Nos encontramos en Alemania allá por el año 1913. Ahora se cumple algo mas de un siglo. Un joven descreído, quien había decidido abandonar su tradición, como un último gesto de despedida se dirigió a una sinagoga la noche de Iom Kipur. El fervor de los feligreses lo conmovió hasta sus fibras más íntimas. Esta noche del Día del Perdón le cambió la vida para siempre. Este hombre decidió entonces que primero tenía que profundizar sus conocimientos acerca del judaísmo para comprender por qué la fe de sus antepasados había perdurado durante siglos. Nos estamos refiriendo al que luego sería uno de los pensadores judíos más lucidos del siglo XX, Franz Rosenzwieg, el maestro y compañero de Martín Buber.
Es que fueron muchos los poetas y artistas de distintas épocas que se conmovieron como el filósofo Franz Rosenzweig y dejaron plasmadas en sus obras aspectos coloridos de la festividad del Iom Kipur. Nos preguntamos ¿el por qué de tal impacto?. ¿Cómo pudo adaptarse una festividad durante milenios?.
Buceando en las fuentes, que tienen unos 3.000 años, diremos que los orígenes de esta festividad deben buscarse en la Biblia. En los siguientes versículos, entre otros, se señala: “El día décimo del séptimo mes será el Día de las Expiaciones; convocación santa os será y afligiréis vuestras almas ... ningún trabajo servil haréis en ese Día (Levítico 23; 27-28). El precepto bíblico trascripto: “afligiréis vuestras almas”, se interpretó como un ayuno completo y la abstención de todo placer físico durante el Día del Perdón (casi veintiséis horas). Es un momento en que el ser humano debe rendir cuenta de sus actos ante sí mismo, ante su comunidad y ante el Creador. De la sinceridad del arrepentimiento depende que sea inscripto y firmado en simbólico Libro de la Vida. Un día en que los conceptos de vida y la muerte se entremezclan y son temas centrales.
Resulta difícil dar una contestación respecto de cómo pudo adaptarse a lugares tan distantes y en geografías tan dispares una conmemoración cuya antigüedad se mide en milenios. Es que a los textos bíblicos se le agregaron tradiciones de la Diáspora hasta llegar a formar un día totalmente espiritual en el que los seres humanos y los ángeles no tienen diferencia. Jorge Luis Borges señaló con acierto que “Durante siglos, en toda Europa el pueblo elegido fue confinado en barrios que tenían algo o mucho de leprosarios y que, paradójicamente, fueron invernáculos mágicos de la cultura judía”. En estos lugares, señalaba Borges, “germinó una increíble teología” Si le preguntáramos hoy a un judío común respecto a cuáles son las motivaciones que lo mueven a congregarse masivamente en la sinagoga durante muchas horas el Día del Perdón, en el más completo ayuno para los judíos observantes y para rezar intensivamente, seguramente contestaría que se trata de una tradición. Si profundizáramos en esta palabra algunos agregarían que tradición viene por el mandato Divino, otros dirán por religiosidad, un tercero expresará que lo hacen por mantener su identidad, habrá otros que manifestarán que se trata de razones familiares, habrá quién señale que lo hace por convicción y son muchos los que dirán que los hacen para recordar a familiares fallecidos o simplemente para acompañar a amigos o familiares en este día. Es que el Iom Kipur se trata de una festividad que es mucho más que una festividad religiosa. La hacen suya tanto los creyentes y hasta los no creyentes. El judío sabe que la cadena de la continuidad depende de que cada uno no rompa el eslabón que lo une con las generaciones pasadas y futuras.
Si bien el Día del Perdón es una creación judía, su significado e interés trasciende a los judíos. Se podría decir que, en alguna medida, es la más particular de las celebraciones judías y a la vez la más universal de las festividades hebreas. Lo particular y lo universal se dan la mano en este día. Cabe señalar que los investigadores han encontrado puntos de contactos entre las oraciones centrales judías del Iom Kipur con la liturgia católica posterior expresada en la oración Dies Irae (días de ira).
Una oración sin palabras. Si nos adentramos en una sinagoga el Día del Perdón, seguramente encontraremos una muchedumbre en la que sobresale el color blanco de los mantos rituales (taled) y todos los ornamentos en este color, simbolizando la pureza del perdón.
El día concluye con el toque del shofar (cuerno de carnero), un antiquísimo instrumento de viento que sólo tiene tres notas posibles. El toque de este cuerno tiene un profundo significado simbólico de despertar la conciencia, una especie de oración sin palabras. La palabra shofar tiene significativamente las mismas consonantes que la palabra hebrea: shafor: perforar, aguijonear. Y aunque parezca increíble con las mismas consonantes hebreas se escribe la palabra mejorar (shaper).
El epílogo está llegando, el sol comienza a ocupar el ocaso y el día se extingue. “Las Puertas del Cielo se están por cerrar frente a las plegarias de Pedido de Perdón.” Es entonces cuando comienza con más fuerza la última oración y aparece el toque del shofar. Ya han salido las primeras estrellas de la noche siguiente, y los que habían sido ángeles vuelven a ser hombres, regresan al hogar, elevados espiritualmente, luego de haber profundizado los vínculos con Dios y con el prójimo. Una salutación tradicional cierra la festividad la misma se refiere a que seáis inscriptos y firmados (por Dios) en el libro de la vida que sintetizada en hebreo simplemente con dos palabras JATIMÁ TOVA, (=buena firma). O simplemente:¡Felicidades!. Una comida familiar festiva cerrará el capítulo hasta el próximo año
En síntesis, el comportamiento ético se sitúa en el centro de la escena y otorga un singular relieve a la conmemoración del Iom Kipur
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