Todos sabemos, el humo tapa, el humo obstruye, el humo enferma , también marea.
El 38 % de los votos de los socios de AMIA, fueron para la corporación religiosa ortodoxa. Sí, a pesar de la bajada de línea de sus líderes espirituales, que arengaban a ir a votar aunque sea en sillas de ruedas o en camillas, a pesar de sermonear en sus oficios de shabat de que era una elección vital, única e irrepetible, sólo el 38%, (reitero que fueron a votar casi todos) optó por la talibanización de una comunidad mayoritariamente democrática, amplia, laica, moderada y sobre todo sionista.
Es bien cierto que el otro 62%, se encuentra dividido entre conservadores, laicos y reformistas, derechistas e izquierdistas, anestesiados desde hace años, sin proyectos ni ideas (¿ideales?) que movilicen demasiado.
Es, sin embargo un alto porcentaje que aun cree que la Comunidad judía puede, así, dividida, deshilachada, y con muchos temas a tratar, a resolver, desarrollarse, y vivir un judaísmo pleno, sin dogmas no doctrinas medievales.
Lo que pareció una victoria para los hombres de negro, festejada con sus hijos y nietos en el anfiteatro de la mutual judía con cantos, bailes y gritos fanatizados, fue, en realidad, un poco más del humo que aun queda impregnado en nuestros pulmones, que irritó nuestros ojos y dejó mal olientes nuestras casas.
El milagro “divino” que para la ortodoxia judía suponía poner en orden a los vivos y dejar en paz a nuestros muertos, no era más que un llamado a despertar a una gran parte de la comunidad que estaba durmiendo una larga siesta, viendo como unos rabinos (elegidos del señor), se apoderaban de nuestros clubes y escuelas y hasta nos pagaban para ir a aprender torá o llevaban a nuestros hijos y nietos, a campamentos o vacaciones subsidiados por ellos mismos.
En realidad, lo que sucede es que estos judíos ortodoxos, marketineros, creen fervientemente en lo que hacen. Viven para ello y trabajan incansablemente hasta conseguir los medios necesarios para realizar las tareas solidarias que nuestra comunidad organizada no puede realizar.
Otros temas, quizás para ampliar en otra nota, son las violaciones de la misma torá por parte de algunos que, venden o trafican droga, violan a sus hijas, maltratan a sus mujeres o estafan a judíos y gentiles por igual.
No me importa, en este momento de fumata, quien será el Presidente electo, cómo se distribuirán los cargos de la CD de AMIA, ni si hay que entregarles la presidencia, la tesorería o el derecho a decidir quien puede ser enterrado en los cementerios judíos.
Lo que importa es rescatar que un 62 % de esta comunidad que estaba dormida, votó por una AMIA pluralista, solidaria y abierta, que no sólo se mira el ombligo sino que convive en minoría, con una sociedad gentil que no sabe y no le importa el reformismo, el conservadorismo o la ortodoxia religiosa.
Kaul (centro izquierda), Bergman (reformista), y Levín (ultra-ortodoxo), estarán seguramente preocupados por ver cómo llegar al 60% que hace falta para gobernar la AMIA, con quien unirse para representar al judío medio, al que entiende al Estado de Israel como su madre patria, a los esclavos liberados de Mitzraim o a los héroes del guetho de Varsovia como líderes indiscutidos de un pueblo que aun desunido, es y será inmortal.
Fumata entonces, hasta el 20 de mayo, el día de la decisión final, el día
en el que se cambiará o no la historia de esta entidad centenaria.
Mientras esto sucede, nuestros enemigos de siempre reciben dinero de Iran, se alinean con Hezballá y preparan la forma de aniquilarnos, acá y en medio oriente. No lo lograrán.
Jag Sameaj
Daniel Schnitman
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