Werner Kroll
La vida judía en Israel y más aún en la Diáspora está en crisis. No seríamos honestos si desconociéramos esa realidad. Y -lo que sería peor- nos despojaríamos de la posibilidad de enmendar los errores que nos asechan por doquier.
No es lo peor que nos pudo pasar la disidencia de un grupo de aviadores israelíes, que se negaron a seguir volando ataques para eliminar cabecillas de los grupos terroristas palestinos. Israel es una democracia, donde existe amplio espacio para expresar ideas diferentes y hasta contrapuestas. Lo que es lamentable y criticable es la publicidad que se dio a ese incidente, consecuencia del método escogido por los pilotos disidentes que permitió a los enemigos abiertos y soslayados del Estado Judío lanzar una campaña de descrédito contra Israel y su derecho a defenderse contra sus detractores. Quien siguió atentamente la verdadera avalancha de informaciones que el tema mereció en los medios masivos de información internacionales pudo haber comprobado por si sólo y sin ser experto en la materia la verdad de este juicio.
La responsabilidad por el desprestigio que Israel y sus FF.AA. sufrieron por ese incidente es sin embargo compartido entre los pilotos disidentes y las autoridades israelíes. Los pilotos usaron sus derechos de ciudadanos de un país libre y democrático de forma irresponsable, pero las autoridades del país entraron en el juego con no menor estridencia, cuando todo ese evento debía haberse ventilado entre cada de las FF.AA. y dentro de los cánones militares. Pero lamentablemente Israel es así -sin medida adecuada en el manejo de su sistema democrático o sea con la costumbre de interpretarlo en la forma más extensiva imaginable. Esto es *** así con las constantes informaciones públicas sobre las discusiones en el seno del gabinete, que suele dar pie para los detractores del país, que si saben aprovechar el curioso entendimiento israelí de la democracia, como que Israel ya no tendría suficientes problemas para mantenerse a flote.
Pero a lo largo y ancho del mundo judío observamos también un cierto descalabro interno de la vida judía. Tenemos por doquier un sinnúmero de instituciones con pretensión de representarnos, pese a que sus misiones originales nada tienen que ver con esas pretensiones. El resultado de esa verdadera mezcla de representantes que tenemos es un cada vez mayor caos, que confunde al mundo gentil y que al fin distorsiona la imagen del judaísmo contemporáneo. Entre tanto quedan huérfanos tantos aspectos que merecen y requieren ser atendidos con urgencia.
Nuestra colectividad judeo-argentina no es una excepción pero quizás hasta emblemático para esa situación lamentable. Así cuando se acercan las principales festividades judías vemos en los medios gentiles un gran número de explicaciones acerca del significado de estas fiestas, que -con raras excepciones- poco y nada tienen que ver con los contenidos reales de la cultura, la fe y las costumbres de nuestra grey. De tal modo nuestros vecinos gentiles se hacen una imagen de lo judío al menos tergiversada cuando no negativa de lo que "esos judíos" son y hacen. Entre tanto nuestros legítimos representantes políticos se pierden en rivalidades, dejando -seguramente no adrede- los aspectos urgentes fuera o marginados de su accionar.
No es ni puede ser la intensión de este comentario agredir o menoscabar las ideas, conceptos y derechos de nadie. Pero en los aspectos religiosos vemos a diario procedimientos que son tan evidentemente reñidos con las reglas de la Torá y las tradiciones judías que me parece haber llegado el momento para no seguir callando.
Así molesta la ligereza (para no escribir "la arrogancia") con que no todos pero algunos círculos proclaman su "progresimos" con prácticas contrarias a las aceptadas reglas que nos legaron nuestros sabios.
Seguramente muchos aspectos de nuestras tradiciones son -como era la costumbre de nuestros sabios- a la luz de los tiempos que corren discutibles y hasta dignos de ser revisados. Pero lo que hace el sector autodenominado "moderno y/o progresista" nada tiene que ver con esas premisas, ya que una cosa sería re-interpretar algunos aspectos de nuestras reglas y otras es, como ocurre, ponerlos de cabeza. Esto es del caso, cuando observamos los manejos en ciertas sinagogas, que más que a un Beit Hakneset judío se parecen a iglesias católicas.
Los judíos tenemos, a lo largo de nuestra historia, sobrada experiencia negativa con las asinomas intenciones de reformar la vida y las reglas del judaísmo; experiencia que nos enseña que todos estos intentos terminaron en la nada y hasta en tragedias. Sin querer faltarle el respeto al cristianismo, históricamente es dable apreciar que Jesús -originalmente Ioshua Hanozri- ha sido tal reformista judío y ya todos sabemos en que derivaron sus esfuerzos.
En materia de nuestra representación política frente a temas del antisemitismo y a los aspectos positivos de nuestras relaciones con el mundo que nos rodea, la situación es quizás aún más caótica. Así el reciente incidente acerca de (hasta ahora tan solo supuestas) expresiones antijudías del Jefe del Ejército, el General Benini, desató otra vez una oleada de declaraciones de cuanto organización se siente con derecho y/o obligación de emitir declaraciones. Así, por ejemplo, no se entiende porque la DAIA y la AMIA tenían que hacerse cargo en forma simultánea y aún contrapuesta del tema. Evidentemente la cuestión corresponde dirimir a la DAIA como la representación política del judaísmo argentino, en tanto que la AMIA tiene la misión de entender las cuestiones propiamente comunitarias. En el caso de los supuestos dichos de Benini, la DAIA reaccionó rápida y adecuadamente, mientras que la intervención de la AMIA era prescindible, ya que produjo confusión y debilitó la posición de nuestra colectividad. En todo caso es tiempo de disciplinar la dirigencia de la instituciones judeo-argentinas ya que hay suficientes problemas a resolver, que requieren todos los esfuerzos comunitarios. En primer término son las cuestiones sociales de muchísimos judíos y -no por último- la del deterioro del sistema escolar judeo-argentino.
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