Hasta donde él sabe, Farhad fue sólo uno del puñado de judíos iraníes que tomaron parte en las protestas callejeras en Irán, en contra del régimen
de Ahmadinejad, tras la reñida elección de junio.
Farhad, es uno de los tres judíos, entrevistados por el Jerusalem Post a principios de este año, y que habiendo emigrado recientemente de territorio iraní, fueron consultados acerca de la posición de la comunidad judía en la lucha política de su país. Si bien los tres se marcharon hacia diferentes destinos, incluyendo Israel, otro judío en las mismas condiciones que ellos, pero que permaneció en Irán, también fue entrevistado brevemente. Por motivos de su seguridad, los nombres de los entrevistados fueron cambiados y muchos detalles no son publicados.
Una partida largamente esperada
Farhad es el único del trío de judíos iraníes emigrados que tomó parte en las manifestaciones, pero los tres coinciden en que apoyan totalmente la oposición islámica liberal en el choque con la milicia y la policía.
Además, expresan que, mientras la mayoría de los judíos iraníes, cuyo número supera los 25.000, temen decirlo en voz alta, muchos de esa comunidad
están de acuerdo. (Un judío entrevistado desde Irán, dijo que “no puede tolerar el régimen actual”, y facilitó el video de una manifestación donde aparece
siendo injuriado por su condición de judío.) Pero a la hora de recordar conversaciones actuales con otros judíos en Irán, incluso con miembros de la familia, donde se expresara rechazo al gobierno y apoyo a la oposición, ninguno de los emigrados pudo hacerlo. “Es obvio”, insistían.
Sin embargo, no lo es. A pesar de lo que los emigrados digan, la cuestión acerca de la posición de la comunidad judía en la lucha entre el régimen y los reformistas es poco clara, porque los judíos de ese país, generalmente, mantienen sus ideas políticas
-si es que las tienen- para ellos mismos.
“Yo no discuto la situación política con mi familia o con mis amigos judíos, porque los judíos en Irán no quieren verse envueltos en política”, dijo Mehran, otro emigrado. “Sólo lo discutiré con mis amigos musulmanes, uno de los cuales es muy activo en el movimiento.”
...Pero la supervivencia tiene sus propios costos. En el año 2009, el único miembro
judío designado en el majlis, o parlamento, Siamak Mara-Sedq, no sólo abrazó
y besó a Ahmadinejad frente a todos en la asamblea, sino que durante la Operación
“Plomo fundido” en Gaza, Mara Sedq fue obligado a encabezar una manifestación
de líderes judíos en Teherán, haciendo un llamamiento para finalizar los
“actos salvajes” del “régimen de Tel Aviv”...
¿Vivir con temor?
Kamran, otro de los emigrados, tiene historias para contar acerca del
trato de estas milicias hacia los judíos.
“Ellos no usan uniforme, pero sabes quiénes son. Llevan barba, visten túnicas y portan esa muy severa y amenazante expresión. Están por todas partes”, dice. “Una vez, muchos años atrás, estaba caminando en mi calle con mi novia, y en esos días se suponía que muchachos y chicas no debían mostrarse juntos en público. Aquellos dos milicianos se nos acercaron, uno de ellos me revisó y encontró mi documento de identidad donde consta que soy judío, y me citaron en su oficina para aquella misma tarde.
“Una vez que llegué, me condujeron afuera, en medio de la nieve, me obligaron a que me sacara mis zapatos y medias, y así, descalzo, me interrogaron toda la noche, dándome cachetadas y diciéndome que confiese ser espía de Israel.
En aquellos días yo no sabía nada sobre Israel. Llamaron a la universidad donde yo estudiaba y preguntaron todo sobre mí. Incluso llamaron a mis vecinos musulmanes, a los que también los interrogaron y, finalmente, me permitieron
marchar a la mañana, aclarando previamente que si le contaba a alguien sobre el incidente, mi familia y yo correríamos peligro. Por eso nunca le dije a mi familia. Luego, después, y durante dos meses, fui vigilado, y cada tanto podía ver a alguno de mis interrogadores observándome a la distancia.”
En este punto, es de destacar que el miedo a la acusación de espiar para Israel, se cierne permanentemente sobre los judíos de Irán y la acusación de traición al régimen es moneda corriente. Al respecto, una docena de judíos fueron ejecutados con estos cargos, luego de la Revolución Islámica
de 1979, y más adelante, en el 2000, diez judíos de la ciudad
de Shiraz fueron acusados de ser espías para Israel y encerrados. cuatro años en prisión por ello.
La discriminación
Otro de los judíos entrevistados, Farhad, comentó que cierta vez perdió
su puesto en un empleo del gobierno, cuando el nuevo jefe había dado la orden de reemplazar a todos los empleados pertenecientes a minorías, tanto cristianos como zoroastrianos o judíos, por musulmanes shiitas.
Por otra parte, Farhad dice haber sido acosado más asiduamente por los milicianos por lucir “occidental” que por su condición de “judío. “Llevaba
el pelo más largo y usaba remeras comunes y jeans.”
