Esta rara capacidad gastronómica se considera propia de países como la India, donde los santones y faquires demuestran el dominio de sus facultades espirituales sometiendo el cuerpo a filos, clavos y metales al rojo o bien tragando objetos incomibles. En la Edad Media, se decía que el demonio puede conferir a sus devotos -entre muchos otros dones como volverse lobo o caminar sobre las brasas- el poder de alimentarse con materiales como el vidrio en polvo. Modernamente el dicho ha tomado un sesgo puramente irónico que equivale a no tragarse cualquier embuste, dejar bien claro que uno no es estúpido. La conocida frase “Somos pobres, pero no comemos vidrio”, es una incitación
a mantenerse escépticos y en guardia, respecto de que, ante las patrañas políticas o de cualquier otra índole, la gente debe distinguir sin engañarse.
Moraleja: “El que hace caso a los dueños de la bola de cristal,
siempre acaba por comer vidrio molido”.
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