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Periódico Judío Independiente
Islam y Democracia
Hace falta mucho trabajo

Por Daniel Pipes (x) / Especial para Comunidades
Con las multitudinarias manifestaciones contra el régimen rabiando en Egipto y la posibilidad de que el nuevo gobierno esté encabezado o incorpore a la
Hermandad Musulmana, muchos se preguntan si el islam es compatible con la democracia o no. Una pregunta muy atinada

Con las multitudinarias manifestaciones contra el régimen rabiando en Egipto y
la posibilidad de que el nuevo gobierno esté encabezado o incorpore a la
Hermandad Musulmana, muchos se preguntan si el islam es compatible con la
democracia o no. La respuesta es sí, potencialmente lo es, pero para hacer esto
realidad va a hacer falta muchísimo trabajo.
La realidad actual dista mucho de ser alentadora, dado que la tiranía aflige de
manera desproporcionada a la mayoría de países de mayoría musulmana. Frederic L.
Pryor, erudito del Swarthmore College, llegaba a la conclusión en un análisis
publicado en 2007 en el Middle East Quarterly de que, con ciertas excepciones,
"el islam se correlaciona con menos derechos políticos". Saliba Sarsar examinó
la democratización en 17 países de lengua árabe y, firmando en la misma
publicación especializada, llegaba a la conclusión de que "entre 1999 y 2005...
el progreso no solamente brilla por su ausencia en la mayoría de los países,
sino que por todo Oriente Próximo las reformas han retrocedido".
Es muy fácil lanzarse a partir de este triste patrón a concluir que la religión
del islam tiene que ser en sí misma la causa del problema. La antigua quimera
del post hoc, ergo propter hoc ("si va después de algo, es que está causado por
ese algo") subyace a este razonamiento simplista. De hecho, la actual tesitura
de dictaduras, corrupción, crueldad y torturas es más producto de sucesos
históricos concretos que del Corán o de cualquier otra escritura sagrada.
Hace medio milenio no había democracia por ninguna parte; que emergiera en
Europa Occidental fue producto de muchos factores, incluyendo la herencia
grecorromana de la zona, las tensiones específicas del Cristianismo surgidas en
torno a lo que es del César y lo que es de Dios, la geografía, el clima y
avances clave en los terrenos de la tecnología y la filosofía política. No había
nada escrito en torno a que Gran Bretaña y luego Estados Unidos liderasen el
camino a la democracia.
Dicho de otra manera: por supuesto que el islam es antidemocrático en su
intencionalidad, pero también lo fue cada religión y sociedad premoderna.
De la misma forma que el cristianismo pasó a formar parte del mecanismo
democrático, el islam también puede formar parte. Esta transformación
seguramente va a ser dolorosa y va a exigir tiempo. La evolución de la Iglesia
Católica de ser una fuerza reaccionaria en los tiempos medievales a ser una
fuerza democrática en la actualidad, una evolución que no ha terminado por
completo, se ha prolongado a lo largo de 700 años. Cuando una institución
radicada en Roma tarda tanto tiempo, ¿por qué una religión procedente de La Meca
y repleta de escrituras problemáticas de manera única va a avanzar más
rápidamente o con menos polémica?
Que el islam estimule la participación política implica un colosal giro, sobre
todo en lo referente a la sharia, su código jurídico. Redactado alrededor de un
milenio atrás en circunstancias casi tribales y administrado en el seno de
rasgos tribales enormemente diferentes a los actuales, el código contiene un
amplio abanico de rasgos tajantemente inaceptables para cualquier sensibilidad
moderna, incluyendo las ideas antidemocráticas de que la voluntad de Dios se
impone a la de la población, la yihad militar como medio legítimo de ampliar el
poder de los musulmanes, la superioridad de los musulmanes sobre los que no son
musulmanes, o la de los varones sobre las mujeres.
En resumen, la ley islámica interpretada de manera clásica no se puede
reconciliar con la vida moderna en general ni con la democracia en particular.
Que los musulmanes alcancen la participación política significa que rechazan los
aspectos de ordenamiento público de la ley en su totalidad - como hizo Atatürk
en Turquía - o bien que los interpretan de otra forma. El pensador sudanés
Mahmud Mohammed Taha ponía un ejemplo de lo segundo cuando volvía a interpretar
las escrituras islámicas y eliminaba de un plumazo leyes islámicas nocivas.
El Islam sigue cambiando, de manera que es un error insistir en que la religión
tiene que ser como ha sido antes. En palabras de Hassán Hanafi, de la
Universidad de El Cairo, el Corán "es un supermercado en el que uno coge lo que
quiere y deja lo que no quiere".
Atatürk y Taha aparte, los musulmanes apenas acaban de empezar el largo y arduo
camino de modernizar el islam. Además de las dificultades inherentes a reformar
de forma sustancial un orden sacado del siglo VII para adaptarlo al ethos propio
del siglo XXI, el movimiento islamista que domina hoy la vida intelectual
musulmana tira precisamente en dirección diametralmente opuesta a la democracia.
Por el contrario, lucha por recuperar la totalidad de la sharia e implantarla
con excepcional severidad, con total independencia de lo que quiera la mayoría.
Ciertos islamistas denuncian la democracia como herejía y traición a los valores
islámicos, pero los más listos de entre ellos, reparando en su popularidad
generalizada, han adoptado la democracia como mecanismo de llegar al poder. Su
éxito en un país como Turquía no convierte a los islamistas en demócratas
(fíjese por ejemplo en la disposición que manifiestan a abandonar el poder) sino
que demuestra su disposición a adoptar las tácticas que sean necesarias para
alzarse con el poder.
Sí, con el tiempo y el esfuerzo suficientes, los musulmanes pueden ser tan
demócratas como los occidentales. Pero en este momento, ellos son los menos
demócratas de todos los pueblos y el movimiento islamista plantea un enorme
obstáculo a la participación política. En Egipto como en otros sitios, mi
optimismo teórico, en otras palabras, se ve aplacado por el pesimismo apoyado en
la realidad actual y futura.
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(x) Analista político estadounidense. Especializado en terrorismo, en el Islam y en Oriente Medio. Vivió dos años en Egipto donde estudio el Corán. Autor de 18 libros sobre islamismo. Colaborador de los más importantes medios periodisticos de EE.UU.


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