A medida que transcurre el tiempo, los hechos históricos son vivenciados por algunos de nosotros y valorados cada vez más y otros se van olvidando de lo esencial. La salida de Egipto, la entrega de la Tora la destrucción del primer y segundo templo, las cruzadas, la inquisición, y el holocausto., son algunos de los acontecimientos que tendríamos que tener siempre presentes para no perder nuestra identidad como pueblo. Lo trivial, lo vano de todos los días, nos lleva a interpretar, con nuestra pobre escala de valores, los sucesos que acontecen, juzgando varias veces por lo que nuestros ojos ven y no por lo que sucede realmente. Y es así que como consecuencia percibimos conceptos equivocados que nos perturban. Primero es necesario aclarar que no existe judaísmo ortodoxo, laico, conservador, tradicionalista, reformista, ultra ortodoxo o reconstruccionistas. Roturarlo así, es un error de base. Moshe Rabenu no pertenecía a ninguna corriente. El buscó salvar al pueblo de Israel y para ello arriesgó su vida. D”s le ordenó sacar al pueblo judío de Egipto y el cumplió. Lejos de formar un partido político, llevaba la bandera de la verdad. El busco la unión y el fortalecimiento de sus hermanos. Cuando el pueblo hizo el becerro de oro alejándose de sus raíces, Moshe Rabenu invocó una plegaria al Todopoderoso para que el pueblo no sea destruido. Aunque D”s le había propuesto hacerlo y crear uno nuevo, Moshe Rabenu no nos abandonó y pidió por todos nosotros.
Hoy es importante ver estas enseñanzas para no volver a caer en la rebeldía carente de todo sentido. Sólo existe el judaísmo que permanece a través del tiempo y trasciende a pesar de las opresiones y enemigos. Necesitamos del respeto mutuo y la unión verdadera. Ubicar la observancia de las leyes como nos quede más cómodo, a eso podemos llamar, acallar nuestra conciencia y justificar nuestros actos.
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