Ficciones Cabalísticas
Entre las tantas culturas y religiones que fascinaron a Jorge Luis Borges, se encuentra el judaísmo. En una ocasión, el maestro de la literatura expresó que “todos -quien más y quien menos- somos griegos y judíos”. Razón no le falta: el pensamiento occidental tiene en Nuestro Pueblo y en el de Platón y Aristóteles sus cimientos más fuertes. Pero, dentro del judaísmo, lo que más atrapó al escritor fue la Kabbalah. Borges coincide con ella en la especial función del Verbo en el Universo, en la capacidad creadora de la Palabra.
Para los cabalistas, la Torá encierra todos los secretos del Universo. Borges hace una analogía de la Torá en “La biblioteca de Babel” (Ficciones, 1956), que entre sus anaqueles también incluye todas las combinaciones posibles de la existencia. La biblioteca, en realidad, es el Universo. Existe, dentro de ella, un libro que contiene a todos los demás. Los hombres recorren incesantemente la biblioteca en su búsqueda. En la Kabbalah, el Libro (la Torá) no está oculto, sino que la búsqueda de lo secreto es dada dentro del Libro, dentro de sus infinitas interpretaciones. Sin embargo, tanto los cabalistas como los personajes borgianos persiguen el mismo objetivo: desentrañar los secretos del Universo y comprender la Creación.
Pero, tal como sucede en “El Aleph” (del libro homónimo, 1957), resulta imposible abarcar, contemplar, y (más difícil aún) relatar a los demás lo Infinito. Existe la necesidad, el deseo de comprender lo Eterno, de entender la Perfección, pero nuestra finitud se interpone entre ese Conocimiento y nuestro ser. Cuando, en el cuento. Borges puede por fin contemplar el Aleph, descubre que no puede relatarlo de la misma manera en que lo vio. El Aleph, ese “punto donde convergen todos los puntos”, que habitaba el sótano de la casa de la calle Garay, tiene cierto paralelo con el concepto cabalístico de la letra Aleph: es una letra que no puede ser pronunciada, pero contiene en sí misma a todas las otras 21 letras, y por lo tanto, como las letras componen toda la Creación, el Universo se halla por completo en la Aleph.
Así como sucede con la Biblioteca y con el Aleph, Borges toma numerosos elementos de nuestra tradición, como por ejemplo la leyenda del Golem, sobre el cual escribió un poema, o el Nombre oculto de Di’s, obsesión de los protagonistas del cuento policial “La muerte y la brújula” (Ficciones). La precisión y profunda mística de la Kabbalah, aunque no en todos los casos de forma directa, impregna toda su obra. Resulta irresistible para todo buen lector la ensoñadora experiencia de leerla y de hallar las huellas de nuestras raíces en su literatura.
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