Muchos se estarán preguntando como y por que nadie pudo definir a ciencia cierta, mediante las encuestas realizadas, semejante victoria de Netanyahu, y, en términos generales, si bien es demasiado complejo y abarcativo entenderlo, la realidad se sobrepuso a una eventual sorpresa.
A decir verdad, no gano Netanyahu y el Likud, gano la experiencia misma de la derecha inquebrantable, que transmite, entre otras cosas, predisposición y temperamento para gobernar uno de los países más difíciles del mundo en materia diplomática. Porque la izquierda puede ser muy buena en sus ambiciones, pero la enorme incertidumbre del que sucederá, termino inclinando la balanza en favor del actual primer ministro.
Ahora bien, analizando en profundidad esta, casi milagrosa victoria del Likud, nos tocaría ahondar mas en la cuestión, casi obvia, de que particularmente la derecha mas religiosa ha perdido significativamente, y es por ello que sus votantes optaron por Netanyahu a la hora de elegir lo mas convincente y menos debilitado, para así dar frente a una izquierda que en los papeles parecía arrasadora. Un claro ejemplo de ellos es el caso del partido Hogar judío, conducido por su polémico líder, Naftali Bennet que obtuvo casi cinco escaños menos que la elección anterior, en donde también cabe mencionar al partido ultra ortodoxo sefaradí Shas, que luego de la muerte del rabino Obvadia Yosef y su ruptura interna partidaria, hizo casi obvia su caída, obteniendo solamente siete escaños.
Al margen de esto, es asombroso y destacable la eleccion de Moshe Kahlon, dirigente israelí que prioriza la economía como su slogan de campaña, un hombre de centro derecha capaz de remontar economías adversas y probable ministro de economía del nuevo gobierno de coalición, ya que, según los cálculos, sus diez diputados servirían para superar el umbral de 61 bancas necesarias para gobernar.
En cuanto a la izquierda israelí, sin duda la gran derrotada en estas elecciones, aun no puede salir del asombro para atraerse a la realidad, porque en términos generales la hipotética victoria ya estaba consumada y sus líderes ya contaban con la aprobación de la Lista Unida Árabe, tercera fuerza del país, para formar un épico e histórico gobierno.
Caer en la realidad de tener que afrontar y reconocer esta derrotar resulta humillante sobre todo para sus votantes, que no solo se ven forzados a aceptar la frustración de que la izquierda con Tzipi Livni y Isaac Herzog no pudo detener a Netanyahu, sino también, tener que obviar que sus próximos ministros pertenezcan a la extrema derecha y a la ortodoxia, sectores que irritan desde el llano, y pretenderán imponer entre otras medidas, un gobierno cuasi ortodoxo para todo el país.
Teniendo en cuenta este panorama, la izquierda Israelí deberá replantearse de cara al futuro una estrategia aun más conservadora que contenga ideales más abiertos y liberales. Que entienda que la polarización hacia la contracara de la derecha le será inútil en el futuro, si pretende aun, en algún momento, intentar gobernar el país.
Hablamos de una sociedad lamentablemente dividida en donde se piensa en blanco o en negro, en donde la contracara parece lo más nefasto y la polarización hacia lo extremo lo más correcto, donde la convivencia pasa por su ideal político que en muchos casos, resulta sinsentido, en donde pretendemos debatir si hay que buscar o no la paz con nuestros vecinos, en vez de buscar una verdadera paz para nosotros.
Sin duda la victoria de Netanyahu dividirá aun más a la sociedad israelí, sociedad misma que a pesar de todo, demuestra que aun teniendo posiciones diferentes funciona como una verdadera democracia, única en medio oriente y ejemplo para el mundo.
|
|
|
|
|
|