A lo largo y ancho del mundo, la elección de un nuevo Papa fue causa de celebración. La novedad del primer Sumo Pontífice latinoamericano en la historia de la Iglesia Católica provocó entusiasmo en la región. Pero increíblemente, enfrentados al hecho de que el nuevo Papa era un argentino, los estratos K reaccionaron negativamente, e incluso con hostilidad. ¿La razón? Pues que Jorge Mario Bergoglio, en su pasado rol de arzobispo de Buenos Aires, fue crítico del gobierno. Automáticamente, eso lo ubicó en la lista de enemigos del kirchnerismo. Y así, una vez conocido el ascenso de Bergoglio al trono de Pedro, la presidenta Cristina Fernández tardó más de una hora en expresarse y cuando lo hizo fue mediante una fría carta de felicitación. Cuando unas horas después ella mencionó al nuevo Papa durante un acto del grupo oficialista La Cámpora, sus militantes lo abuchearon. El mismo día, el bloque oficialista en la Cámara de Diputados negó un pedido de la oposición de interrumpir un acto en homenaje a Chávez para dar lugar a una salutación al pontífice argentino. En tanto, los medios de comunicación oficiales ignoraban la elección de Bergoglio: mientras que los canales independientes pasaban incesantemente la primicia, el canal 7 emitía su ciclo habitual de dibujitos animados y la agencia gubernamental de noticias Télam demoraba informar sobre el tema. El diario pro-gobierno Página 12 fue más allá y pasó de la indiferencia al ataque, resucitando una añeja acusación de que durante los tiempos de la dictadura Bergoglio había colaborado con la Junta Militar. El Premio Nobel de la Paz argentino Adolfo Pérez Esquivel, la miembro de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) Graciela Fernández Meijide y la ex jueza perseguida por los represores Alicia Oliveira salieron en defensa de Bergoglio. El Vaticano emitió un duro comunicado atribuyéndolo a "una campaña difamatoria y calumniosa de una publicación de la izquierda anticlerical". Otras figuras del universo K respaldaron la ofensiva. La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo Estela de Carlotto aseguró "Bergoglio pertenece a la Iglesia que oscureció al país" y la presidenta de Madres de Plaza de Mayo Hebe de Bonafini dijo que "la Iglesia es opresora". Asimismo, el titular de la Biblioteca Nacional Horacio González definió la elección de Bergoglio al Papado de "retroceso político" y el activista kirchnerista Luis D´Elía dijo que ella fue resultado de "un nuevo intento del imperio por destruir la unidad sudamericana". Al cabo de unos días, la presidenta comprendió que su gobierno no podía permanecer enfrentado al Papa como líder espiritual de mil doscientos millones de católicos e ir a contramano del sentimiento popular argentino que mayoritariamente recibió con alegría el acontecimiento. Velozmente solicitó, y consiguió, una audiencia privada con el Sumo pontífice. El mismo hombre que como sacerdote argentino había pedido catorce veces reunirse con la presidenta para ser ignorado una vez tras otra, acababa de conceder a Cristina el honor de la primera audiencia papal. Y ella, que no fue capaz de caminar unos cuantos metros dentro de su despacho para recibirlo, debió volar miles de kilómetros para verlo. La militancia K tomó nota del gesto y con obediencia debida a la líder suprema del movimiento pasó de la condena a la alabanza. Página 12, que había recibido la elección papal con el título "¡Dios Mío!", tituló "Fructífero e importante" al encuentro de la presidenta con el Papa. Agustín Rossi, jefe de la bancada oficialista en Diputados que rehusó saludar ceremonialmente al Papa, viajó a Roma para presenciar la entronización de Bergoglio y tuiteó "Muy agradecido x haber participado de este acontecimiento histórico". Hebe de Bonafini -quién en el 2007 había calificado al arzobispo de Buenos Aires de fascista y en el 2008 había tomado la Catedral- modificó el tono de su condena en una carta dirigida al Vaticano: "Don Francisco, no sabía de su trabajo pastoral". Estela de Carlotto lo bendijo: "Tenemos confianza en él. Que el espíritu santo lo ilumine". En ocasión del pasado 24 de marzo, fecha aniversario del golpe militar, la Casa Rosada y sus aliados en el ámbito de los derechos humanos optaron por no criticar a Bergoglio. Luis D´Elía resumió: "Evidentemente, hoy es un día distinto". El cambio abrupto del discurso K se debió al pragmatismo de Cristina. Tal como manifestó con sorprendente candor el filósofo oficialista José Pablo Feinmann: "Para ganar las elecciones [del próximo octubre], el kirchnerismo debe ganarse primero al Papa. Este Papa tiene que ser nuestro". De ahí que el movimiento K pasara de la hostilidad espontánea a la más deshonesta adulación. En su puja por el poder total, el kirchnerismo avanzó sobre las instituciones republicanas, atacó a la prensa independiente y desafió a la corte suprema bajo el lema "vamos por todo". Ahora aspira a apropiarse del Papa también.
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