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Tatuajes: Escribir en el cuerpo

“Ni un sólo país puede ser nombrado, desde las regiones polares del norte a Nueva Zelanda en el sur, en la que los aborígenes no se hayan tatuado.” Charles Darwin

Los tatuajes se practican hace miles de años y en diferentes culturas.
El origen de la palabra “tatuaje” es incierto aunque se supone deriva de la palabra “Ta” del Polinesio "golpear". También alude al proceso de crear un tatuaje por medio del golpeteo de un hueso contra otro sobre la piel con el consiguiente sonido "tau-tau".
La palabra latina para tatuaje es estigma, "marca hecha con un instrumento afilado", "marca para reconocimiento hecha en la piel de un esclavo o criminal" y "marca de culpabilidad".
Conocemos bien el término, sobre todo porque lo usamos para referirnos a un sujeto con una cualidad borrosa, oculta de su personalidad.
La marca de la culpabilidad, la encontramos en el Génesis después de que Caín mata a Abel, su hermano. “Dónde está Abel, tu hermano” “No sé ¿acaso soy yo guardián de mi hermano?” Dijo: ¿qué has hecho”? La voz de tu hermano clama a mí desde la tierra. Maldito seas tú, de la tierra que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando trabajes la tierra, no volverá a dar su fuerza a ti; errante serás en la tierra. Dijo Caín: “Mi delito es demasiado grande para sobrellevar. Me desterraste hoy de sobre la faz de la tierra y de ante ti me he de ocultar. Seré errante en la tierra; y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará”. Dijo el Eterno: “Por tanto, quien matare a Caín, siete veces será vengado”. Y puso el Eterno a Caín, señal para que no lo matare cualquiera. ¿Cuál fue la señal que puso Dios sobre Caín? Algunas versiones responden diciendo que le grabó una letra de Su nombre en la frente.
No podíamos ignorar el tatuaje japonés. Gracias a investigaciones arqueológicas en Japón, el tatuaje era parte de la cultura en el 11.000, antes de la era actual, pero se afianzaron en el 300 antes de la era actual y, más aún, en el 300 después de la era actual. De todas maneras, hay un acuerdo casi unánime en que los tatuajes se habían convertido en una parte importante de la cultura por el año 500 antes de la era actual. En el siglo VIII, el libro más antiguo de la historia clásica japonesa, relata la historia de un emperador que castiga a un traidor por haber tatuado su rostro. Los japoneses, bajo la influencia de Confucio, no podían alterar, intencionalmente, ninguna parte de su cuerpo. Por eso, se castigaba con el destierro a aquellos que estuvieran tatuados.
Es llamativo que los artistas xilógrafos, tatuaban con herramientas que eran utilizadas para imprimir en planchas de madera, como cinceles, gubias y, el maestro tatuador, llegó a ser ensalzado entre los miembros del gremio.
Cuando el tatuaje comenzó a consolidarse entre las clases sociales criminales del turbio mundo de Japón, aumentó el personal cualificado para ello, haciéndose así profesionales. Los motivos utilizados eran diseños complejos como tigres, flores, dragones…etc. Fue llamativo que, cuando el gobierno japonés prohibió el tatuaje, sólo sirvió para afianzarlo como un signo de lealtad entre el gremio delincuente.
En esta época, el tatuaje era discriminado, pero se lo usaba como símbolo de lealtad hacia sus jefes. Fueron las fuerzas de ocupación aliadas, las que legalizaron de nuevo el tatuaje después de la 2ª Guerra Mundial. Hoy, aún siguen siendo tan mal vistos en Japón, que en numerosos baños públicos de Japón podemos encontrar carteles que prohiben la entrada con tatuajes.

El tatuaje fue reintroducido en la sociedad occidental por los expedicionarios ingleses dirigidos por el Capitán Cook en su vuelta de Tahiti en 1771. Esto explica la natural asociación que ha prevalecido hasta nuestros días entre los tatuajes y los marineros. La asociación entre tatuajes y delincuencia provino también de Gran Bretaña. Los marineros, que a menudo se embarcaban durante largos períodos de tiempo para evitar a la justicia, fueron fomentando esta costumbre.

En el libro “Demian”, de Herman Hesse, Demian argumenta, perturbado por la historia escrita en el Génesis, que Caín pertenece a una raza más fuerte y que son los débiles quienes han creado una negra leyenda respecto de Caín. Entre fuertes y débiles emerge esta “señal”, “marca” o “tatuaje”, que los diferencia.
No puedo no mencionar la novela corta de Franz Kafka: “En la Colonia Penitenciaria (In der Strafkolonie)”. La historia transcurre en una colonia penitenciaria sin nombre, en la que se describe un elaborado instrumento de tortura y ejecución, que esculpe la sentencia del condenado en su piel, para luego dejarlo morir, en un lapso de 12 horas.

