¿Va a decirme que ella no estaba al tanto de los negocios del marido? ¿Va a decirme que él no estaba al tanto de los negocios del padre? Los macristas se sienten profanados cuando se los compara con el kirchnerismo. Al (peor) estilo Plutarco. O estilo Esopo, con moraleja incluida. La polarización, en vez de confrontarlos, a Mauricio y La Doctora, al contrario, los acerca. Las dificultades políticas de ambos estadistas aluden de inmediato a las cuestiones familiares. Herencias perjudiciales como culpas. En Mauricio son las derivaciones de los negocios del padre. Con 86 años, sobrecargado de historias económicas y pasionales, don Franco Macri está demasiado vivo. En La Doctora son las derivaciones del sistema de acumulación instaurado por el marido muerto. Néstor Kirchner, líder de culto y fenómeno recaudatorio. Las fabulosas consecuencias del padre vivo y del marido muerto confluyen en Comodoro Py. Pese a las diferencias socio-culturales de formación, en los Tribunales se unen los “senderos que se bifurcan”. Borges. La sofisticada modernidad de las “off shore” con la precariedad de la hotelería. “¿Quién lava más blanco?”, Jean Ziegler.
El padre vivo La gran epopeya de Macri, en pos de la trasparencia, contrasta con el enriquecimiento originario. En la materia, los funcionarios inocentes que lo secundan suelen aproximarse a la inutilidad. Pudo percibirse con el episodio epilogal del Correo, que merece ensayar un guión para serie de Netflix. Arranca 20 años atrás con la peripecia de Alfredo Yabrán, para naufragar, a través del canal de Franco, en la costa del abnegado señor Maffiolli, encargado de los restos imperiales del Grupo, piedra basal de la Argentina como SOCMA (cliquear). El Netflix del Correo resultó letal para la credibilidad del cruzado Mauricio. Debe acentuarse la astucia inteligente del padre vivo, que le dejó un clavel de 60 millones de dólares a don Alfredo. Para reubicarse admirablemente con los posteriores mecanismos de comportamiento que iba a imponer el marido muerto de La Doctora. Cuando vivía. Franco dejó de pagar el canon por el Correo después de la muerte del jefe real. Yabrán. Y cuando llegó Néstor, desde el Gorro Frigio del Estado lo expropió a Franco. Le ocupó las múltiples instalaciones. Surgen entonces los juicios entrecruzados. Del Gorro Frigio a los propietarios del Correo que no pagaban, y de los expropiados al Estado. El desbarajuste le estalla a Mauricio en el borde del primer año como presidente. Los desinformados que lucían la casaca amarilla PRO, para defenderlo, preguntaban: ¿Por qué durante 12 años el kirchnerismo no resolvió el litigio del Correo? Respuesta demasiado explícita. Casi obvia para la fábula. Porque el padre vivo y el marido muerto lograron entenderse. Como “Bouvard y Pécuchet”, de Gustave Flaubert, sátira inmortal. Fue cuando el padre vivo, desde La Nación, suplicaba por tener un presidente de La Cámpora. En tiempos de Néstor, extensibles a los días inciertos de La Doctora, hasta para poner un quiosquito de astrología china había que arreglar con Franco. Otra “pesada herencia” alude a IECSA, la constructora familiar adherida cronológicamente al descalabro de Odebrecht. La corporación eficiente de Brasil que se desmadró entre la actual escatología del torneo de delatores. Premiados. Odebrecht alcanzó a pegotear, con membrillos maduros, los dedos mayoritarios de graves estadistas del continente. A través del apacible canal de Calcaterra, IECSA-Odebrecht alcanza el puerto de salvación del consolidado Marcelo Mindlin. Es el gran triunfador del Cambio. Como el providencial “muchachito” de los antiguos films del far west, Mindlin llega, como el olvidado Alan Ladd, para rescatar “el honor de los Macri”, y atenuar la parsimonia del escándalo. Lo que necesita ahora Mauricio es que aparezcan otros Mindlins que colaboren para rescatarlo del pantano político. Que lo ayuden a tomar distancia de “la realidad de Irigoyen”. Utilería con la que convive, entre slogans e insustancialidades.
El marido muerto Gracias a Mauricio, el adversario oportunamente escogido, desde las cenizas del desprestigio La Doctora se reconstruye. La polarización admite la reciprocidad. La transforma en la adversaria escogida. Ideal. La deplorable administración de la riqueza indigna, heredada del marido muerto, le transforma en calvario a La Doctora el camino de la recuperación. Si la economía de Mauricio arrancaba, si el desdichado habitante de la patria podía reencontrarse con la algarabía del consumo, se terminaba para siempre con La Doctora. Quedaba reducida a la concatenación de indagatorias, de procesamientos y riesgo de cárcel. Para diluir su influencia aferrada a los emblemáticos bolsos del Neolopecito. A las tierras interminables de Lázaro, el Palo Blanco emancipado. A los rústicos alquileres del Resucitado o Cristóbal. Sin embargo, al estancarse la economía, al contradecirse, al picarse el boleto solo por chiquilinadas, al sucumbir ante los dilemas estructurales agravados por el sistema electoral, Mauricio puede estrellarse -pobre- con la planificada polarización. Para beneficio de La Doctora acosada, que replica desde la impotencia del tuiteo. La primitiva orquestación de la hotelería, o las barbaries inmobiliarias legadas por el marido muerto, imponen el cuadro perjudicial que induce un destino de sombra. Sólo complementan las barbaridades de exclusiva responsabilidad de La Doctora. Como el dilema del “dólar futuro”, que deriva en show oral para 2018. O el ajusticiamiento del Fiscal Nisman, que completa las sobreactuaciones infinitas iniciadas a partir del atentado a la Amia. Fue secundado trágicamente por las sobreactuaciones de la politiquería interna. Y por la ignorancia geopolítica. Néstor sobreactuó en Naciones Unidas la condena verbal hacia Irán. Como sobreactuó La Doctora, después de la partida de Néstor, con el giro forzadamente acrobático del acuerdo con Irán. O como iba a sobreactuar el Fiscal Nisman, con la denuncia que lo condenaba. Para la fábula, debe aceptarse que la máxima sobreactuación consistió, en definitiva, en ajusticiarlo. Pero con el catastrófico “dólar futuro” o en la acrobacia del “acuerdo con Irán”, La Doctora tiene más argumentos defensivos que con la rusticidad de la hotelería. Porque judicializar una desacertada medida de política económica es menos discutible, incluso, que judicializar una decisión equivocada de política exterior. Avalada, por si no bastara, por los diputados y los senadores. Moralejas Moraleja. Las peripecias comerciales del padre vivo, para Mauricio, son tan dificultosas como las derivaciones recaudatorias del marido muerto, para La Doctora. A medida que se precipite el cronograma electoral, al Grupo Clarín le será más difícil conseguir el vengativo objetivo de apresarla. Se subraya, entonces, otra moraleja secundaria. “El fortalecimiento político de La Doctora representa el fracaso compartido del Grupo Clarín y del Tercer Gobierno Radical”. Para ensayar otra fábula.
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