El 24/11, una serie de violentas explosiones tuvieron sendas bases de misiles estratégicos de la Guardia Revolucionaria de Irán, ubicadas a 46 kilómetros de Teherán. Las detonaciones se escucharon con fuerza incluso en la ciudad capital, en donde hubo escenas de pánico ante la creencia de que se trataba del inicio de un bombardeo israelí. Las deflagraciones causaron la muerte de 32 personas, según cifras oficiales, entre ellos la del general Hassan Moghadam, jefe del programa balístico de la Guardia. Catorce horas después de producido el estallido, los bomberos aún luchaban por apagar las llamas, en tanto que aún se escuchaban explosiones secundarias. La Media Luna Roja despachó al lugar 45 ambulancias, además de 23 autobuses improvisados, a fin de socorrer a las víctimas.
Según voceros iraníes, se trató de un accidente. No obstante, en los días subsiguientes, circularon rumores acerca de que la deflagración habría sido desencadenada por la segunda generación del virus informático Stuxnet, que alteró la secuencia de comandos de al menos un misil, haciéndolo estallar.
El caso permanece rodeado de un aura de misterio. Fotografías satelitales de la base de Al Ghadir, tomadas al día siguiente de las explosiones, mostraban un área de medio kilómetro de diámetro en el que todas las estructuras quedaron arrasadas por completo. También crecieron las versiones acerca de que en la base, se estaba completando el ensamblado de una nueva cabeza de combate en un misil Sajil-2, el más moderno del arsenal iraní. De hecho, las imágenes son compatibles con la destrucción causada por un artefacto nuclear mediano, aunque no se detectaron signos de radiación. Otro dato que aumentó aún más el misterio, fue la noticia de que dos portaaviones norteamericanos habrían atravesado silenciosamente el estrecho de Ormuz en dirección a las costas iraníes, horas antes de que se produjeran las detonaciones.
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