Estimada Susana Grimberg:
Como veterano lector de “Comunidades” me permito hacer un pequeño complemento a tu interesante nota publicada en dicho órgano, bajo el título de “El exitismo social”, Nº 516, 18 de enero de 2012, página 12.
Al final de dicha nota se mencionan interpretaciones jasídicas sobre qué podemos aprender del ferrocarril, del telégrafo y del telégrafo.Otros dos relatos jasídicos que me permito aportar, agregan lo siguiente:
Un rebe jasídico, acompañado por sus discípulos, acudió a la estación para ver el tren, que era una novedad en aquellos días.
Apareció el tren, pitando fuerte, echando vapor y escupiendo chispas, con gran estrépito, arrastrando numerosos vagones cargados de gente y mercaderías.
El rebe quedó como en trance y cuando el tren partió, los jasidim rodearon al rebe para preguntarle qué había advertido en ese monstruo mecánico que le había causado una impresión tan profunda, pues, como es sabido, un rebe, desde su perfección espiritual, se percata de cosas ocultas a la percepción de los seres comunes.
Les respondió el rebe: El tren nos enseña que uno con el corazón hirviente arrastra tras de sí a muchos otros con el corazón frío.
El segundo relato dice que en circunstancias similares, otro rebe, al ver un ferrocarril por primera vez, les comentó a sus jasidim:
El tren es una alegoría del pueblo judío. Cuando avanza fimesobre sus dos rieles – la Torá y las Buenas Acciones -, allá va, majestuoso y ufano. Pero cuando descarrila de ellos, se hunde en el barro.
Con un atento saludo,
Pedro Olschansky, periodista.
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