A la cárcel, líderes corruptos, que una vez fueron ejemplo de transformación y hoy lo son de manutención. A la cárcel, porque se convirtieron en robots amorfos de gestión sin ideología. A la cárcel, porque sólo prometen lo que quiere oír la gente; porque son un trust que defiende sus propios intereses y no los de sus electores; porque corrompieron a Israel y a sus instituciones, cada vez más blindadas y burocráticas; porque están manchados por una financiación turbia e ilegal. A la cárcel, porque perdieron la ética buscando desaforadamente la aritmética; por recolectar adictos en vez de afines, fieles en vez de fidedignos, clientes en lugar de voluntarios; porque el corporativismo los deslegitima; porque la inmensa mayoría de ustedes apoya el mismo programa electoral pensado para contentarnos a todos, y saben perfectamente que nunca lo cumplirán. A la cárcel, porque sólo los distingue la prioridad de subsistir y sólo les preocupa lo que dirán los medios; porque tener seguidores es ya una aberración anacrónica y un camino seguro hacia la corrupción; porque, desde sus despachos, siempre se enteran tarde y mal de lo que nos pasa en la calle, en las escuelas, en las universidades, en los hospitales, en el Ejército, en el supermercado, en el campo y en las oficinas. A la cárcel, porque dejaron de ser ejemplo de transparencia y renovación; porque en esta sociedad que consume todo y a lo grande, ya no tienen vergüenza en admitir que compran sus votos; porque en nombre de la eficiencia, la seguridad de Israel y el patriotismo, cancelaron el debate y la discrepancia. A la cárcel, porque cada vez están más lejos de nosotros y más cerca entre ustedes cuidándose las espaldas y las nalgas; porque los asusta la gente que se destaca y prefieren a mediocres anónimos que no pregunten demasiado ni brillen entre sus filas. A la cárcel, porque huelen mal; porque se justifican y defienden entre ustedes a costa nuestra, secuestrándonos y hartándonos de su política; porque intentan silenciar a organizaciones sociales y movimientos de derechos humanos que no consiguen manipular, y que de a poco les van quitando el terreno del cual todavía se sienten dueños y señores. A la cárcel, líderes; a la cárcel porque están arruinando la credibilidad en la democracia israelí que muchos de sus antecesores, verdaderos patriotas, consiguieron forjar a pesar de las delicadas situaciones de seguridad y de la diversidad de ideas. Hoy es un muy día triste en la historia del Movimiento Sionista; un ex primer ministro del Estado judío fue culpado de aceptar soborno y seguramente será encarcelado. Pero en Israel somos demasiados testarudos. Confío en que llegarán tiempos en que sobre las ruinas de corrupción, que pseudo-líderes como Ehud Olmert sembraron, volverá a levantarse un Estado más justo y solidario, libre de la mayoría de los anacronismos de nuestra época. Nosotros, los israelíes, invertimos demasiado para que ello ocurra; nuestros hijos y nietos se lo merecen.
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