Los rabinos sostienen que si un hombre marca algo de manera permanente en su piel, es culpable de realizar un acto de paganismo.
La prohibición de los tatuajes se encuentra en la Biblia: “No haréis incisiones en vuestra carne por los muertos; ni os haréis tatuaje”. (Levítico 19:28). De la segunda parte de este versículo deriva la prohibición general a este acto. Además, los rabinos sostienen que si un hombre marca algo de manera permanente en su piel es culpable de realizar un acto de paganismo. Maimonides, el reconocido rabino español del siglo XII, considera el origen de esta prohibición como un freno a la idolatría, ya que el tatuaje era una costumbre entre los paganos.
En nuestros días, se entiende que la prohibición de toda forma de tatuaje, más allá de su propósito, debe mantenerse. Además del hecho de que el judaísmo tiene un reciente antecedente de terrible conflicto con el símbolo del tatuaje, ya que los nazis en los campos de concentración grababan en los brazos de los judíos números para identificarlos.
Los números tatuados en el brazo de cada uno de los condenados a muerte en los campos de exterminio del nazismo, número que no sólo sustituía al propio nombre sino que era la marca de culpabilidad por haber nacido judío, gitano, o de un vientre no ario o por sostener ideas contrarias al régimen.

La práctica del tatuaje resurge con el movimiento hippie, durante en los años 60 y 70. Los hippies adoptan el tatuaje, lo elevan a la categoría de arte y abandonan los diseños utilizados por los marineros sustituyéndolos por otros muy coloridos. Fue ese el motivo por el cual el tatuaje sale de los puertos y se populariza en otros medios.

En la película: “Promesas del Este”, el actor Viggo Mortensen, muestra su cuerpo tatuado como señal de formar parte de una secta mafiosa después de la caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS.
LA SOCIEDAD DEL ESPECTÁCULO
En estos tiempos, en los que la imagen prima por sobre todas las cosas, ver a Tinelli, conductor de un conocido programa de TV, con los brazos íntegramente tatuados, hace que perdure su imagen, incluso cuando los ojos que se resistan a mirarlo.
En la Argentina, como en muchos países, un número importante de televidentes enciende su ojo hacia aquellos programas que proponen el exhibicionismo de unos pocos y el voyeurismo de la mayoría, sin poder ver nada que los mejore como personas, menos aún que los enriquezca culturalmente. Es que se trata de rechazar toda cultura, palabra que proviene de culto, tomada del latín “cultivar, cuidar, practicar, honrar”.
Mientras que la imagen, por su poder cautivante, produce una cierta parálisis como la que sufre un hipnotizado, simultáneamente, le permite al espectador intervenir, espiando, con la ventaja de que la televisión es eterna, continua, siempre está. Quiero recordarles que años atrás los niños podían ver los dibujitos animados en las horas apropiadas para hacerlo. Hoy es más difícil (aunque no imposible), poner límites, dado que los dibujitos son “eternos”. Los tatuajes, también.
El tatuaje, específicamente, da cuenta de la primacía de lo imaginario en desmedro de lo simbólico. ¿Por qué digo esto? Porque es por la no puesta en juego de la función paterna, que un joven o un adulto, en lugar de poner en palabras, de poder simbolizar, de tener un rasgo que lo caracterice y diferencie de otros, intenta hacerlo por la vía del cuerpo mortificándolo, traza ese rasgo en la propia piel en lugar de que una obra de su creación o de su invención, lo distinga.
El tatuaje viste el cuerpo, como si fuera una ropa: lo cubre, lo oculta. En el mundo de las apariencias, lo que parecen ser mangas de una camisa, en verdad, es el mismo cuerpo mortificado, vistoso y rechazado al mismo tiempo. No se trata de la desnudez, sino todo lo contrario, porque funciona como una ropa, además de ser una expresión del rechazo a loa propia piel. La particularidad de esta práctica en la sociedad contemporánea, a diferencia de otras épocas y culturas, es que se presenta cada vez más disociada de todo ritual simbólico.
Tanto el tatuaje como el piercing, así como la moda de los pantalones que simulan estar rotos, son la expresión de una estética emergida después de la segunda guerra mundial y, también, del horror causado por la bomba atómica. Revelan, la extraña relación que el sujeto tiene, en nuestro tiempo, con su cuerpo: tiene un cuerpo, no lo es. Y recurre a estos artificios, para poder hacerse de un cuerpo.
En los grupos de adolescentes, el tatuaje parece favorecer la identificación entre ellos a través de una piel ilustrada, además de sentirse unidos por la dimensión del dolor.
En su función de mascarada, el maquillaje, ha estado presente a lo largo de la historia. Pero el tatuaje se distingue de la mascarada por constituir una marca no evanescente: es una marca inalterable.

Quiero concluir con este cuento judío, utilizado por mí en otras notas:
“Un joven se presento al rabino y le pidió que lo hiciera rabino a él, jactándose de su pureza y de las mortificaciones que imponía a su cuerpo.
_ Me visto de blanco puro, jamás bebo más que agua, llevo clavos en los zapatos, atormento mi carne yaciendo desnudo sobre la nieve.
En ese momento entró un caballo blanco, bebió del abrevadero, e revolcó en la nieve.
_ Mira – dijo el rabino -. Ese animal está vestido de blanco, sólo toma agua, usa clavos en los zapatos, el dueño lo azota todos los días, se acuesta desnudo sobre la nieve. ¿Qué crees que es? ¿Un santo o un caballo?

Susana Grimberg. Psicoanalista y escritora


Número 598
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