cuyo espíritu tienen mayor predicamento las imitaciones y los disfraces; en lugar de abrevarse en las fuentes originarias y límpidas, que nunca dejaron de estar a su alcance.
Muchos de nuestros hermanos, quedan más fácilmente deslumbrados por los esquemas que recurren a la agitación popular, mediante la ruidosa publicidad, en lugar del clima sereno y sosegado, tan propicio para la meditación profunda de valores éticos y morales de esta naturaleza.
Es cierto, que el judaísmo no es misionero, aún cuando es, indudablemente portador de la misión de hacer valer su gran vocación humanista y universalista.
Sin embargo es absolutamente legítimo, ser misionero del judaísmo, dentro de las propias filas de la grey, para enseñar, o cuanto menos informar, sobre el alcance de su cosmovisión.
Cuando los gentiles ya comienzan a captarla ¿Cómo pueden quedar al margen los propios judíos?
Se trata, en realidad, de una misión suprema: proselitizar a nuestros propios hermanos, para que sepan apreciar lo suyo, para que sean partícipes activos y concientes del “Am Olam”.
IOM HAATZMAUT
Por ello, precisamente, Iom Haatzmaut es mucho más que un desfile de gloria militar, mucho más que la celebración de una serie de victorias contra un poder agresivo y avasallador, y más aún de la fundación de un Estado adicional.
El 5 del mes de Iyar de 1948, representa la determinación de un pueblo de seguir existiendo, desafiando a quien fuere: es el triunfo de la fe judía, en su existencia de antaño y actual; es la esperanza de que nuestra cosmovisión de un mundo mejor para todos, sin distinción, prevalecerá; es, en suma, el triunfo de la idea y de la práctica de “Am Olam”- Pueblo Eterno.
“Jag Sameaj!”
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