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Periódico Judío Independiente
El ataque contra las fuerzas de Khadaffy
Una caldera en medio oriente

Por Alejandro Wenger / Comunidades
La administración Obama parece no encontrar sus propios límites a la hora de hacer papelones. Mientras el almirante Muellen, jefe del Estado Mayor Conjunto de las fuerzas armadas estadounidenses, declaraba, el 20 de marzo, que se había creado una “zona de exclusión” sobre los cielos de Libia, su subordinado, el general Carter Ham, al mando de las operaciones sobre el terreno, lo contradecía públicamente al decir que la zona de exclusión no llegaba mucho más allá de Benghazi.
Era tan sólo una muestra más de las contradicciones que el caso libio ocasiona en Washington. Mientras Obama contradecía a su secretaria de Estado, Hillary Clinton, y se contradecía a sí mismo al explicar, en medio de su gira latinoamericana, los objetivos y alcances de la acción en el norte de África, los jefes de estado de Francia y Gran Bretaña contradecían a las Naciones Unidas –bajo cuyo mandato se inició la ofensiva- al afirmar que el motivo de la intervención era el derrocamiento de Khaddafy, nada más que para ser nuevamente contradecidos por Obama –siempre considerado hacia sus amigos musulmanes- que decidió negar los medios necesarios para una campaña prolongada.


Bombas sobre Benghazi.

Cuando el sábado 19 de marzo, las tropas de Khaddafy decidieron violar su propio alto el fuego y marchar sobre Benghazi –el último bastión rebelde de importancia que aún permanecía en pie- el presidente Sarkozy, actuando con presteza, ordenó a su fuerza aérea bombardear a la avanzada de Khaddafy, cuando la situación estaba a punto de volverse crítica.
Es que desde un primer momento se trató de una operación europea, con apoyo americano –por más que el vocero del Pentágono haya dicho lo contrario- Basta con escrudiñar en las unidades navales involucradas: los Estados Unidos no desplegaron en la zona ni un solo portaaviones de ataque. Lo más parecido, el barco de asalto anfibio USS Kearsarge, lleva a bordo aviones de vuelo vertical Harrier II-Plus, pero su poder de fuego es limitado. La participación norteamericana más importante consistió en el disparo de misiles Tomahawk desde un submarino en inmersión emplazado en el Mediterráneo Central, y un bombardeo de precisión protagonizado por un solitario avión B-2 Spirit de la Fuerza Aérea.
En comparación, Francia envió al portaaviones De Gaulle junto a su grupo de escolta, además de varios escuadrones de cazas Rafâle y Mirage 2000 –aquellos que lanzaron el primer e imperioso bombardeo-, así como también fuerzas especiales sobre el terreno. También el Reino Unido empleó importantes medios de combate –submarinos, barcos de superficie, aviones de ataque y comandos-. En ambos casos, la retórica acompañó a los hechos: tanto Sarkozy como el premier inglés David Cameron mantuvieron desde el principio una actitud más beligerante que su par estadounidense.
Durante las primeras cuatro jornadas de acción militar occidental, el objetivo nominal de negar el espacio aéreo al enemigo parece haber sido alcanzado. De hecho, la cantidad de proyectiles disparados, por ejemplo, menguó de 110 el primer día, a sólo 20 el tercero. También disminuyeron las misiones de ataque aéreo, y al día 22 de marzo, tan sólo seis aparatos aliados protegían los cielos de Benghazi. De todas maneras, se ignora si la aviación de Khaddafy desapareció de los cielos porque fue destruida, o sólo porque sus pistas quedaron inutilizadas (de ser así, en cuestión de tiempo serán reparadas). Tampoco es seguro que los medios antiaéreos hayan sido eliminados en su totalidad, por lo que aún las fuerzas leales al gobierno de Trípoli pueden dar sorpresas.
Pero lo que sí queda claro es que sin la intervención de fuerzas terrestres, va a ser muy difícil derrocar a Khaddafy. Los rebeldes, por ahora, no cuentan con el armamento, entrenamiento, conducción y coordinación suficientes como para pensar en un “avance sobre Trípoli”. Esta situación podría cambiar con el tiempo, pero es imposible que lo haga en forma rápida.
En general, los analistas coinciden en que los europeos, sin un apoyo decidido de los Estados Unidos, no poseen los medios militares para sostener por sí solos una campaña terrestre en Libia; sin embargo, existen algunas opciones. Los europeos podrían brindar entrenamiento, organización, inteligencia y comando a las fuerzas rebeldes –amén de armamento-. También podrían establecer una cabeza de puente en Benghazi desde donde hacer llegar suministros a los rebeldes. Por último, cabe también la posibilidad de que el objetivo final no sea la sustitución de Khaddafy, sino la división de Libia en dos partes, siguiendo el perfil de sus realidades étnicas y tribales. Una de ellas bajo control rebelde, otra bajo control de Khaddafy o de sus allegados.


La caldera del diablo.

Mientras estos hechos ganan notoriedad en la prensa mundial, otras rebeliones se vienen desarrollando en el mundo árabe. En Bahrein, la mayoría chiíta por-iraní se agita en reclamos –no siempre justificados- en contra de la minoría sunnita. La violencia es tal que ya dio lugar a la intervención militar de Arabia Saudita, que envió 3500 efectivos de su ejército para reforzar al gobierno. En el flanco sur de la acosada monarquía saudita, Yemen se coloca en los umbrales de una feroz guerra civil, toda vez que las propias fuerza armadas se han dividido en leales y rebeldes al presidente. Se cree que en ambos casos, la inteligencia iraní estuvo presente.
También en Irán ha habido manifestaciones, además de Siria, en donde, al momento de escribirse estas líneas, ya se han reconocido decenas de muertos y centenares de heridos en los enfrentamientos con las fuerza de seguridad.
Cabe destacar que, en caso de que los motines se extiendan en el Golfo Pérsico, el impacto de la economía mundial sería catastrófico.
Aunque es un país pequeño, Túnez –el sitio en donde todo se inició- ha puesto en movimiento un sistema de fuerzas políticas de efecto demoledor. Aunque sería por cierto deseable, si hay algo que en general se descarta, es que todos estos hechos den lugar a una revolución democrática generalizada: ya se sabe que los árabes, de tanto en tanto, simplemente reemplazan unas dictaduras por otras.
La caldera del diablo ha comenzado a calentarse en el Medio Oriente. Queda por verse quiénes terminan quemados.


Número 498
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