Así el más grande filosofo griego que haya existido le escribió la siguiente carta a su discípulo (presentamos extractos de la misma): “En el crepúsculo de mi vida, tuve oportunidad de entrar en conversación con un sabio judío. No me llevo mucho tiempo darme cuenta de su gran sabiduría, y él me llevó a comprender cuan grande es la Torá que fue dada en el Monte Sinaí”. “Tomé conciencia de lo necio que había sido por no haberme dad cuenta de cómo D’s es capaz de manipular las leyes de la naturaleza”... “Mi querido discípulo Alejandro si tuviera la posibilidad de reunir todos los libros que he escrito, los quemaría. Me avergonzaría mucho que algunos de ellos perdurara... me doy cuenta de que he de recibir un castigo Divino por haber escrito libros tan engañosos”... “Hijo mío, Alejandro, te escribo esta carta para decirte que la gran mayoria de mis teorias a la ley natural son falsas”... “Siento que he salvado mi alma al admitir mi error. Espero que no se me considere culpable por el pasado, pues he actuado por ignorancia”... “Sé que tu me alabas y me dices que soy famoso en todo el mundo a causa de los libros que he escrito...Aquellos que se consagran a la Torá obtendrán la vida eterna, mientras los que se dedican a leer mis libros obtendrán el sepulcro”... “No te escribí antes porque temí que te enojaras conmigo y tal vez hasta me hicieras daño. Pero ahora he tomado la decisión de decirte la verdad. Sé que cuando recibas la carta ya estaré muerto y enterrado, pues soy consciente de que se acerca el fin”... “Me despido con saludos de paz, Alejandro de Macedonia, gran emperador y soberano. Tu maestro, Aristóteles”.
Fuente: “Meam Loez”, Libro Shemot Parashat Yitró 20:1 Cap. 3 - Pág 134-135, Rab Yaacob Julí. Es una de las más importantes obras de la literatura sefardí. Consiste en un amplio comentario rabínico de la Biblia iniciado desde el año 1730 y la fueron continuando varios rabinos durante los siglos XVIII y XIX).
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