Farhad también explicó que él no abandonó Irán por el antisemitismo, sino porque “no teníamos democracia, no teníamos libertad, y quería una vida mejor”.
Antisemitismo y política iraní
Todos los entrevistados para este artículo: emigrados, judíos iraníes veteranos emigrados y un experto académico en judaísmo, concuerdan, casi unívocamente, que el antisemitismo no es un problema para la comunidad.
El comentario más repetido era que: “Mientras se mantengan alejados de la política, los judíos viven muy bien en Irán”. Y es ese bienestar general de la comunidad judía iraní lo que conduce a algunos observadores a sugerir que los judíos de ese país no están muy ansiosos por ver caer este gobierno.
“Irán no es la Alemania nazi, de ninguna manera”, dijo Orly Rahimiyan, una profesora de la cátedra de Judería Persa de la Universidad de Ben Gurión. “El nivel de antisemitismo en Irán es menor al que existe en Francia, ya que, por ejemplo, no hay cementerios profanados.”
Más aún, y en una charla confidencial, un miembro prominente de la comunidad iraní de inmigrantes en Israel, sostuvo recientemente que: “los judíos iraníes son libres y prósperos. Rezan en sus sinagogas sin nadie que los moleste, e incluso viajan allende de los mares y regresan sin problema alguno. Celebran grandes fiestas, casamientos, Bar Mitzvas, y hasta se les permite tener música en sus reuniones, cosa que para los musulmanes está prohibido”.
Pero, como contraprestación a toda esta tolerancia, que no es menor, para proteger su status, los judíos persas deben prometer lealtad al gobierno, e incluso apoyar sus políticas públicamente.
Y si bien esta fue la estrategia de supervivencia de la comunidad judía por el lapso de 2700 años, en el año 2006, y fue el único caso, los judíos iraníes desafiaron abiertamente al gobierno, cuando el líder comunitario, Haroun Yashayaei, envió una carta a Ahmadinejad diciendo: “¿Cómo es posible ignorar toda la evidencia existente del exilio y la masacre de los judíos en Europa durante la Segunda Guerra Mundial? Yashayaei agregó que las negaciones constantes de Ahmadinejad del Holocausto “sembraron pánico y ansiedad entre la pequeña comunidad judía de Irán”. Pero hoy, dice el prominente inmigrante iraní, la información del gobierno iraní en la radio y televisión transmite que los judíos –al igual que las otras dos minorías “reconocidas”, los cristianos y los zoroastrianos- apoyan completamente el gobierno y se oponen a los reformistas. Y esto, en la mayoría de los casos, no dista mucho de ser real.
Marchas y contramarchas
Por otra parte, y también entrevistado por el Jerusalem Post en enero de este año, un comerciante de Jerusalem, que se marchó de Irán poco después de la revolución de 1979, declaró: “Donde había una demostración en contra de América, nosotros los judíos nos uníamos, y convivíamos con estas personas
porque estábamos obligados a hacerlo”. Como dato ejemplificador, es de señalar
que alrededor de 20.000 judíos dejaron Irán en los meses siguientes a la revolución, liderada por el Ayatollah Khomeini, y aproximadamente otros 40.000 los siguieron más tarde, instalándose, en su gran mayoría, en los Estados Unidos, Inglaterra e Israel.
Pero la supervivencia tiene sus propios costos. En el año 2009, el único miembro judío designado en el majlis, o parlamento, Siamak Mara-Sedq, no sólo
abrazó y besó a Ahmadinejad frente a todos en la asamblea, sino que durante la
Operación “Plomo fundido” en Gaza, Mara Sedq fue obligado a encabezar una
manifestación de líderes judíos en Teherán, haciendo un llamamiento para finalizar los “actos salvajes” del “régimen de Tel Aviv”.
Nuevamente, en cuanto a política israelí refiere, es poco claro cuál es el
verdadero pensamiento de los judíos iraníes. “La mayoría de los judíos en Irán
aman la tierra de Israel, pero no todos ellos apoyan el accionar de su gobierno”,
expresó Kamran, quien señala que, en su extrema cautela, a los judíos iraníes ni
siquiera les agrada la sola mención del nombre “Israel” y prefieren denominarlo
escuetamente “Eretz”.
Y, llamativamente, mientras la amenaza nuclear de Ahamidinejad siembra los
más profundos temores entre los israelíes, de ningún modo produce el mismo
efecto en los judíos iraníes, explican los emigrados. “Los judíos en Irán no son
afectos a los discursos de Ahmadinejad, los enojan, pero dicen que son sólo
palabras, no acciones”, dice Mehran. “Y si bien Ahmadinejad asusta a los judíos
en Irán, los asusta mucho más a los israelíes”, dice Fahrad.
Pero detrás de todo este maremagnum de contradicciones, una cosa, al
menos, es cierta: sea que los reformistas del régimen accedan al poder, o sea
que la mullahcracia se sostenga, moderada o no, en la antigua Irán la supervivencia de la comunidad judía desde ya no dejará de ser aplaudida.
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