Comunidades


Periódico Judío Independiente
Modos de violencia a través de Internet
Por Por Susana Grimberg. Psicoanalista y escritora
El nuevo mundo creado por el hacker

Logra protagonismo. Sin ser visto ni oído, está. Es su reino, el reino del anonimato, el de poder clavar la mirada sobre la víctima a la que desea someter, sin que nadie lo vea. Sólo necesita un teclado, oprimir un botón, apenas un touch, y ya tiene la mirilla, lista para expandirla para ampliar el propio goce, un goce del que todos se van a enterar sin poder verlo, verle la cara, la baba que le corre por la comisura de los labios y todo lo que se le deslice afuera de su propio cuerpo. Al considerar que se trata de un degenerado, busqué la palabra en Corominas. Dice: ver género.

Género: linaje, especie. Degenerado: desdecir del linaje.

Un degenerado desdice, reniega de la condición humana. Atenta contra la condición humana, goza torturando al otro.

El hacker primero espía. Difama, después. Goza del dolor ocasionado. Gozar sin límites. Lejos de la Ley, el hacker persiste en su afán de destrucción. Envía mensajes para aterrorizar, a través de computadoras falsas, instaura el reino del Gran Bonete. Nadie sabe quien lo tiene, nadie sabe dónde está, pero como si fuera un juego de niños, en algún lugar está.



El hacker como terrorista.

Un aterrorizado es como un fetichizado. Hipnotizado por el proceder del otro, por la voz o la mirada, puede no disponer de su propia voz, al ser arrastrado por la corriente de mentiras y calumnias que está en poder del hacker generar.

Paralizado, queda sometido a la voluntad del Gran Otro, el amo que va a oprimirlo, exprimirlo para satisfacer su apetito de sangre. Sí, es el vampiro de los tiempos líquidos (Bauman). No es como el de la Edad Media, sino el Drácula de los nuevos tiempos.

La política del terror paraliza tanto a las posibles víctimas como a los que se les oponen. Este es uno de los efectos buscados por el terrorismo. Lo vemos en la sociedad en la que la gente se desmoviliza y los lazos sociales se disgregan.

Sutiles asesinos, culpables del horror cometido, gozan. Los testigos mudos, los que se someten y los dejan actuar, son también de alguna manera responsables, porque lo que se niega o se rechaza no sólo se repite sino que conduce a lo peor.

Algunos hackers actúan como el terrorista que, desde su mediocridad, cree ser cree un artista y su accionar, una obra de arte.
Los hay de diferentes clases:
1) Black hats o hacker negro, que es el que busca en los sistemas informáticos, de una manera maliciosa, una satisfacción personal y/o económica. Muestra sus habilidades en informática rompiendo computadoras, colapsando servidores, entrando a zonas restringidas, infectando redes o apoderándose de ellas, entre otras muchas cosas utilizando sus destrezas. 2) White hats o hacker blanco, por lo general es una persona que busca los bugs de los sistemas informáticos, por decir así de una manera genérica, dando a conocer a las compañías desarrolladoras de software o empresas sus vulnerabilidades, claro sin ánimo de perjudicar. Sin embargo hay algunos de ellos que si buscan el interés personal, queriendo entrar a sitios restringidos, estafando... etc.
3) Lammer o Script-Kiddies, es un término coloquial inglés aplicado a una persona falta de madurez, sociabilidad y habilidades técnicas o inteligencia, un incompetente, que por lo general pretenden hacer hacking sin tener conocimientos de informática.
4) Luser (looser + user), es un término utilizado por hackers para referirse a los usuarios comunes, de manera despectiva y como burla. "Luser", que generalmente se encuentra en desventaja frente a los usuarios expertos (hackers), quienes pueden controlar todos los aspectos de un sistema.


