Si bien las declaraciones de los miembros de la SIDE en el juicio oral confirmaron presunciones y dan motivo a diversas interpretaciones posibles sobre el accionar del juez Galeano, me abstendré por el momento de referirme a ellas.
Tomé está determinación por respeto a la memoria de las víctimas y sus familiares, pues antes de intentar analizar lo ocurrido quiero tener mayor información, tanto del tenor de las declaraciones como de quienes las realizaron pues, en base a lo que leí en los medios se desprendería, además de un enconado enfrentamiento entre los declarantes, la intención de utilizar la investigación para dirimir internas políticas ajenas al atentado.
Además tampoco tengo en claro cual ha sido el involucramiento de la dirigencia comunitaria y/o sus representantes legales en este lamentable proceso y por lo tanto no deseo emitir una opinión que pueda afectarlos hasta no estar convencido si defendieron los intereses comunitarios – luchar por esclarecer el atentado y que se condene a sus autores materiales, intelectuales y quienes colaboraron en su ejecución – o no.
En base a lo antedicho me referiré a dos temas que a lo largo del año 5763 me interesaron: el estudio de la Shoá y la situación de algunas instituciones comunitarias religiosas.
Durante el año del calendario judío recientemente finalizado se han dictado varios seminarios sobre la Shoá en todo el país, destinados muchos de ellos a docentes no judíos, organizados entre otros por la Fundación Memoria del Holocausto y la CEANA.
Sus disertantes fueron por un lado destacados investigadores del tema a nivel internacional y por otro especialistas locales.
Según lo observado en los efectuados en la Fundación Memoria del Holocausto, en noviembre y agosto pasados, la recepción de la información brindada a los profesionales de la docencia que asistieron a los mismos, tanto de Buenos Aires como de diversos lugares del país, fue muy buena. De acuerdo a la información que me brindó el Coordinador Académico de la CEANA, licenciado Ignacio Klich, el profesor Abraham Huberman, y el licenciado Ariel Bluftein, en el interior del país ocurrió algo similar.
También me llamó la atención la cantidad de libros sobre está temática que vi en los escaparates de las librerías porteñas y en los stands de la última Feria del Libro. A ellos se les deben sumar la excelente investigación realizada por el historiador Daniel Lvovich sobre el nacionalismo y el antisemitismo en la Argentina hasta 1945 y el libro del periodista Daniel Gutman sobre Tacuara, editados hace unos pocos meses que se agregan, y en cierta manera complementan los dos libros publicados con anterioridad por Uki Goñi sobre el accionar de los agentes nazis en el país antes y durante la Segunda Guerra Mundial y como criminales de guerra hallaron refugio en estas tierras al finalizar el conflicto bélico.
Por otra también merece ser mencionada en este contexto una la publicación de trabajos de investigación, muy interesantes, recopilados por Ignacio Klich; la repercusión que estos seminarios y publicaciones han tenido en los medios de prensa y el ciclo cinematográfico organizado por el MACLA.
Estas actividades son muy importantes y merecen que la comunidad los conozca pues instalan un tema que el imaginario colectivo visualiza como judío, en toda la sociedad o por lo menos en los ámbitos docentes en los cuales se estudia la historia del siglo XX.
Con respecto a las instituciones religiosas de nuestro medio la nota de Roxana Umansky “En busca de la fe perdida” brinda una relevante información sobre como interpretar lo que está ocurriendo en este sector de la comunidad en base a entrevistas a rabinos de diversas corrientes, al licenciado Iakov Rubel y al doctor José Milmaniene.
Si bien se puede estar de acuerdo o no con las opiniones vertidas, lo innegable a simple vista es que se está produciendo un cambio sustancial en las preferencias de quienes concurren a los templos.
Luego de recorrer a lo largo de varios meses distintas sinagogas en la zona del Once y Belgrano, participando en sus oficios religiosos de Shabat, note que algunas de ellas se destacan del resto por la cantidad de asistentes y que estas eran “ortodoxas”, me refiero a los batei haknezet de la Congregación Sefaradí de la calle Lavalle y al Beit Haknezet Sucat David en el Once, y al de Concordia Israelita en Belgrano.
También concurrí a diveros Beit Jabat, los que continúan afianzándose, en ellos lo destacable es que asisten tanto observantes de la Halajá como que no.
En base a lo informado por miembros de la comunidad no identificados con la ortodoxia algo similar ocurre en Or Torah, en Yeshurum y en varios templos de Flores.
En las liberales se nota cada día más la influencia del multifasético rabino Sergio Berman, que ya lidera las actividades que realizan NCI-Emanuel, el Gran Templo de la calle Paso, el de la Congregación Israelita de la calle Libertad y David Wolfshon.
Este liderazgo, que según los comentarios se continuará expandiendo, generó algunos desencantos en ciertos fieles de la Congregación Israelita, quienes no están de acuerdo con que las mujeres suban a la Torá o usen talit.
Quizás este sea un ejemplo menor dentro de todo el panorama de las instituciones religiosas, pero expresa claramente que el liberalismo religioso sustentado en hombres y mujeres sentados juntos en la sinagoga, la ejecución de un órgano como acompañamiento al jazán y la utilización de micrófonos en Shabat y festividades, es un símbolo de épocas pasadas pues parecería que a la gran mayoría de quienes actualmente concurren a este tipo de sinagogas no les molesta que las mujeres suban a la Tora, que el púlpito sea ocupado por “rabinas” ni que la dirección de los oficios esté a cargo de jazaniot.
Lo que me inquieta no son este tipo de innovaciones sino lo que ellas pueden llegar a representar en un futuro, pues implican una forma de vivir el judaísmo completamente diferente de la los observantes de la Halaja, que en nuestra comunidad están aumentando proporcionalmente.
Un ejemplo de lo que digo es el de viajar en Shabat y las festividades. Hace ya más de treinta años, cuando me acerqué al liberalismo religioso, sus rabinos decían que para concurrir a la sinagoga se podía viajar, pero ellos no lo hacían y consideraban que los alumnos del Seminario Rabínico tampoco debían hacerlo. En la actualidad esto también se ha modificado, sé que más de un rabino de esa corriente viaja en Shabat y las festividades. Esto que quizás parezca anecdótico genera una situación peculiar pues sí el rabino viaja al beit haknezet, halaja cama becama, por qué un simple judío tiene que seguir siendo judío.
|
|
|
|
|
|
|
|
