Todas las personas llevamos en nuestras espaldas mochilas cargadas de recuerdos, algunos buenos, otros no tanto. Estos recuerdos nos van haciendo tal y como somos hoy. Las maneras en que quedan en nosotros van marcando nuestra existencia, nuestro modo de comportarnos frente a situaciones similares que nos hacen acordar de aquel hecho o incluso frente a situaciones que nada tienen que ver con aquel recuerdo pero que igual a veces, casi de manera inexplicable asociamos con aquel momento del pasado.
Resulta necesario aclarar que los recuerdos no son todos sinónimos de peso, de molestia en esta mochila que llevamos con nosotros; al contrario muchos recuerdos nos permiten crecer, ser mejores personas.
En realidad desde mi punto de vista todos los recuerdos son buenos en la medida en que la persona pueda aprender algo de aquellas situaciones que ocurrieron en el pasado, buenas y malas pero de las cuales obtuvo una enseñanza que le permite hoy ser una persona entera, que puede aplicar aquello que aprendió a nuevas situaciones que se presentan día a día.
Los recuerdos hacen nuestras mochilas pesadas cuando frente a una situación ocurrida nos quedamos varados allí, cuando algo pasó y no pudimos solucionarlo, nos terminó sobrepasando y todavía hoy nos preguntamos de qué manera tendríamos que haber actuado para que todo sea de otra forma.
Ocurre en la mayoría de los casos que terminamos responsabilizándonos de absolutamente todo el problema, nos hacemos cargo de todo lo que salió mal culpándonos. Cerramos los ojos y también porque no, la cabeza frente a toda posibilidad de ver las cosas de otro color, con mayor objetividad. No cabe en esos momentos la posibilidad de que las culpas sean compartidas o de que aceptemos que nosotros nada podíamos hacer frente a determinadas situaciones que excedían nuestra actuación.
Y es así que muchas personas nos quedamos anclados en el pasado, utilizando un disco rayado frente a nuevas oportunidades que nos da la vida, pareciera como que hubiéramos caído en un pozo demasiado profundo como para pegar un salto y seguir caminando.
La cuestión está en la postura que cada uno de nosotros adopta frente a estos recuerdos; olvidar no es sinónimo de negar que algo nos pasó, todos tenemos en nuestras historias cosas lindas y feas que nos ocurrieron en el pasado. Sería triste olvidar aquellos momentos hermosos que dibujan una sonrisa en el rostro cuando las recordamos, pero también sería triste no poder vivir el presente por aquellas cosas que hicieron que levantemos un muro tan grande que no nos deja ver que hay más adelante en el camino.
Olvidar es aprender sobre absolutamente todas las cosas que nos pasaron, olvidar es poder reconocer que tuve un obstáculo que me costó sortear y valorar el esfuerzo que hicimos para salir de ese agujero oscuro. Olvidar es recordar las cosas teniendo una visión clara, tomando al pasado como una escuela que nos permite ser lo que somos hoy, con nuestros defectos y virtudes.
“Si de noche lloras porque el sol no está, las lágrimas te impedirán ver las estrellas”.
(Rabindranath Tagore)
(*) Psicólogo- Psicoterapeuta Gestáltico – Contacto al 4773-0359 / 15-5894-6641. www.libropuertas.blogspot.com
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