Similitudes entre el accionar del hacker y la política del rumor.
La palabra rumor, según el Diccionario Etimológico de Joan Corominas, deriva del latín, rugido, que vulgarmente tomó el sentido de estruendo. Y, en verdad, lo que va circulando de boca en boca, casi un susurro, finalmente produce un estruendo (“El rumor en la política” Comunidades. Periódico judío independiente 02-09-2013). Tiene lo que caracteriza a las habladurías, al chisme, pero con más prestigio aunque carezca de sujeto. En el “se dice que… “, no hay primera persona, no hay Yo. Eso posibilita que nadie sea responsable del rumor, es decir, de lo dicho.
El hacker nunca da la cara pero se sabe que está porque su presencia se hace sentir. Se inserta en la sociedad de hoy a través de los medios y de las redes sociales, se precisan varias personas: una para crearlo y el resto para difundirlo. El rumor sirve para cuestionar la veracidad de relatos que circulan en una sociedad. Muchas veces, es útil para desviar la atención del público de los centros de verdadero interés social.
El rumor es una proposición que se pasa de persona a persona, por lo general oralmente. Sin embargo, la difusión a través de la imagen que posibilita Facebook, Twiter y otro medios de esa índole, aunque carezca de medios probatorios seguros para demostrarla, es el mejor medio para difundirla.
El rumor provoca en la gente, un fenómeno misterioso: vuela, corre y se difunde hasta esparcirse en todos los ámbitos. El efecto que tiene sobre los hombres se parece al de la hipnosis: seduce y altera a la vez.
Llamamos rumor a la información que proviene de "fuentes no oficiales", de origen indefinido, es decir, se desconoce su procedencia.
Viene a cuento lo que acaba de acontecerme con un hacker que atentó contra mi sitio web y no puedo dejar de decir el dicho idish: “A un asno se lo reconoce por la longitud de las orejas; a un tonto, por la de su lengua”.

Implicancia del sujeto en la propagación del rumor
S. Freud en su trabajo titulado “De la guerra y la muerte. Temas de actualidad” (1915), sostiene que los pueblos están más o menos representados por los Estados que ellos forman y, estos Estados, por los gobiernos que los rigen y, agrega que el ciudadano particular puede comprobar, no sin horror, algo que en otras ocasiones ya había creído entrever: que el Estado prohibe al individuo acudir, a la injusticia (lo subrayo), no porque quisiera eliminarla, sino porque pretende monopolizarla. Freud da cuenta de que la gente no sólo no se interesa por la justicia sino que clama por la injusticia. Leí varias veces el párrafo hasta que pude entender que si ciertas cosas suceden, esto ocurre porque hay algo en el sujeto humano que lo posibilita: el rechazo, incluso el odio contra el prójimo.
El sujeto no sólo se vale de la astucia permitida sino de la mentira, además de acudir al fraude deliberado contra los que considera, arbitrariamente, enemigos. Y ese es el accionar del Hacker, sobre todo cuando aún no hay leyes que reglen su accionar.
El sujeto, incluso el más preparado, puede quedar un tanto desorientado en un mundo que se le ha hecho ajeno, destruido el patrimonio común, envilecidos los conciudadanos.
El rumor no sólo se expande en todos los ámbitos sino que seduce, intriga y hasta excita al que lo difunde. Nunca es sin consecuencias y llega a destruir como un arma letal.
Si tiempo atrás se hablaba de la correveidile o del chismoso, ahora podríamos llamar hacker al que traslada un rumor de un extremo al otro, como aquél que sabe ejercer la política del chisme. Bien llamado ejercicio, no sólo para la lengua que no se cansa de repetir la misma gimnasia sino para el portador del rumor que no ceja con sus inventos y mentiras. Y, ya que aludí a las mentiras, les recuerdo un dicho idish que en otras oportunidades mencioné:
“Con mentiras se puede llegar lejos pero no se puede volver”.
Al rumor, también, podemos equipararlo al juego del teléfono descompuesto. La gente se ríe del disparate pero, cuando no es un juego, cuando se pone en juego la vida real, el desmoronamiento del sujeto implicado en el rumor, es más que previsible.
En la vida cotidiana, muchas veces somos testigos de cómo, por la vía del rumor, se desacredita a una persona, se la descalifica o se inventan hechos que poco y nada tienen que ver con lo que esa persona es en la vida privada. Los despechados, los resentidos y los mediocres son piezas fundamentales para propiciar que un rumor se difunda.
Quiero concluir con estos versos de mi libro Geometría de la libertad (Ruinas Circulares, Ediciones. 2014):

Número 582
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