Nuestra comunidad hoy establecida y fortalecida debe sus cimientos a muchos que han dedicado gran parte de su vida a que en la actualidad fuera lo que es. Tenemos la oportunidad de homenajear a uno de ellos: David Klimovsky. Esta oportunidad viene de la mano de su hija Ite, que nos entrega sus memorias en la publicación “Simplemente, un hombre de fe. La vida de David Klimovsky.”
“Dormir una hora más o una hora menos es algo que nadie recuerda, solía decir, pero nuestros actos positivos tienen una repercusión que nosotros mismos desconocemos. La vida para él no era una vela que se consume con el tiempo sino una antorcha encendida que se transmite a las próximas generaciones”
Hombre carismático, inteligente, laborioso como pocos, forjó una vida para los suyos y para la comunidad judeoargentina que amaba tanto como a su familia cercana. Se proyectó ambiciones propias y las logró con la fuerza de la capacidad y la honestidad; fue visionario para llevar adelante la concreción de proyectos para su pueblo. Poseía esa no muy habitual cualidad de combinar la observancia religiosa con lo moderno, cualidad que implementó en su vida familiar y pública desde la AMIA, a partir de que fuera electo vicepresidente por el partido Mizrahi. Muchas fueron las obras que realizó desde allí, pero resalta aquélla que muestra su compromiso para con las generaciones venideras: el Instituto Talpiot. Como nos muestran las páginas escritas por Ite, amaba con todo su ser esa obra.
Este sueño se forjó en él, aún antes de que fuera integrante de la comisión directiva de la AMIA, aún antes de que pudiera imaginarse que iba a serlo. Ite nos cuenta que cuando David veía a sus hijas correr para cumplir con los horarios y estudios de la escuela estatal argentina (parte “oficial”) y a la de formación judía, oyendo además las discriminaciones que sufrían (religión - moral), quiso hallar una solución, pero tal y como era su personalidad no pensó tan sólo en su familia sino que fue más allá y pensó en la comunidad.
Concebir el beneficio para muchos y para las futuras generaciones y no meramente pensar de forma personal, es de por sí una cualidad especial, pero además, concretar ese pensamiento es una característica difícil de hallar.
Hijo de Shimón y Judith, inmigrantes llenos de valor y esfuerzo, pobres materialmente pero espiritualmente ricos, legando a su familia esos bienes intangibles que son la verdadera base para la vida. “Vivían en una pobreza absoluta. Eran artistas en el arte de hacer algo con prácticamente nada.”. Este arte llegaría a David y se propagaría a través de él.
Han pasado 40 años del fallecimiento de David; Ite hoy decide escribir. Cumplir y extender a sus abuelos el sagrado mandamiento que reza “honra a tu padre y a tu madre” es claramente una de las razones que han guiado sus letras, pero fiel a esa esencia que le legó su padre -y que ella hizo propia,el libro se propaga hacia otros.
Esta obra está escrita para otros cuyos rostros no conoce, pero sabe que existen. Sus páginas tratan de advertirlos y protegerlos para que no les ocurra lo mismo que a ella, a sus hermanas y a su madre luego de la muerte de David. Si se tratara de una simple ficción, podríamos decir que su trama es interesante. Pero no es producto de la creatividad literaria, sino fruto del padecimiento de una familia que desgarrada y desesperada confió y sin darse cuenta, quedó entrampada en una red que estafaba a viudas. Leerlo produce dolor y vergüenza, pues los ladrones de guante blanco pertenecían a instituciones judías.
Causa estupor cuando se lee los intentos por parte de Ite de confrontar a los familiares del principal estafador; los Klimovsky estaban educados en la fe, la confianza y el respeto por los preceptos. Si es un mandato ayudar a las viudas y necesitados, así como al propio pueblo, encontrarse frente a frente a la corrupción de todo valor que había constituido su educación y para lo cual David había dedicado sus días en cuerpo y alma, podría ser equivalente a un derrumbe interno, a un colapso de las creencias.
Ite Klimovsky se casó con Guillermo Borger, ese amor que la acompañó desde la primera juventud y con quien vivió esa pesadilla luego de la muerte de su padre. Devino así, Ite Klimovsky de Borger primero y luego madre de cuatro hijos varones. Sus hijos estudiaron y se graduaron en la escuela Talpiot, dos de ellos además realizaron el sueño de vivir en Israel. Como ella misma nos dice, cerraron aquellas dolorosas puertas y abrieron otras nuevas.
Pasaron los años, incluso décadas y el azar o el destino quisieron que Guillermo fuera convocado a ser presidente de AMIA. Jamás lo hubieran imaginado, pero la vida los llamaba a continuar la obra de David. Así lo hicieron, continuaron el legado de múltiples maneras y ahora en estas páginas se lo brindan a las generaciones que le seguirán. Pues ese llamado fue el puntapié que impulsó esta obra.
El libro está dividido en dos grandes ejes claramente definidos. Uno nos habla de la historia familiar antes de la repentina muerte de David y otro, de los sucesos ocurridos a partir de su fallecimiento y del encuentro con los estafadores. Ambas vías narrativas se entrelazan intercalándose en uno y otro tiempo. Recurso que permite una dinámica que va llevando al lector por distintos momentos temporales.
Cabe destacar que utilizar esta herramienta de un modo ágil implica un ejercicio de elaboración del texto, signo de la calidad literaria que ha buscado la autora además del propósito de querer dar a conocer lo acontecido en los hechos. Así como también es necesario señalar en este sentido, la naturalidad con la cual capta y refleja su infancia desde la mirada y la voz de la niña que alguna vez fue.
Gracias por el legado.
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